Ann Coulter, soldado en la guerra contra los inmigrantes

Jesús Hernández Cuéllar/Contacto Magazine

Con su figura delgada, rubia y blanca, la escritora y columnista ultraconservadora Ann Coulter se sentó en el estudio del programa America with Jorge Ramos, de la cadena Fusion, y le dijo al conocido periodista que la cultura mexicana era “deficiente”. Y que si no fuera deficiente, él no estaría sentado allí entrevistándola. Que él (Ramos) había huido de esa cultura porque la misma tenía “muchos problemas”. Casi sin pausa volvió al ataque para comentar que cuando los mexicanos llegan a Estados Unidos “traen con ellos su cultura” y “eso incluye asesinatos por honor, tíos violando a sus sobrinas, tirar basura, no pagar impuestos y sobornar a autoridades gubernamentales”. Algunas reseñas aparecidas en medios conservadores indican que Coulter tomó a Ramos con la guardia baja. La entrevista se hizo con motivo de la salida de su libro Adios, America…, un violento ataque contra los inmigrantes, a quienes culpa de que Estados Unidos se encamine hacia “un hoyo infernal del Tercer Mundo”, gracias a un supuesto plan de la izquierda norteamericana que se propone despedazar el éxito conseguido por la cultura anglosajona.

Y todo comenzó porque Ramos le recordó que en una ocasión había dicho que Estados Unidos debe temerle más a los mexicanos que al grupo terrorista Estado Islámico. “Si no quieres ser asesinado por el EI, no vayas a Siria”, señaló Coulter. “Pero si no quieres ser asesinado por un mexicano, no hay nada que pueda decirte”, agregó refiriéndose a que los inmigrantes mexicanos ya estaban dentro de Estados Unidos.

La queja de esta incisiva mujer, abogada de profesión, viene por el hecho de que, según sus propias palabras, “las culturas más exitosas del mundo han estudiado hasta el infinito… La de Estados Unidos es casi.. es la mejor mundo y estamos a punto de perderla” por la masiva entrada de inmigrantes indocumentados procedentes de México.

No han faltado voces que hayan criticado a Ramos por entrevistarla. De hecho, la propia Coulter lo elogió por ello. “Al fin encontré a un mexicano que quiso hacer el trabajo que un norteamericano no quiere hacer”, señaló ella en broma en una de sus columnas. Hasta su llegada a los estudios de Fusion, que es un proyecto televisivo de Univisión y Disney-ABC, ningún medio estadounidense de gran tamaño la había entrevistado. En honor a la verdad, Ramos tomó una decisión acertada. La comunidad inmigrante tiene derecho a saber con amplitud y precisión lo que piensan sus críticos.

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Ann Coulter.

Ann Coulter ha sido tildada de loca, reaccionaria, fascista y miembro de una élite blanca resentida por el cambio demográfico y cultural que ha experimentado Estados Unidos en los últimos años, debido al crecimiento extraordinario de las minorías étnicas.

Es una voz agria, puntiaguda, contra demócratas y republicanos, contra los medios de comunicación a los que, como otros conservadores, califica de “prensa liberal”, contra la Cámara de Comercio de Estados Unidos y hasta contra el ex presidente George W. Bush por su apoyo a la reforma migratoria. Pero Ann Coulter no es una nube de humo que se pierde en el horizonte. 

Ann Coulter en la Conferencia de Acción Política Conservadora de Washington D.C., en 2013. (Foto: Gage Skidmore).

Más de tres millones de ejemplares de sus 10 libros anteriores, muchos de los cuales aparecieron en la lista de best sellers del New York Times, se habían vendido hasta mayo de 2009. Uno de ellos, Treason, estuvo 13 semanas en esa lista. Y además de aparecer en decenas de talks shows de radio y televisión, dedica cada año entre seis y 12 semanas a hacer giras y conferencias por todo el país, especialmente cuando sale a la venta alguno de sus libros. Solamente en 2010, ganó por estas giras y conferencias aproximadamente 500 mil dólares. Es decir, Coulter tiene un peso en la opinión pública de Estados Unidos. Al contrario de lo que muchos piensan, maneja una enorme cantidad de estadísticas para fundamentar sus puntos de vista, e influye de manera muy particular en los círculos conservadores y entre los votantes indecisos. Sería exagerado decir que su influencia ha paralizado la reforma migratoria, pero sin dudas su dinámica actividad en contra de la legalización de indocumentados ha jugado un papel importante en el debate por los cambios en las leyes de inmigración.

Adios, America! The Left’s Plan to Turn Our Country into a Third World Hellhole (¡Adios, Estados Unidos! El plan de la izquierda para llevar a nuestro país hacia un hoyo infernal del Tercer Mundo) comienza culpando al fallecido senador Ted Kennedy por su Acta de Inmigración de 1965, la cual, según Coulter, “fue diseñada para cambiar la demografía de nuestro país para que fuera más pobre y más inclinado a votar por los demócratas”. Este plan habría tenido éxito, según la autora, ya que los inmigrantes que llegaron después de 1970 votan ocho a dos a favor de los demócratas. De acuerdo con Coulter, los inmigrantes que habían arribado al país antes de 1970 “ganaban más dinero, compraban más casas y estaban mejor educados que los norteamericanos”. En contraste, “los inmigrantes post-Kennedy son astronómicamente menos educados, más pobres y más proclives a depender de los programas de asistencia pública que la población nativa”. Y su lista de quejas se extiende por laberintos de datos, señalando que Estados Unidos “ya ha asimilado a un cuarto de la población total de México”, y por ello el país “es mucho más pobre y mucho más latino”. Acusa al gobierno de no decir cuántos prisioneros son inmigrantes pero, según ella, esa cifra “es astronómica”. Y luego vuelve la espada otra vez hacia los hispanos para decir que éstos “son menos propensos a estar en las fuerzas armadas que los blancos o los negros”, y que “una mayoría de las tropas hispanas son mujeres”.

