
María Luisa Arredondo
El 16 de diciembre de 2010, la imagen de Julia Botello dio la vuelta al mundo. Escudada con un letrero que decía “Save Homes. Arrest the Wall Street Criminals”, la abuelita de 84 años fue captada por la lente de varios medios internacionales mientras era arrestada en el centro de Los Ángeles por obstruir la vía pública durante una protesta contra los bancos.
Doña Julia recuerda el momento con gran sentido del humor. “Llegaron los policías y me dijeron que si no me quitaba de la entrada del banco, me iban a llevar a la cárcel. Yo les contesté en broma que no me importaba, que al fin nunca había estado en la cárcel y la quería conocer. Y que me van llevando”, dice entre risas.
Después de unas horas de permanecer detenida, las autoridades la liberaron, al igual que a otros 21 manifestantes de la organización Alliance of Californians for Community Empowerment (ACCE), que participó en la protesta para defender a quienes tenían embargadas sus casas.

La experiencia no sólo no amedrentó a doña Julia sino que le dio más fuerza para seguir involucrada en las manifestaciones contra los bancos. Pese a su edad y a que padece de artritis, al año siguiente, el 6 de octubre de 2011, la volvieron a detener a las afueras de una sucursal de Bank of America en L.A. Y nuevamente su imagen captó la atención de numerosos medios.
Aunque doña Julia, ahora con 87 años a cuestas, tiene su casa propia en el sur de Los Ángeles, explica que pertenece a la oganización ACCE porque le gusta ayudar a las personas que están en desgracia y no tolera los abusos ni las injusticias.
“No tenemos que dejarnos de nadie, he aprendido que la unión hace la fuerza. Tenemos que defendernos de los abusivos, hay que salir y luchar. Eso es lo que siempre les digo a mis nietos”, dice con gran energía doña Julia, quien tuvo 12 hijos, tiene 32 nietos, 21 bisnietos y una tataranieta de cinco meses de edad.
Al igual que para la mayoría de las madres, para doña Julia el mayor tesoro son sus hijos y los descendientes de éstos. “Son mi mayor alegría, son los que me dan ánimos y fuerzas para luchar”, asegura la anciana, de mirada dulce y sonrisa traviesa.
Pero como no todo en esta vida es felicidad, doña Julia confiesa que también ha sufrido mucho por su familia. “Cuando mis hijos estaban chicos tuve muchos gozos y alegrías, pero cuando crecieron vinieron también las penas”, señala en tono apesadumbrado.
Los mayores sufrimientos que ha tenido son el haber perdido a dos de sus hijos. “Al primero me lo mataron aquí, frente a mi casa, en 1979. Había ido a comprar unos cigarros y un chiquillo le pegó con una barra de acero porque quería dinero. Fue un dolor terrible, mi muchacho apenas iba a ajustar los 23 años”, cuenta. Hace un año murió otra de sus hijas, de 63 años, a causa de complicaciones por la diabetes.
Doña Julia es originaria de un pequeño pueblo de Jalisco, donde había una pequeña mina donde trabajaba su padre. Pero debido a que ésta desapareció, su familia se mudó a Guadalajara cuando ella sólo tenía tres años. Años más tarde conoció en esa ciudad a quien sería su esposo y con quien procreó sus 12 hijos.
Su vida, sin embargo, estaba opacada por serias limitaciones económicas. “Mi esposo, que ya murió, trabajaba de chofer de un autobús, pero ganaba muy poco. Yo le ayudaba yendo a limpiar casas, pero tampoco ganaba mucho y tenía que atender a mis hijos”.
Para tratar de sacar adelante a su familia, el esposo de doña Julia emigró a Estados Unidos, donde trabajó como bracero. “Vino dos veces para acá, pero se regresó y entonces yo le dije, ahora voy yo”.
Sin pensarlo mucho, doña Julia se armó de valor y emigró a Los Ángeles dejando atrás a su marido y a 11 de sus hijos. “Llegué aquí en 1967 solamente con una de mis hijas, que en esa época tenía 16 años. Mucha gente me pregunta cómo fuí capaz de hacerlo y les digo que simplemente fue por el hambre”.

Una vez aquí, tanto ella como su hija empezaron a trabajar de sol a sol en la limpieza de casas y planchando pantalones. Con lo que ahorraron mandaron por otro de los hijos mayores. “Y así, poco a poco, con muchos sacrificios me los fuí trayendo de uno por uno hasta que nos juntamos todos otra vez”.
Los sacrificios no fueron en vano. Todos los hijos fueron a la escuela y empezaron a trabajar. “Ahora todos tienen su casa y eso me da mucho gusto”, manifiesta con orgullo. Una de sus hijas es la conocida locutora de radio Silvia Botello.
Además de su familia, doña Julia asegura que lo que más disfruta es andar de activista.
“A veces me duelen mucho las piernas, ya camino como Chaplin”, dice al tiempo que suelta una sonora carcajada, “pero el andar en las marchas para apoyar a la gente me da vida porque aprendo mucho y he viajado a muchos lugares como San Francisco, Chicago, Detroit, Sacramento y Washington”, dice haciendo gala de su buena memoria y claridad mental.
Y agrega que también ha conocido a mucha gente. “Como dicen por ahí, me codeo con todos, desde la gente humilde hasta los políticos como Villaraigosa, Jan Perry, Álex Padilla, Reyes, Garcetti, con todos me llevo bien”.
Sobre su secreto para mantenerse jovial y positiva, doña Julia manifiesta sin titubear que ella se enfoca en lo positivo y en dar cariño. “Siento en mi corazón mucho amor por toda la gente y por eso le doy gracias a Dios. El poder ayudar es lo que me da alegría y lo que me da fuerza para seguir adelante”.