Funestos récords cubanos

Roberto Álvarez Quiñones.
Roberto Álvarez Quiñones.

Los gobernantes latinoamericanos debieran tener en cuenta, antes de darle espaldarazos constantes  al gobierno de los hermanos Castro,  que en materia política Cuba es un funesto recordista internacional con marcas que avergüenzan cada vez más a los cubanos. De sus casi 112 años de república independiente, en 73 de ellos ha estado sometida por tiranías. No hay nada parecido en todo el hemisferio occidental.

Otro record mundial impresionante es el establecido por  Fidel Castro:   es  el dictador que más tiempo ha gobernado en toda la historia moderna:   52 años y tres meses (enero de 1959 a abril de 2011). Hay otras dos plusmarcas cubanas imbatibles a nivel continental: hace 66 años que los cubanos no eligen a su Jefe de Estado, y Cuba es el único país del hemisferio que en el último medio siglo su ingreso per cápita ha retrocedido en vez de avanzar. Ni Haití tiene hoy un nivel de vida más bajo que en 1958.

Dos terceras partes  del  tiempo transcurrido  desde que Cuba dejó ser colonia de España  (lo fue durante 406 años)  y territorio ocupado por Estados Unidos por cuatro años (1898-1902), ha sufrido  bajo las botas de cuatro dictadores:   Gerardo Machado, Fulgencio Batista (en dos diferentes períodos), Fidel y Raúl Castro.

De esas  plagas, las  tres primeras (18 años) fueron dictaduras “normales” — como las tantas habidas en Latinoamérica–, pero la cuarta  ha sido un cataclismo socioeconómico y humano que ha devastado la sociedad cubana hasta los cimientos.

En el  otro tercio de  vida republicana hubo  8 presidentes electos democráticamente. Los últimos comicios presidenciales  tuvieron lugar en 1948.

‘Chispazos’ de democracia

Los períodos o “chispazos” de democracia en Cuba suman  36 años.  Los otros tres años que completan los 112 corresponden  a  una intervención de Washington  de 1906 a 1909. Gobernaron la isla William Taft  (luego presidente de EE.UU), por unos días, y luego Charles Magoon  hasta enero de 1909, en que entregó el poder a José Miguel Gómez,  general de la Guerra de Independencia, electo  Presidente en septiembre de 1908.

Luego fueron electos  Mario García Menocal  (1913-1921), también general de la Guerra de Independencia, por  dos períodos consecutivos que permitía  la Constitución de 1901;  Alfredo Zayas (1921-1925),  y otro general independentista, Gerardo Machado,  en 1925. En el gobierno constitucional  de este último se realizaron  importantes obras, incluyendo la Carretera Central  (que con 1,139 kilómetros de largo sigue siendo hoy la única que une al occidente con el oriente del país), el  Capitolio Nacional, acueductos,  hospitales y muchas otras obras, mientras la economía avanzaba aceleradamente.

Machadato

Pero al cumplir su mandato de cuatro años en 1929 Machado  se negó a entregar el poder  y estableció  la primera dictadura, caracterizada por  la represión,   el asesinato de opositores políticos y una gran corrupción, en medio de una profunda recesión  derivada  del desplome del precio del azúcar debido a la crisis económica internacional y la Gran Depresión en EE.UU.

Ante la  rebelión popular  encabezada por  sindicatos  y organizaciones revolucionarias,  y  las presiones de Washington  apoyadas por  el general Alberto Herrera ,  jefe del  Ejército,  Machado huyó del país. El 12 de agosto de 1933, con el país paralizado por una huelga  general iniciada una semana antes,  el dictador viajó a  Bahamas. Dicen que al subir al avión  expresó: “Después de mí, el caos”

Efectivamente hubo un caos político de tres semanas, hasta  que el  4 de septiembre de 1933 el sargento Fulgencio Batista tomó el poder al frente de una sublevación de suboficiales a la que se unieron luego unos 100 oficiales del  Ejército.  Fue designada una Pentarquía de gobierno que Batista no quiso integrar para ostentar el verdadero poder  político como  Jefe del  Ejército, ya ascendido a coronel.  La presidencia colegiada duró seis días y el  10 de septiembre  quedó como  único Presidente uno de sus integrantes,  el doctor Ramón Grau San Martín.

Pero el gobierno de Grau era incapaz de poner orden en el país. La violencia subió de tono –con terrorismo y  pandillerismo incluidos–, entre otros factores por la pugna  entre los partidarios del nacionalista Antonio Guiteras  (ministro del gobierno) y los comunistas , que siguiendo  los dictados de Moscú acusaban al  gobierno de “falso izquierdismo, “poco revolucionario”,  y  “demagogia”.

Claramente  los comunistas  contribuyeron  a hacer  fracasar el proyecto popular  de corte socialdemócrata  y nacionalista de Grau, a cuyo gobierno torpedearon  con huelgas y protestas constantes.  En tanto,  la violencia anarco-nacionalista, cuyo líder era Guiteras,  fue la precursora de lo que luego se llamó el “bonche universitario” de los años 40, una eclosión de sangrientas pandillas en las que  Fidel Castro  inició su carrera política.

