
María Luisa Arredondo*
Abundaron los insultos, las agresiones, la sorna y hasta las ocurrencias, pero tal como sucedió en el primer debate para la presidencia de México, en el segundo escaseó lo más importante: las propuestas viables.
El debate, que se llevó a cabo en Tijuana, giró alrededor de los derechos de los migrantes, el comercio, la inversión y la seguridad fronteriza, temas de especial importancia para los mexicanos que vivimos en Estados Unidos.
Pero ante los cuestionamientos concretos de qué harán para defender a los indocumentados que son separados de sus familias y deportados sin piedad, así como para enfrentar los constantes embates de Trump, los candidatos decepcionaron al recurrir a generalizaciones, lugares comunes, ideas trilladas y, sobre todo, a sólo echarse culpas unos a otros.
El candidato del PAN y del PRD, Ricardo Anaya, por ejemplo, subrayó algo que ya sabemos de sobra: que Peña Nieto cometió un error inaceptable al haber invitado a Trump a Los Pinos pese a los insultos que había proferido contra los mexicanos. Pero no atinó a hilar una estrategia clara de cómo contrarrestará la avalancha de ataques del jefe de la Casa Blanca.
“Hay que exigirle a Estados Unidos que también haga su parte. ¿De qué se mueren 60.000 personas allá cada año? De sobredosis de droga. Y, ¿qué hacemos nosotros para evitar que les llegue la droga? De todo y a un coste altísimo”, dijo.
El diagnóstico de Anaya es correcto, pero no ofrece suficiente luz sobre la forma en que el gobierno de México le exigirá al de Estados Unidos “que haga su parte”. ¿Qué temas pondría sobre la mesa para lograr este objetivo y cómo los negociaría?
Andrés Manuel López Obrador, de Morena, puntualizó que si es necesario recurrirá a la ONU para defender los derechos de los migrantes y que le propondrá a Estados Unidos una especie de alianza para el progreso que incluya también a Canadá y a Centroamérica para que haya trabajos. Aunque la idea podría resultar novedosa, no toma en cuenta un obstáculo claro: la reticencia de Trump a dialogar con México, que es lo que le reditúa más entre su base.
En lo que sí tuvieron razón tanto Anaya como AMLO fue en señalar que el gobierno de México no va a tener autoridad moral para exigirle a Washington que respete a los mexicanos mientras no se respete a los centroamericanos que pasan por el país vecino.
José Antonio Meade, del PRI, dijo por su parte que, de triunfar, no va a permitir ningún acuerdo de ningún tipo, en ningún tema, que no esté basado en el respeto, lo que suena más a una amenaza hipotética que a una política viable, como ha ocurrido con el gobierno actual, del que él forma parte.
Jaime Rodríguez Calderón, “El Bronco” se mostró partidario de tener la vista hacia el sur y convertir a Chiapas en California, pero no elaboró como lograría este objetivo que sin duda sería a muy largo plazo. En una más de sus ocurrencias dijo que podría amenazar a Trump con expropiar Banamex, idea de la que después se retractó.
Así las cosas, el debate demostró que el tema de los mexicanos que vivimos en Estados Unidos no es una prioridad para los candidatos a la presidencia a pesar de que las remesas que enviamos de aquí para allá se han convertido en una de las principales fuentes de ingresos para México. El único factor que, eventualmente, podría cambiar esta situación sería que cada vez más mexicanos que radicamos de este lado de la frontera participáramos en las elecciones de nuestro país natal.
*María Luisa Arredondo es fundadora y directora general de Latinocalifornia.com