¿Hay muchos comunistas en Cuba?

Roberto Álvarez Quiñones.
Roberto Álvarez Quiñones.

Creo que es lógico que cuando se habla de que Cuba es un país comunista, en el extranjero se piense que la mayoría de su población, o una buena cantidad de sus habitantes son comunistas, o al menos simpatizan con dicho sistema político y socioeconómico ¿No?

Por eso no es coherente que la élite gobernante de La Habana se ofenda cuando es calificada de dictadura. Y también es paradójico que los llamados “amigos de Cuba”, como denomina el régimen a quienes lo apoyan internacionalmente, no quieren que les llamen comunistas o marxistas, sino anticapitalistas, antisistema, indignados o socialistas. La palabra comunista huele a fracaso. No les gusta.

Pero fue el mismísimo Karl Marx, el más conspicuo ideólogo anticapitalista de la historia, quien llamó comunistas a sus seguidores para diferenciarlos de los “parlamentaristas idiotas”, pues así llamaba a los socialdemócratas. Y fue él quien enunció que el Estado resultante de una revolución socialista es una “dictadura” (¿del proletariado?).

No importa que ya no se hable del proletariado, vocablo que es erosionado sin remedio por la revolución tecnológica, que va diluyendo la clásica imagen de los obreros de cuello azul saliendo de fábricas con chimeneas humeantes, porque el poder dictatorial absoluto (y caótico) de las “masas indignadas” es la meta final de los neocomunistas, ahora mezclados con anarquistas remanentes del siglo XIX que ni cuenta se dan de su origen decimonono.

La Habana, sin embargo, argumenta que en Cuba no hay una dictadura sino la más auténtica democracia del planeta, pues no hay propiedad privada capitalista, no existe la explotación del hombre por el hombre, y el Estado y el Partido Comunista son una expresión del pueblo en el poder, etc

Razones matemáticas

Pero el carácter tiránico del régimen cubano le viene dado no sólo por su ideología autoritaria, sino por razones matemáticas poco conocidas en el mundo.

Según la Constitución el Partido Comunista (PCC) “es la fuerza dirigente superior de la sociedad y del Estado”, O sea, el PCC y no el Presidente del país y el gobierno, es constitucionalmente la máxima expresión del poder político.

Ese partido-Estado cuenta con unos 720,000 miembros, y la Unión de Jóvenes Comunistas (UJC) con unos 450,000 militantes, pero el país tiene 11.2 millones de habitantes. El 90% los cubanos no son comunistas.

Como el PCC y no la UJC es la máxima instancia de poder y la isla tiene 8.9 de ciudadanos adultos (mayores de 16 años según la ley), ello significa que sólo el 7.9% de los adultos cubanos son militantes del PCC. El otro 92.1% no es comunista.

Si se repasa la historia de los 35 países que padecieron o padecen regímenes marxistas, observamos lo mismo. China tiene 1,376 millones de habitantes (en 2015) y el Partido Comunista cuenta con 88 millones de miembros (aunque muchos son multimillonarios). Es decir, el 93% de la población total china no es comunista, 1,288 millones de personas.

En Vietnam es peor. Hay 91 millones de habitantes y 87 millones no son militantes. O sea, el 95% de los vietnamitas no son comunistas. En la Unión Soviética, en julio de 1990, un año antes de desintegrarse, sólo el 6.5% de los 290 millones de habitantes del país pertenecía al Partido Comunista, es decir, 271 millones de soviéticos no eran comunistas. Y un porcentaje parecido, o inferior de militantes comunistas, tuvieron todos los países de Europa del Este antes de la caída del Muro de Berlín.

En Cuba, 8.2 millones de cubanos mayores de 16 años no pertenecen al PCC. Y es el otro 7.9% de la población adulta el que conforma un patriciado de ciudadanos de primera clase con licencia para ocupar los cargos públicos del Estado y el gobierno, las fuerzas armadas, el dizque Parlamento y todas las instituciones, incluyendo los jefes de departamentos y oficinas de todo tipo. No hay jefe de mediana importancia en Cuba que no sea miembro del PCC.

