
María Luisa Arredondo*
La llegada de Rosario Piedra Ibarra a la presidencia de la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) en México no pudo haber sido más desafortunada.
Piedra Ibarra tomó protesta de su cargo el pasado 12 de noviembre en una ceremonia efectuada en el Senado de la República que se convirtió en un verdadero circo en el que hubo desde jaloneos y gritos de inconformidad hasta denuncias de que su nombramiento representó un fraude.
El rechazo a Piedra Ibarra por parte de la oposición y de gran parte de la sociedad civil se debe, en esencia, a dos hechos: en primer lugar, a que es una persona muy cercana a López Obrador, lo que hace temer que pondrá en entredicho la autonomía de esa institución.
Y en segundo lugar, se alega que su designación viola la ley que exige que los aspirantes a presidir la CNDH no hayan ocupado ningún puesto de dirección en un partido político, por lo menos un año antes de su nombramiento. Sin embargo, como ha trascendido, Piedra Ibarra fungió hasta hace unos días como consejera estatal y nacional de Morena, el partido en el poder.
La nueva dirigente ha desmentido estas acusaciones e insiste en que renunció a su cargo en Morena desde hace años. Pero hasta ahora no ha dado pruebas de ello y por esta razón el procedimiento para su designación ha quedado manchado por las dudas, las descalificaciones y la sombra de la ilegalidad.
El descontento no se ha limitado a los partidos de oposición sino incluso a los miembros de la CNDH. Cinco destacados consejeros de la institución, entre ellos el exsacerdote Alberto Athié, considerado un paladín en la defensa de las víctimas de la pederastia clerical, han renunciado a sus cargos en protesta por el nombramiento de Piedra Ibarra.
A diferencia de sus antecesores, en su mayoría abogados expertos en derechos humanos, Piedra Ibarra llega a la presidencia de la CNDH en calidad de víctima y activista.
Desde la década de 1970, ha acompañado a su madre, Rosario Ibarra de Piedra, en la batalla para esclarecer el paradero de los desaparecidos políticos. Ambas iniciaron esta lucha a raíz de que su hermano Jesús, integrante de la Liga Comunista 23 de Septiembre, fue secuestrado por la Dirección Federal de Seguridad en Monterrey.
Ante los señalamientos de que su designación ha herido de muerte a la CNDH, la nueva dirigente dice que demostrará con su trabajo que luchará por la defensa de los derechos humanos y por los desaparecidos y perseguidos políticos, que suman miles.
Sin embargo, una de sus primeras declaraciones ante los medios confirma las dudas sobre sus credenciales para estar al frente de la CNDH y mantener una sana distancia frente al gobierno federal. Al cuestionarla acerca de los periodistas que han matado recientemente en México, que ya suman 13 en lo que va de este sexenio, respondió: “¿Han asesinado a periodistas?”. Como su toma de protesta, esta declaración no pudo haber sido más desafortunada.
*María Luisa Arredondo es fundadora y directora ejecutiva de Latinocalifornia.com