La fuerza de las marchas aquí y allá

Ana Uribe.
Ana Uribe.

Ana Uribe

La marcha de las mujeres que reunió alrededor de 5 millones de personas en varias ciudades de Estados Unidos y el mundo el pasado 21 de enero, es un registro histórico sin precedente. El inicio del nuevo gobierno estadounidense, quedó marcado con las panorámicas masivas de las marchas. Se demandó dignidad y respeto ante las agresiones del nuevo mandatorio desde su campaña presidencial.

Si bien fueron convocadas las mujeres de diversas clases sociales, edades y perfiles raciales, también se sumaron hombres y familias completas. De acuerdo a los registros de los organizadores, en Los Angeles se concentraron alrededor de 750 mil personas y en Washington 500 mil.

Los que participamos en la marcha de Los Ángeles, vimos las avenidas principales del centro de la ciudad saturadas de gente, la ruta señalada inicialmente tuvo que ser ampliada con otras calles paralelas para encauzar a los asistentes. En las estaciones de metro prácticamente era imposible salir, los estacionamientos estaban llenos. En Pershing Square, punto de partida de la marcha, hubo momentos que no podíamos avanzar ni para un lado u otro. Igual sucedió en los puntos de llegada a la avenida Broadway y calle primera de la metrópoli angelina.

El ambiente que se vivió fue de respeto y cordialidad, en sana paz. En medio de la multitud, desfilaron grupos de mujeres danzantes acompañadas con tambores que alegraban el momento. La experiencia fue de bienestar y resiliencia para dignificar ese honor pisoteado por una figura autoritaria que ahora decidirá sobre muchos.

Las pancartas que llevaban las personas en la marcha, mandaron mensajes claros del respeto a los derechos humanos, inclusión a la diversidad y freno a los discursos de odio. Si bien había días lluviosos durante esa semana en gran parte de California, justo ese día, apareció un brillante sol y un agradable clima favoreció la armonía. Un día después vino la tormenta.

Resistir, ha sido un significado presente en el tema de la marcha de las mujeres. Resistir pero no claudicar y permanecer vigilantes. El objetivo fue cumplido en términos de convocatoria y renacieron gramos de esperanza. Habrá que continuar con más acciones civiles pacíficas. La movilización es el comienzo, no el fin. A pesar de que la libertad de expresión es un derecho ciudadano en Estados Unidos, la nueva administración federal y gobiernos estatales conservadores, buscará forma de reprimir y desacreditar. Basta ver las acciones ejecutivas ordenadas a unos días de la llegada del nuevo mandatario a la Casa Blanca.

En México ha habido marchas por todo el país que cuestionan la incompetencia del presidente Peña Nieto y su falta de liderazgo que ha llevado al país a una profunda crisis económica y social. Los altos costos de los combustibles y la violencia han reactivado las movilizaciones masivas desde el inicio del año. En Mexicali, Baja California, la marcha de más de 40 mil personas hace días, presionó al gobierno que detuviera la privatización del agua. Es un logro producto de la presión social.

Las marchas son una expresión colectiva que evidencia demandas de una sociedad que busca acciones de justicia y dignidad. Tienen impacto porque evidencia el grosor del músculo social y su fuerza. Pueden derribar muros y lograr conquistas que parecen perdidas. Grandes cambios han en el mundo han surgido por las manifestaciones pacíficas en las calles. Por lo que se avecina, seguramente las calles serán tomadas más de una vez.

 

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