La plebe sin derechos

Esa nueva clase alta comunista –que denunciara en su tiempo el yugoslavo Milovan Djilas– tiene derechos civiles y políticos que le están negados al 92% de los cubanos, y que constituyen la plebe sin derecho a elegir a los delegados que asisten a los congresos del PCC en los que se conforma el Comité Central y el Buró Político (BP), formalmente la cúpula que por encima del Estado gobierna el país.

Y digo formalmente porque esos delegados a los congresos partidistas tampoco proponen ni eligen a nadie. Sólo comen bien durante unos días en el magnífico restaurante “El Bucán” del Palacio de las Convenciones, y levantan la mano para aprobar todo lo decidido ya por un grupo de 15 ó 16 personas que integran la Junta Militar (JM) que es en verdad la que manda en Cuba, integrada por el dictador, algunos miembros “calificados” (los militares y los “históricos”) del Buró Político, y los generales de la JM no miembros del Buró Político.

La propaganda castrista insiste en que hay democracia en la isla por cuanto los ciudadanos pueden votar por delegados locales al Poder Popular y diputados a la Asamblea Nacional que eligen al Consejo de Estado y el Presidente del país.

Eso es falso por dos razones: 1) todos los candidatos a delegados en cada circunscripción de los 168 municipios del país son escogidos por el PCC municipal y los votantes no tienen posibilidad alguna de elegir a alguien no comunista; y 2) los candidatos a diputados a la Asamblea Nacional son todos militantes del PCC y además van en la boleta como candidatos únicos que ya ha seleccionado el PCC. O sea, cada diputado es nombrado “a dedazo” antes de que se celebren las elecciones.

Y si de democracia se trata, vale recordar que en Cuba la Declaración Universal de Derechos Humanos es un documento subversivo. Quien es sorprendido con esa declaración en el bolsillo puede ser condenado a una pena que oscila entre 7 y 15 años de prisión, por el delito de “propaganda enemiga”.

Obedecer sin chistar

Además, en la Asamblea Nacional, único Parlamento en el mundo que sesiona solamente seis días en el año, los diputados se limitan igualmente a comer sabroso en “El Bucán, y aprobar todo lo decidido por el dictador, la Junta Militar y el Buró Político del PCC, que son los que seleccionan al Presidente de la nación, el Consejo de Estado, el Presidente de la Asamblea Nacional, y el Consejo de Ministros.

Y menciono un dato que parece increíble pero cierto. Con más de 500 diputados, desde su creación en 1976 el “Parlamento” cubano nunca ha registrado un voto en contra de algo propuesto por el dictador o el partido. Un buen récord digno del libro Guinness.

Pero si bien la cúpula del PCC es muy poderosa, los militantes de base no lo son. No tienen vías para cuestionar lo que dicen u ordenan sus superiores, con fuerza de dogma religioso. En sus núcleos de base el PCC se rige por una férrea disciplina de tipo militar controlada por las instancias superiores. Quien cuestiona algo oficial es sancionado, o expulsado del PCC, según la “gravedad” del cuestionamiento.

Los militantes ni siquiera pueden opinar libremente sobre la crisis nacional que estrangula al país. El comandante José R. Machado Ventura, Segundo Secretario del partido, se encarga de amenazar constantemente a la militancia para que obedezca sin chistar, pues sufre la misma pobreza y malnutrición que el resto de la población.

En fin, la castrista es la dictadura de un partido-Estado militarizado al que pertenece sólo el 6.4% de los habitantes del país y cuya élite dirigente no confía ni siquiera en los militantes de base, pese a que formalmente son equivalentes a los patricios del imperio romano.

Moraleja: como en Cuba 9 de cada 10 cubanos no son comunistas, el país es sólo comunista porque está sometido por una dictadura militar a cargo de dos hermanos y una claque política corrupta y fanáticamente represiva.

 

Esa casta político-militar asfixió la “soberanía popular” o “autoridad soberana” de que hablaba Jean Jaques Rousseau hace 254 años, que sólo existe si el pueblo ejerce su derecho al sufragio universal para elegir libremente y legitimar a sus gobernantes.

Raúl Castro no es Presidente legítimo de Cuba, y sí su auténtico dictador.

 

 

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