
Una vez más el gobierno de los hermanos Castro pasa gato por liebre cuando informa sobre el comportamiento anual de la economía de la isla. Hace unos días el ministro de Economía, coronel Marino Murillo, adelantó que en 2014 el Producto Interno Bruto (PIB) aumentó en un 1.3%, una cifra que aunque por debajo del 2.2% programado está en terreno positivo, y afirmó que el crecimiento en 2015 será “ligeramente superior al 4.0%”.
Así será informado el próximo 19 de diciembre en la Asamblea Nacional. ¿Pero, creció de veras la ruinosa economía cubana? No, probablemente tuvo una contracción tal vez superior al -0.5% registrado por los países latinoamericanos con gobiernos populistas que integran el Mercosur (Venezuela, Argentina, Brasil, Uruguay, Bolivia y Paraguay), en contraste con las naciones con gobiernos más sensatos de la Alianza del Pacífico (México, Colombia, Perú y Chile) que crecieron un 2.8%, según la CEPAL.
El PIB es el valor monetario del total de la producción de bienes y servicios (cobrados) de un país, generalmente en un año. El de Cuba apenas puede crecer por dos razones: 1) Cuba produce muy poco (tuvo que importar alimentos por más de $2,100 millones en 2014), y 2) desde hace unos 20 años la tasa de inversión no llega ni al 10% del PIB, mientras en el resto de Latinoamérica oscila entre 25% y 32%. O sea, el país de hecho está descapitalizado. Y sin inversión no hay incremento de producción y servicios.
Pero los Castro tienen sus mañas. Suman como nuevos valores creados (que van al PIB) los servicios gratuitos de salud pública, educación y otros, que no generan ingresos, sino que son egresos netos del Estado. Algo único en la Tierra.
La costumbre de falsear estadísticas data del propio año inaugural 1959, cuando en noviembre de ese año el marxista-estalinista Che Guevara (que de finanzas no sabía nada) sustituyó al economista liberal Felipe Pazos (graduado en New York) como presidente del Banco Nacional de Cuba.
Cuando al médico argentino le informaron que el PIB en 1959 había crecido menos de un 1% montó en cólera y ordenó que se emplease otro método no tradicional (que se empleaba en todo el mundo) más “creativo” para calcular el PIB. El neófito presidente del banco central cubano consideró que aquella exigua tasa de crecimiento presentada era una acción deliberada de tecnócratas “burgueses” para dañar la imagen del Gobierno Revolucionario.
Desde entonces Cuba carece de un sistema confiable de cuentas nacionales para medir el PIB. Tiene uno tan “original” que permite inflar las cifras con fines políticos. Al implantarse el sistema de economía centralmente planificada y sobre todo con la entrada de Cuba en el CAME no hubo mayores problemas, pues en las economías comunistas las cifras macroeconómicas se podían adecuar a las “orientaciones” de la cúpula dictatorial. Incluso al PIB se le cambió el nombre por el de Producto Social Global (PSG), un invento soviético para diferenciarlo del modelo occidental.
Gato por liebre
Al derrumbarse el sistema comunista europeo Cuba regresó a los tiempos del Che Guevara en el BNC, pero los economistas esta vez fueron aún más creativos y surgió el actual sistema de medición del PIB.
Este consiste en aplicar arbitrariamente cuentas y categorías capitalistas a una economía socialista. Por ejemplo, en el sector de la salud se calcula cuánto costarían en países capitalistas las cirugías realizadas en los hospitales de Cuba durante un año. Igualmente el gobierno hace un estimado de cuánto valdría cada análisis de sangre, rayos-X, ultrasonido, o una consulta con un especialista. Y en el sector de educación se calculan los costos de las carreras universitarias en naciones capitalistas, o los cursos que se dan por la TV si se vendieran en DVD como en otros países, etc.
Esta ficción contable equivale a miles de millones de dólares que se contabilizan como ingresos y nuevos valores creados. O sea, se suman valores ficticios de servicios prestados gratuitamente como si hubiesen sido cobrados y generado ingresos al Estado o a supuestas instituciones privadas que en Cuba no existen.
En todas partes del mundo estos gastos netos del Estado (no cobrados) se cuentan como “transferencia de renta”, o sea, constituyen una reducción del presupuesto por esos servicios no cobrados. O sea, son gastos simple y llanamente, y no se pueden considerar como nuevos valores creados. Todo este trucaje castrista se realiza basado en otro fraude al darle al peso convertible cubano (CUC) una equivalencia con el dólar estadounidense que simplemente es falsa.
Gratuidad pagada por ‘amigos’
Lo de registrar pasivos como activos quizás fue inspirado en que en la contabilidad normal (la capitalista) las Cuentas por Cobrar son parte del Activo Corriente, pues se convierten en ingresos al ser cobradas. Pero en Cuba la salud y la educación son servicios estatales no cobrables, que además no pueden ser sustentados por una economía tan improductiva que no genera riquezas suficientes para financiarlos. Es por ello que la nación necesita multimillonarios subsidios, que antes le llegaban de Moscú y ahora de Caracas. O sea, la gratuidad de la salud y la educación en Cuba siempre la financian “amigos” foráneos.
Si todos los gobiernos del mundo hiciesen lo mismo que la dictadura castrista, el PIB global del planeta no sería de 72 billones de dólares (como fue en 2013), sino un gran embuste de $200 billones. Técnicamente no habría pobreza en la Tierra.
El coronel Murillo miente, como han mentido de oficio todos los ministros a cargo de la economía cubana desde los tiempos del comandante Guevara. El récord, sin embargo, lo ostenta el defenestrado José Luis Rodríguez, a quien le “tocó” informar en 2006 que ese año el PIB cubano creció en un 12,5%, la mayor tasa del mundo, por encima de la de China que fue de un 10,7% y la más alta registrada nunca en América Latina en la historia reciente. El propio Rodríguez un año antes, 2005, afirmó sin sonrojarse que el PIB cubano había crecido en un 11,8%.
No pudo haber crecimiento económico en Cuba en 2014, cuando no se cumplieron los planes azucareros, de la industria en general y en particular la manufacturera, la producción agrícola y pecuaria, la construcción, el transporte, el comercio. Y el turismo tampoco captó los tres millones de visitante esperados.
Manipular por ‘honor revolucionario’
Salvo cuando se produjo el cese de los subsidios soviéticos, el régimen castrista jamás ha admitido una contracción del PIB. Para los Castro (como lo fue para el Che), es cuestión de “honor revolucionario” mentir antes de reconocer estadísticas adversas que podrían ser utilizadas por el “enemigo” para cuestionar el socialismo y la revolución.
Lo asombroso es que la CEPAL acepta tranquilamente las cifras manipuladas que le suministra el gobierno castrista. Varios días después de que Murillo dijese que la economía cubana crecerá más de un 4% el año próximo, esa institución regional de la ONU rebajó en sólo un punto dicha cifra y ahora estima que para 2015 la economía de la isla crecerá en un 3%. ¿En qué se basa realmente esa entidad para hacer semejante pronóstico?
Casi todos los organismos internacionales aceptan estas estadísticas ficticias. Sus expertos, o saben que no son reales, o son tontos. Pero no dicen nada, por no disgustar a los Castro, o por razones ideológicas. Por eso para los cubanos muchas de dichas instituciones carecen de credibilidad.
En resumen, no importa que La Habana manipule estadísticas económicas y sociales. Nadie las cuestionará a fondo. Y es esa la “realidad” cubana que conoce el mundo entero.