Batistato

Vapuleado por la inestabilidad, el gobierno de Grau San Martín duró  sólo 127 días.  En enero de 1934,  alentado por EE.UU,  el coronel  Batista  forzó la renuncia de Grau y dio inicio a  la segunda dictadura cubana.

Durante más de seis años el ahora  general golpista dirigió el país, no desde el  Palacio Presidencial, sino entre tanques de guerra  en el Campamento Militar de Columbia.  Para cubrir las apariencias, Batista  nombró  o hizo elegir a seis   “Presidentes”  de la República, hasta que en 1940 aspiró por las buenas y con una plataforma populista fue electo Presidente en unas elecciones democráticas, con el apoyo del Partido Comunista (Partido Unión Revolucionaria Comunista) su aliado político desde 1938.  Dos dirigentes de dicho partido,  Juan Marinello y Carlos Rafael Rodríguez, fueron nombrados  ministros del Gobierno.

En 1944 hubo elecciones limpias y fue electo presidente Grau San Martín, a quien Batista le entregó el poder.  Y en 1948 fue electro  Carlos Prío, el  último Presidente legítimo de Cuba. El 10 de marzo de 1952, a  tres meses de unas elecciones en las que el candidato Batista iba  detrás en las encuestas,  éste nuevamente  dio un golpe de Estado e inició la  tercera dictadura del país.

Grave error de Washington

El gobierno de Estados Unidos, ante el avance de la influencia y la expansión de la Unión Soviética, se hallaba en medio de la paranoia macarthista y a veces veía comunistas donde no los había. Y así  alentó a Batista a que diera el  golpe de Estado por temor a que en las elecciones presidenciales de junio obtuviera el triunfo  el candidato del Partido Ortodoxo,  de carácter socialdemócrata  que  la inteligencia y la diplomacia de EE.UU increíblemente  consideraba  “muy cercana” al comunismo cuando realmente era una organización política anticomunista desde su fundación en 1947.

De manera que los “sesudos” macarthistas de  Washington  coadyuvaron  a romper el orden democrático en Cuba y a establecer una dictadura militar.  Obviamente  aquel régimen inconstitucional y represivo  fue rechazado y se inició una rebelión popular nacional que rápidamente encabezó  el ex “gatillo alegre”  universitario Fidel Castro.

El 1 de enero de 1959,  ante la creciente lucha popular,  y el retiro del apoyo de EE.UU –que le decretó  un embargo de armas a su gobierno–,  Batista  abandonó el país y  Castro tomó el poder al frente del  Ejército Rebelde.  Pero  lejos de convocar elecciones  presidenciales, como prometió  desde la Sierra Maestra,   asumió todos los poderes públicos, el 16 de febrero de 1959. Y luego implantó el comunismo de verdad  y convirtió a Cuba en un satélite de la URSS, incluso con armas nucleares.

Aquella  mañana de febrero de 1959 fue  equivalente al 18 de Brumario (9 de noviembre de 1799), el golpe de Estado de Napoleón Bonaparte que liquidó al Directorio, el gobierno de la Revolución Francesa.  El Bonaparte barbudo del Caribe  estableció  la cuarta dictadura militar cubana,  hasta  hoy.

La miopía de Washington para distinguir entre partidos  socialdemócratas y marxistas-leninistas  contribuyó a  la ruptura de la frágil democracia cubana  –duró sólo 8 años desde el final de la primera dictadura batistiana–, y al advenimiento  de una tiranía. Castro canalizó el rechazo a esa dictadura y condujo al país hacia un sistema comunista real.  EEUU, que no quería caldo, se tuvo que tomar tres tazas. Vaya  ironía.

El diluvio castrista

El daño causado a Cuba por el castrismo  semeja los efectos  de un diluvio bíblico.  En derramamiento de sangre y sufrimiento de la población los Castro fueron  más lejos que Machado y Batista.  Sumados los opositores  políticos fusilados con  los miles de caídos en combate en  Africa,  Medio Oriente y  Latinoamérica,  los miles de balseros devorados por tiburones o ahogados en el estrecho de la Florida, y los presos políticos muertos en huelgas de hambre, el castrismo acumula  mucho más víctimas mortales que las provocadas  por Pinochet, Trujillo, Duvalier, los Somoza, Stroessner,  y los regímenes militares de Argentina, Brasil, Uruguay y Bolivia, todos ellos juntos.

Machado y Batista fueron  muy represores,  pero no tocaron  la  libertad económica de los ciudadanos  para crear riquezas, el sector privado.  Y Cuba  progresó.  Los Castro son más represores, por más tiempo, y  encima  borraron del mapa al sector privado, expulsaron de la isla el “know how”  y el capital humano más capacitado,  y destruyeron  el aparato productivo nacional en tal grado que el país se halla prácticamente en ruinas.

Para colmo, al retirarse por enfermedad  Fidel  no convocó las elecciones prometidas, sino que le entregó el poder a su  hermano.  Y ahí sigue el castrismo haciendo  miserable  la vida de un pueblo que a mediados de la centuria pasada  tenía uno de los más altos niveles de vida en Latinoamérica y hoy es uno de los más pobres.

 

 

 

 

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