Nuevo ministerio castrista tiene fuerte tufo fascista

Roberto Alvarez Quiñones

Nicolás Maquiavelo sostenía que “Gobernar es hacer creer”, Joseph Goebbels aseguraba que “una mentira repetida mil veces puede convertirse en verdad”, y el filósofo estadounidense William James a principios de siglo XX afirmaba: solo es verdad lo que me es útil.

La palabra propaganda viene del latín “propagare” que significa “perpetuar, acrecentar, extender”. Pero con el Ministerio de Propaganda nazi ese vocablo pasó a significar también exageración, abuso y sobre todo falsedad, mentira.

El célebre florentino, padre de la ciencia política moderna, en “El Príncipe” (1532) mostró teóricamente cómo se miente desde el poder, o cuando se aspira al poder.  Goebbels, ministro de Propaganda de la Alemania hitleriana mostró con su maquinaria para mentir y distorsionar la realidad cómo lo falso se imponía sobre la verdad en gran parte del pueblo alemán. Y James llevó el cinismo pragmático a niveles alucinantes.

Pues bien, en esos tres “principios” morales, éticos y políticos de la mentira se sustentará el Instituto de Información y Comunicación Social (IICS) con rango de ministerio que a fines de septiembre comenzará a funcionar en Cuba, según el decreto-ley 41, del 24 de agosto.

Su condición de Ministerio de Propaganda la admitió de hecho el propio “presidente” Miguel Díaz-Canel cuando al referirse al IICS en una reunión con un grupo de periodistas prácticamente citó a James y sentenció: “la verdad tendrá que ser dicha del modo más inteligente y en el momento propicio, midiendo beneficios y costos”.

O sea, el IICS se basará en que sólo es verdad lo que es útil a la dictadura aunque sea falso, y en mentir todo el tiempo para mantenerse en el poder.

Aunque esa misma fue la política que adoptó Fidel Castro cuando en 1959-1960 montó su enorme maquinaria de propaganda y lavado de cerebro, la diferencia es que siempre fue disimulada, nunca al lobo feroz se le vieron las patas peludas.

Al Departamento Ideológico se le fue de las manos la internet

Pero los tiempos cambian. Durante décadas el Departamento Ideológico (DI) del Partido Comunista de Cuba controló y dirigió los medios y la “política cultural” del castrismo, siempre tras bambalinas, sin dar la cara, porque el DI no era, y no es, un organismo del Estado. Con la internet, las nuevas tecnologías comunicacionales, y las redes sociales al DI se le fue de las manos el monopolio que tenía sobre qué pueden o no saber y comentar los cubanos y comunicarse entre ellos.

Por eso ahora la cúpula gobernante se quita la careta partidista y acelera ya estatalmente, sin hojitas de parra, el carácter fascistoide del régimen con decretos-leyes. Entre ellos este que da a luz esta especie de híbrido del Ministerio de Propaganda nazi y el Ministerio de la Verdad de la novela “1984” (en 1949) de George Orwell.

Eso es el IICS. Tiene oficialmente la “misión de conducir y controlar la Política de la Comunicación Social del Estado y el Gobierno cubano; proponer su perfeccionamiento, así como contribuir a fomentar la cultura del diálogo y el consenso en la sociedad cubana”.

El Estado con un Ministerio de Propaganda huele a fascismo

El IICS asume las funciones del Instituto Cubano de Radio y TV (ICRT) y va más lejos. Es uno de los pocos ministerios de Propaganda que ha se han conocido en Occidente, todos dictatoriales. Claro, ninguno con ese explícito nombre de propaganda de tan mala fama. Y tampoco ninguno tan parecido al de la Alemania fascista como este de La Habana.

El IICS se encargará de amordazar, censurar, o encarcelar a quienes osen decir la verdad y lo que piensan en las redes sociales, critiquen la dictadura, o se comuniquen y se expresen libremente con otras personas.

