Hacia la destrucción del Partido Republicano

María Luisa Arredondo*

María Luisa Arredondo.

Cuando el 3 de mayo de 2016 el senador Lindsey Graham advirtió que si los republicanos nominaban a Donald Trump el partido quedaría destruido y lo tendría bien merecido, sabía bien de lo que hablaba. Casi cinco años después, el legado del expresidente no podía ser peor: en 2018 los republicanos perdieron la Cámara de Representantes y en 2020 el Senado y la presidencia. Pero lo más grave de todo es que han perdido su identidad y su futuro está gravemente amenazado por la división que se ha creado entre quienes defienden a ultranza a Trump y quienes lo consideran un lastre.

El juicio político en el que Trump salió absuelto, pese a la abrumadora evidencia de que incitó a una turba a tomar el Capitolio con un saldo de cinco muertos, ha profundizado la guerra que se libra en las filas de su partido. Aunque muchos senadores republicanos, entre ellos su líder Mitch McConell, reconocieron la responsabilidad del expresidente en la insurrección del 6 de enero, al final solo siete se atrevieron a declararlo culpable.  El resto votó a favor de su absolución con una excusa de carácter técnico: que el juicio era anticonstitucional –porque el acusado ya no está en la Casa Blanca.

La realidad es que quienes votaron a favor de exculpar a Trump lo hicieron por temor a las represalias de éste. Por increíble que parezca, el expresidente es aún el líder máximo de los republicanos. La razón es muy simple. Varias encuestas indican que, aunque ha perdido terreno, es todavía el candidato favorito de su partido para contender por la presidencia en 2024. Un estudio de American Enterprise Institute señala que casi ocho de cada diez adultos que se identifican como republicanos tienen una opinión positiva de Trump. Más preocupante resulta aún el hecho de que esa institución revela que el 40% de los republicanos considera que la violencia política está justificada cuando los líderes no actúan para defender al país.

Esto explica el por qué el congresista Kevin McCarthy, a pesar de haberse confrontado con Trump y de criticarlo por negarse a detener el ataque contra el Capitolio, fue a visitarlo hace unos días a Florida en busca de su apoyo para impulsar las candidaturas de los congresistas republicanos en las elecciones de 2022. 

Pero muchos otros republicanos destacados, como la senadora Lisa Murkowski de Alaska y el gobernador de Maryland, Larry Hogan, consideran que, para salir de la crisis que enfrentan es indispensable que el partido rompa para siempre sus lazos con Trump por el peligro que representa para la democracia y para la unidad del partido.

Es de esperarse que las divisiones entre los republicanos se acrecienten en los próximos meses porque Trump está dispuesto a volver a la arena política. Pero no tendrá el camino despejado. Le aguardan numerosas investigaciones criminales, entre ellas una en Georgia por haber presionado al secretario de Estado, Brad Raffensperger, a cambiar los resultados electorales en esa entidad. En Nueva York también se investiga si el exmandatario infló el valor de sus propiedades para asegurar préstamos y obtener beneficios fiscales.

Pese a la gravedad de estas acusaciones, ninguna parece importarle a quienes aún respaldan a Trump, como es el caso de Graham, quien se ha convertido en el prototipo de la hipocresía política, pues un día asegura una cosa y al siguiente cambia 180 grados de postura. Lo que más llama la atención es que sea justamente el senador de South Carolina, el que predijo la destrucción de los republicanos a causa del trumpismo, el que ahora lo considere como la única salvación para su partido.

El oportunismo e hipocresía de Graham es un claro reflejo de la peligrosa paradoja que enfrenta el Partido Republicano: Trump es su líder indiscutible, el que puede asegurarles más votos y es, al mismo tiempo,  su mayor enemigo.

*María Luisa Arredondo es la fundadora y directora ejecutiva de Latinocalifornia.com

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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