México: abusos contra los centroamericanos

María Luisa Arredondo.
María Luisa Arredondo.

Entre 1939 y 1942, México le dio asilo a casi 25 mil refugiados de la Guerra Civil Española. Fue una política humanista que inició el entonces presidente Lázaro Cárdenas para abrir  las puertas a quienes luchaban contra el fascismo de Franco.

Es bien sabido que junto a los campesinos, obreros y  empresarios que llegaron en barco a las costas mexicanas se encontraba también una larga lista de científicos e intelectuales que enriquecieron de manera invaluable el panorama académico y cultural de México. Algunos de los más sobresalientes incluían al cineasta Luis Buñuel, a la pintora Remedio Varo  y a los poetas León Felipe y Luis Cernuda. Entre los refugiados se encontraban también 500 niños que habían quedado huérfanos por la guerra o eran  hijos de los combatientes republicanos.

En la década de los setenta, el presidente Luis Echeverría quiso continuar con esa política de apertura  que le había dado prestigio a México y por ello su gobierno recibió a miles de peruanos, chilenos, argentinos y uruguayos, muchos de ellos intelectuales perseguidos por las dictaduras militares de sus respectivos países. Dentro de México, sin embargo, Echeverría combatía sin miramientos a los grupos de izquierda mediante la llamada Guerra Sucia.

Con todo y estas contradicciones, hasta ese entonces México tenía en el exterior la imagen de ser un país abierto a los perseguidos políticos extranjeros.

Esta imagen, obviamente, no sólo ha quedado en el pasado sino que hoy resulta difícil de creer cuando vemos los abusos que sufren los centroamericanos que pasan por México ante la mirada impasible de las autoridades y, en muchos casos, incluso  con la complicidad de éstas.

La masacre ocurrida en  2011 en San Fernando, en el estado de Tamaulipas, donde al menos 193 personas, en su mayoría de Centroamérica, fueron asesinadas por los Zetas exhibió a México como uno de los peores países en el trato a los inmigrantes irregulares.

Ante el descrédito mundial que se desencadenó a raíz de la matanza, las autoridades mexicanas prometieron hacer justicia e implementar cambios para evitar nuevas tragedias, pero la realidad es que nada ha mejorado. En el escenario de violencia desenfrenada y total desapego al estado de derecho que se vive en México, los centroamericanos son el grupo más vulnerable y vejado.

Es claro que al gobierno mexicano le ha faltado voluntad y visión política para combatir este problema. En mi opinión, el meollo del asunto es que, al igual que ocurre hoy  en Estados Unidos, en lugar de ver a los inmigrantes como individuos valiosos que desean trabajar y aportar, se les menosprecia, se les ve como una carga social y como indeseables. Con ello se olvidan los millones de ejemplos que nos ha dado la historia sobre la fuerza y la riqueza que representan los inmigrantes para los países que saben aprovechar su valía.

Lo más grave es que mientras en México permanezca esta actitud, además de perpetuarse el sufrimiento de millones de personas, el país dejará pasar una oportunidad de oro para desarrollar su frontera sur.  Si el gobierno mexicano tuviera imaginación, debería sentarse con los mandatarios de Centroamérica para discutir y firmar acuerdos económicos que fomenten la inversión y la creación empleos en esa zona tan olvidada, a pesar de su riqueza en recursos humanos y naturales.

Con ello no sólo se frenarían los abusos contra los indocumentados sino que muchos optarían por no emigrar y, de paso, se le daría una lección a Estados Unidos de cómo se debe trabajar con los países vecinos para superar retos comunes como el de la pobreza, la inseguridad pública y la inmigración indocumentada.

María Luisa Arredondo es la fundadora y directora general de Latinocalifornia.com

 

 

 

 

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