
Empiezo por aclarar que no estoy a favor de las drogas, ni siquiera de la marihuana, por los daños que en mayor o menor medida causan a la salud. Pero no puedo dejar de reconocer que la política de criminalizar a quienes consumen el controversial estupefaciente no ha logrado el objetivo de disminuir su uso ni su tráfico y sólo ha contribuido a poblar las cárceles de miles de jóvenes.
Por eso creo que es un acierto que en México la Suprema Corte de Justicia haya decidido enfrentar el problema y discutir el proyecto del ministro Arturo Zaldívar para permitir el uso y cultivo personal del cannabis con fines recreativos.
Uno de los argumentos centrales del proyecto de Zaldívar es que el Estado no puede interferir en el ejercicio de la libertad individual, a pesar de los riesgos que esto entraña. Textualmente dice que el consumo de la marihuana “pertenece al estricto ámbito de autonomía individual protegido por el derecho al libre desarrollo de la personalidad, la posibilidad de decidir responsablemente si desea experimentar los efectos de esa sustancia, a pesar de los daños que esta actividad pueda generarle a una persona”.
En este sentido es fundamental que, como parte del debate, se aborden estudios serios sobre los efectos nocivos de la marihuana. Si bien se sabe que provoca daños al cerebro y se considera que es la puerta de entrada para drogas más peligrosas, la realidad es que existen otras que son mucho más letales y adictivas y que, sin embargo, no están prohibidas como el alcohol y el tabaco. Lo que el gobierno tendría que hacer, entonces, es emprender una intensa campaña educativa sobre los distintos efectos que causan en el organismo todas las drogas que hay en el mercado, incluyendo las que se venden legalmente.
Es vital, por otra parte, que no se olvide que la drogadicción es una enfermedad y que el Estado tiene la obligación de ofrecer los servicios para tratarla y prevenirla con campañas educativas permanentes, sobre todo entre los niños.
La discusión del tema debe tomar también en consideración la política actual que se sigue en Estados Unidos, donde en muchos estados la marihuana se consume legalmente no sólo con fines medicinales sino también recreativos. No es justo que mientras en México la llamada guerra contra las drogas causa miles de muertos, en muchas partes de la Unión Americana el cannabis se venda sin problemas.
Por último, es importante subrayar que con este proyecto de ley no se trata de convertir a los narcotraficantes en empresarios ni de promover el consumo de las drogas. Tampoco podrá esperarse que la sola despenalización del cannabis termine con los problemas del narcotráfico y de la violencia, pero creo que al menos podría ayudar a que muchos jóvenes que ahora están tras las rejas por el solo hecho de haber consumido marihuana puedan recuperar su libertad y llevar una vida productiva.
**María Luisa Arredondo es fundadora y directora general de Latinocalifornia.com