Roberto Alvarez Quiñones
Aunque puede parecer una aberración, o una exageración para quienes no han vivido bajo un sistema totalitario comunista, no es justo, ni exacto, calificar de delito el robo de productos agrícolas y pecuarios al Estado castrista. Por lo menos así a secas, sin dar más detalles,
No hubo nunca en Cuba robo masivo e institucionalizado en los campos cuando era el país mayor exportador de alimentos de Latinoamérica en proporción al tamaño de su población, según un detallado informe de la FAO de 1957.
El contraste con el presente es abrumador. Hoy, en 2021, con una cartilla de racionamiento de alimentos (la “libreta”) vigente desde que se estatizaron las tierras en 1959, la dictadura aún encabezada por Raúl Castro, lejos de liberar a los campos del hambreador monopolio estatal se dedica a organizar patrullas paramilitares en los campos para impedir que los ciudadanos roben en las granjas para poder matar el hambre, o aliviarlo.
A mi modo de ver, dada la agobiante y creciente escasez de alimentos, sacar furtivamente productos agrícolas o ganado de una granja estatal para hacerlos llegar –vía clandestina– a los consumidores no es otra cosa que la expresión, inevitable, de la necesidad del comercio privado mayorista que el régimen comunista no permite.
Es la propia dictadura la que promueve el robo en las granjas
Ese comercio sigiloso es el que de veras alimenta a los cubanos y evita que aumente la cantidad de personas con síntomas de desnutrición, en especial por la falta de proteínas en su dieta.
Además, es el que impide que en las granjas estatales y en las fincas de los campesinos se pudran en los campos y en los almacenes estatales hasta el 57% de las cosechas, como reveló hace dos años una agencia española no gubernamental de ayuda al desarrollo (ONGD). Y hoy es peor, pues el Estado tiene menos camiones, o están rotos, o no hay gasolina suficiente. Y para colmo, el gobierno no permite que los campesinos los comercialicen ellos mismos por su cuenta.
En todo caso lo que técnicamente tal vez podría calificarse como delito sería que no se le paga al Estado lo extraído. ¿Pero hay acaso alguna opción para pagar? Quien intente hacerlo va a la cárcel.
O sea, es la propia dictadura castrista la que promueve este tipo tan singular de robo en las granjas. En vez de entregar las tierras en propiedad a quienes las quieran trabajar, organiza brigadas armadas para custodiar los campos. Y pululan por toda la isla
Policías impidieron a avileños comer 66,139 libras de bananos
Recientemente en la provincia de Ciego de Avila se crearon varias para vigilar granjas estatales, sobre todo de La Cuba, la mayor productora de bananos, o platanitos, como se llaman en Cuba, que abastece a los hoteles turísticos en los cayos de la costa norte. De allí salieron tres grandes camiones privados que fueron interceptados por agentes policiales. Fueron confiscadas 66,139 libras de bananos que iban para el mercado negro. Y miles de familias avileñas no pudieron comer platanitos.
Fueron enviados a restaurantes y hoteles, a los generales y el resto de la nomenclatura oligárquica, y otra parte se la apropiaron los propios confiscadores para su consumo, y para venderlas a “gente de confianza” (que no los delaten a la policía, o al Comité de Defensa de la Revolución de la cuadra). En otros dos municipios avileños fueron decomisadas otras 90,385 libras de plátanos y bananos. Hay escasez de alimentos y la demanda no para de crecer. Y punto.
Y aquí encaja bien una frase bíblica: “Aquel que no trabaje no podrá comer”, escrita por el apóstol San Juan y que aparece en el Nuevo Testamento. El hambreador de pueblos Vladimir Lenin la manipuló y convirtió en consigna bolchevique en El Estado y la revolución (1917), y la adaptó: “El que no trabaja no come“, refiriéndose a que los burgueses eran “parásitos” que vivían del trabajo de los obreros y campesinos.