Es de hecho una fusión del ICRT con el DI y por sus características tiene enorme similitud con el Ministerio de Propaganda que creó Hitler luego de tomar el poder en 1933 y que fue la institución del Estado fascista encargada de controlar y dirigir la prensa, la literatura, el arte visual, el cine, el teatro, la música y la radiodifusión. Cualquier parecido con el IICS no es pura coincidencia.

El Ministerio de la Mentira orwelliano, pero no de ficción

Este nuevo organismo del castrismo es además una réplica, y no ficticia, del Ministerio de la Verdad, uno de los cuatro ministerios en la novela “1984” cuyos nombres significan todo lo contrario. El Ministerio de la Paz se ocupa de la guerra, el Ministerio del Amor de las torturas, el Ministerio de la Abundancia del hambre y la inanición, y el Ministerio de la Verdad de la mentira y prohibición de la libertad de expresión.

Al castrismo ya no le importa mostrarse tal y como es: anticubano y con mucho de fascismo. Lo que le importa es reprimir y controlar la sociedad para mantenerse por la fuerza en el poder.  “El horno no está para galleticas” luego de la monumental rebelión popular nacional del 11 de julio al grito de “Libertad”, “Abajo la Dictadura”, “Abajo el comunismo”. Y ahora hay que gritar también “Abajo el fascismo” ٞ 

Días antes del anuncio del IICS, con el Decreto-Ley 35 se criminalizó la libre expresión en los medios y las redes sociales. El pretexto más burdo no pudo ser: evitar “la divulgación de noticias falsas”, es decir las no convenientes a la dictadura, según el propio Jefe de Estado.

Castro II, la burocracia y los esbirros que presiden Díaz-Canel, y el general Alvaro López Miera, respectivamente, acentúan el carácter represivo del régimen convencidos de que ni EE.UU ni nadie en el mundo lo va a impedir.

La Unión de Periodistas se hunde más en el fango antipatriótico

El colmo es que el presidente de la Unión de Periodistas de Cuba (UPEC) UPEC, Ricardo Ronquillo, viejo oficial de inteligencia del Ministerio del Interior, quien de oficio debiera objetar la fascistización de los medios en Cuba, es uno de los más vehementes defensores de este nuevo ministerio supresor de la libertad de expresión.

Ronquillo escribió en Facebook: “El Instituto abre ahora la posibilidad de construir “un sistema de prensa que no se ha construido en el mundo (…) que se convierta verdaderamente en parte de los mecanismos de control social y popular (…) ese tiene que ser uno de los horizontes principales del nuevo instituto”.

Y lamentó que haya quienes defiendan el surgimiento de un “sistema paralelo que ha ido creciendo a veces con financiamiento de Estados Unidos en Cuba”, en referencia a la prensa independiente, la verdadera prensa cubana, la legítima, la que no se arrastra vergonzosamente ante la dictadura, y gracias a la cual los cubanos y el mundo algún día podrán conocer las entrañas de posiblemente la más devastadora tiranía conocida nunca en América.

El miedo de la cúpula castrista: “Defender el edificio” ¿de quién?

No obstante, pese a todo, los jerarcas castristas tienen miedo, y no es una suposición. Una reportera de la TV, Cristina Escobar, en la reunión mencionada de periodistas con Díaz-Canel, al quejarse de que la TV no fue autorizada a cubrir las manifestaciones del 11 de julio dijo: “La orientación fue defender el edificio y no salir a la calle, nuestras cámaras no salieron y la narrativa la ponen ellos”.  Alguien debió preguntarle ¿Defenderlo de quién?

Esa periodista no fue capaz de percatarse de que los dirigentes castristas tenían pánico y que ya veían al pueblo asaltando los edificios públicos, y que si la TV cubría aquellas enormes manifestaciones rápidamente iba a haber millones de cubanos en las calles, y ellos estarían perdidos.

Conclusión:  con los decretos de tan fuertes raíces fascistas y orwellianas, el 35 y el 45, el castrismo impone de forma ya institucional y desembozada, como Estado y no de forma partidista encubierta como hasta ahora, la criminalización del principio enaltecedor que enarbolaba José Martí: “La palabra no es para encubrir la verdad, sino para decirla”

 

 

 

 

 

 

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