Coulter no menciona que cifras de la Administración del Seguro Social señalan que los trabajadores indocumentados han contribuido a fortalecer el Fondo de la Seguridad Social al aportar el 10% del mismo, es decir, 300 mil millones de dólares. Tampoco menciona el hecho de que la Federación Nacional de Productores de Leche ha señalado que la venta al por menor de ese producto es 61% más barata gracias a que es producida en gran medida por inmigrantes indocumentados. Ni que el Departamento del Trabajo ha indicado que de los 2.5 millones de trabajadores agrícolas de Estados Unidos, más de la mitad, 53%, son inmigrantes no autorizados. Sindicatos y granjeros revelan un porcentaje mucho mayor, hasta 70%, y eso hace que los productos que consumimos diariamente tengan un precio más bajo. Tampoco toma en cuenta que los militares hispanos conforman el 11.4% de las fuerzas armadas de Estados Unidos para un total de 157 mil soldados, según datos del Departamento de Defensa, ni que 300 mil soldados latinos, gran parte de ellos mexicanos, combatieron bajo la bandera de Estados Unidos durante la Segunda Guerra Mundial.

La autora no señala con especificaciones precisas que cuando el presidente Bush apoyó la reforma migratoria, no lo hizo a ciegas. Lo hizo porque en 2006, cuando comenzaba el debate migratorio en el Congreso, recibió una carta abierta firmada por unos 500 economistas, entre ellos cinco ganadores del Premio Nóbel, que contenía un párrafo muy revelador: “Aun cuando un pequeño porcentaje de personas nacidas en Estados Unidos podría ser afectado por la inmigración, la inmensa mayoría de los norteamericanos se beneficia de la contribuciones que los inmigrantes hacen a nuestra economía, entre ellas precios más bajos para el consumidor”.

El libro de Coulter señala que “por lo menos 15% de todos los partos en Perú y Argentina son de niñas con edades entre los 10 y los 15 años”, mientras que en Estados Unidos “solamente el 2% de los partos son de niñas de esa edad, y entre ellas la mayoría son hispanas, las cuales son siete veces más propensas a dar a luz a esa edad que las niñas blancas”.

Y el ataque continúa más allá. Coulter destaca que “el sexo con niñas de 12 años es legal en 31 de los 32 estados de México”. Y que desde 2004, “los mexicanos han decapitado a por lo menos media docena de personas en Estados Unidos”; que los cárteles mexicanos de la droga, no el Estado Islámico, “fueron los primeros en poner vídeos de decapitaciones en Internet”.

Es cierto que la actividad del crimen organizado que castiga a México es un peligro tanto para el país azteca como para Estados Unidos, en cuyo territorio también operan los cárteles mexicanos a través de pandillas locales que hacen la función de sucursales. Pero cuando Coulter dice que “si no quieres ser asesinado por un mexicano, no tengo nada que decirte”, no toma en cuenta que el informe anual de crímenes del F.B.I. de 2013 señala claramente que el 83% de las víctimas de raza blanca fueron asesinadas por delincuentes de su misma raza. Es decir, blancos.

Con esta información a mano, los líderes de las organizaciones pro-inmigrantes debían remodelar su estrategia de respuesta. Honestamente, si quienes representan a esa enorme masa de 11 millones de indocumentados que buscan salir de las sombras quieren tener éxito, están obligados a trabajar mucho más allá de las habituales marchas callejeras y las consignas de “aquí estamos, aquí nos quedamos”, y “sí se puede”. La verdad desnuda es que casi una década después del comienzo de los debates migratorios en el Congreso, no se ha podido.

Si la masiva y descontrolada inmigración no autorizada crea una imagen tercermundista de Estados Unidos, Coulter debía tomar en cuenta que ello se debe efectivamente a la pobreza, a los bajos salarios, no a las características de una cultura. Ninguna cultura es aficionada al hambre ni a la ignorancia. Alemania y Canadá tienen programas de asimilación cultural notablemente exitosos para sus inmigrantes. Cierto, nunca han entrado 11 millones de indocumentados a sus territorios. Y si llevamos el debate más allá de las fronteras, debemos subrayar que los gobiernos latinoamericanos, comenzado por el de México, tienen la obligación política de crear suficiente bienestar para sus pueblos, bienestar que no han creado. Ellos son los principales responsables de las olas humanas que cruzan la frontera huyendo de la miseria, de la violencia y la desesperanza.

Mientras tanto, Ann Coulter recorre el país con un mensaje aterrador: los inmigrantes son criminales, holgazanes, violadores e hijos de un Dios menor.

(Hernández Cuéllar, autor de la columna Cafe Impresso, es director y editor de Contacto Magazine, revista que fundó en julio de 1994 en Los Angeles, California. Es también autor del libro ¡Última hora! – Manual para el consumidor de noticias de la era digital. Desde 1981 ha trabajado en todo tipo de medios: agencias de prensa, diarios, radio, televisión, semanarios, internet, revistas y redes sociales. Fue redactor de la agencia EFE en Cuba, Costa Rica y Estados Unidos, así como editor metropolitano del diario La Opinión de Los Angeles, California, e instructor de periodismo de la Universidad de California en Los Angeles, UCLA).

 

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