Pues bien, si Castro II no libera las fuerzas productivas del campo podría producirse otra modificación, insólita: “En Cuba sin robo en los campos casi no se puede comer“. Con la aclaración semántica de que la palabra robo aquí no significa robar propiamente, y valga el absurdo.
Si no fuese por el mercado mayorista clandestino habría hambruna en la isla, pues en rigor nadie podría alimentarse luego de que se le acaba lo poquito que le dan por la “libreta” (alcanza para una semana o 10 días).
¿Y de dónde se abastece ese mercado alimentario salvador “ilegal”? De los campesinos que se arriesgan a multas asombrosas o ir a la cárcel por no entregar el 80% de sus cosechas al Estado (Acopio); y sobre todo de los comerciantes privados que también a un alto riesgo extraen furtivamente los productos agrícolas.
Sin robo de vacas no se puede comer carne de res
Por supuesto, no solo bananas salen por la “puerta de atrás” de las granjas. Un campesino, que prefirió no dar su nombre, dijo al periodista independiente Osmel Ramírez, en Holguín: “como ya no hay puercos, roban más reses”.
¿Por qué las roban? Porque en 1958 había en la isla 6.6 millones de cabezas de bovinos, uno por cada habitante y hoy hay 3.8 millones de cabezas para 11.3 millones de habitantes, tres personas por vaca y en el puro hueso de flaca. Créase, o no, actualmente el consumo per cápita de carne vacuna en Cuba es inferior a las 1.2 libras mensuales en Gambia, el más bajo de Africa.
Y pensar que el consumo per cápita cubano de carne de res en 1958 fue de 6.7 libras mensuales (80.4 libras en el año). Padres, abuelos y bisabuelos comían diez veces más carne de vaca y tomaban mucha más leche que hoy sus hijos, hijos y bisnietos. En 1958 Cuba producía casi 1.000 millones de litros de leche y hoy menos de 400 millones de litros. Estadísticas de la FAO muestran que a fines de los años 50 Cuba poseía la mejor ganadería tropical del mundo, y que había desplazado a EEUU en la exportación hacia Latinoamérica de sementales de la raza cebú, unos 1,000 toros anuales.
Si en Cuba hoy no se robaran vacas prácticamente solo los turistas extranjeros y los vividores en el poder podrían comer carne bovina. Ya muchos cubanos casi han olvidado a qué sabe un buen bistec filete de res. Infinidad de niños y adolescentes nunca lo han comido.
En Camagüey, la provincia más ganadera del país, hay noches en las que desparecen entre 30 y 120 cabezas de ganado vacuno, según reportes oficiales. De ahí sale carne y sus derivados para el enorme mercado negro de La Habana y Varadero.
Pero lo más curioso e indignante en todo esto es que quienes sí roban de verdad en los campos, literalmente hablando, son los privilegiados vividores de la cúpula dictatorial. ¿De dónde salen los almuerzos y cenas homéricas en sus madrigueras amuralladas? ¿De la “libreta”? ¿Tienen sueldos de 40,000 pesos mensuales, o de 1,700 dólares, para comprar en las shopping todo lo que sirven en sus festines pantagruélicos, o en cada desayuno, almuerzo y cena cotidiana?
No gastan nada. Se lo roban al Estado. No compran langostas, carne de res y cerdo, pescado, o manzanas de California, uvas, frutas, vinos y turrones españoles, cerveza checa o alemana, ni nada parecido en el mercado negro alguno. Les llegan fresquecitos directamente del campo, de los almacenes estatales y del extranjero ¿Sirve Mariela Castro (hija del dictador) arroz con chícharos y un pedazo de boniato, o un huevo hervido, en la mesa de su millonaria mansión de calle 66 y Séptima Avenida de Miramar?
Esos son los verdaderos ladrones en Cuba. Lo otro es pura defensa propia del pueblo para subsistir. Lo otro es el mercado privado mayorista que prohíbe la dictadura comunista y anticubana. Bueno, no lo permite, pero como hemos visto, y parafraseando al gran Galileo Galilei: “Eppur si muove”