La felicidad está en uno mismo

Manuel Sañudo Gastélum.
Manuel Sañudo Gastélum.

“Si no sabes a dónde vas, acabarás en otra parte”
Laurence J. Peter

El mundo cambia, las circunstancias cambian, y la política y la economía y la tecnología y las modas y el clima, y todo lo que gusten enumerar, es susceptible de cambiar, con más o menos esfuerzo en más o menos tiempo.
Muy pocas cosas son realmente inmutables, ya sea desde el punto de vista científico o desde el punto de vista espiritual. El impulso del Universo para crecer y generar vida, y el de la vida para transformarse, ser fecunda y multiplicarse, puede ser interpretado desde ambos puntos de vista, aunque prefiero creer en un Ser que guía las pequeñas cosas hacia los más grandes fines, y el más grande de todos los fines es la felicidad.
¿Por qué la felicidad? Las personas que han sido vulneradas por las cosas del mundo pueden decir que hay cosas más importantes, como la Justicia, la Paz, el que no haya hambre ni pobreza; y tienen razón, son necesidades y reclamos más urgentes, pero son urgentes porque son pasos previos al fin último; una sociedad de seres plenos, donde haya Justicia, Paz, Libertad, será una sociedad FELIZ.
La felicidad requiere de muchos componentes para existir; un suficiente bienestar, una salud estable, amigos o familiares cercanos y un proyecto de vida, son algunas de las cosas que sentimos que necesitamos para ser felices, y definitivamente son cosas que cada persona debería tener y a las que tienen derecho; pero una y otra vez la vida y la Historia nos ponen ejemplos de personas que han tenido todo para ser felices y no lo fueron, y de personas que fueron despojadas cruelmente de todo, y aun así decidieron que su felicidad no les fuera arrancada, porque venía de un lugar distinto al mundo material.
Lo único que realmente es nuestro, de nuestra propiedad, lo único sobre lo que tenemos potestad absoluta, es nuestra mente, alma o espíritu; las diferencias entre los tres términos son material de debates que superan por mucho las intenciones del presente texto, pero se refieren, en manera general, a todas aquellas cosas que integran nuestra personalidad y que reconocemos como “yo”.
Estamos ligados y unidos al ser que reconocemos como “yo”, y a su imagen pública y social, que es el Ego, que además son los patrones de interacción programados en nuestra mente. Quiero decir que estamos “unidos” y no “encadenados”, porque una de las puertas a la felicidad es entender que podemos cambiar, que somos libres para cambiar lo que haya en nosotros que no nos deja ser felices hoy.
Quiero hacer énfasis en el hoy, porque a veces miramos al pasado y sentimos que cuando tuvimos más cosas desperdiciamos la oportunidad de ser felices; o miramos tiempos donde tuvimos menos y nos decimos que nunca hubiéramos sido felices; o miramos al futuro distante y pensamos que cuando hayamos tachado de una lista todo lo que esperamos de la vida, finalmente podremos ser felices.
La felicidad debe conjugarse en tiempo presente; debe estar en la claridad de todos los pensamientos, en aquellos que te digan que cada día tienes la oportunidad de hacer algo por ti o por los tuyos que cause felicidad y placer; debe estar en la convicción de que tienes la capacidad de lograr mejorar las situaciones en las que vives, o al menos la intención de hacer ese esfuerzo como un acto de fe en ti mismo y de afecto por ti y los tuyos.
Es muy común escuchar la frase de “¿Qué he hecho yo para merecer esto?”, bueno, quizá no hayas hecho nada para merecerlo, pero si a esas vamos, ¿qué has hecho tú para merecer más, para tener más, para ser más querido, para ser más feliz? Si esperamos sólo lo mejor del mundo sin activamente buscarlo, y rechazamos cualquier revés y lo tomamos como una afrenta en lugar de concentrarnos en buscar cómo solucionarlo, o vivirlo de la manera menos dolorosa; si no aprendemos a vivir con quienes somos y cambiar conscientemente lo que podamos cambiar para ser felices, el Ego nos habrá suplantado y no desarrollaremos nuestro verdadero ser.
Por todo esto, la felicidad verdaderamente está en cada uno de nosotros, aunque se confunda con el placer, el bienestar y la tranquilidad, que son cosas deseables, pero transitorias.
La felicidad tiene un elemento primordial, que es la voluntad de ser feliz, y esa es una voluntad que el mundo pondrá a prueba muchas veces; el siguiente elemento es la capacidad de ser feliz, que se mide en la capacidad de compartirse con otros y de estar en paz con uno mismo, o sea, que va de afuera hacia adentro y de adentro hacia afuera, y que lleva forzosamente al tercer paso, que es la capacidad de hacer felices a otros.
En este proceso, el Ego a veces estorba, y digo a veces porque quiero repetir que el Ego no es un ente malvado, sino una construcción mental formada por nuestra educación, nuestra cultura, nuestros intereses y repudios, anhelos y prejuicios, y que a veces está mal integrada y nos estorba en el proceso de alcanzar la plenitud.
El Ego estorba porque, por ser inmediatista, quiere resolver los qués sin detenerse a pensar en los cómos. Si una persona se concentra en lo que quiere para ser feliz, estará perdiendo de vista cómo puede ser feliz, con o sin lo que está queriendo en el momento, o desarrollando un plan sensato que le permita llegar a donde quiere cambiando las estrategias y las actitudes que, por Ego, no ha querido cambiar.

Manuel Sañudo Gastélum
Coach y Consultor
Sitio: www.manuelsanudocoach.com.mx
Correo: manuel@entusiastika.com
DR © Rubén Manuel Sañudo Gastélum. Se prohíbe la reproducción sin el permiso del autor.

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