
Durante su trabajo de campo en Los Ángeles, Thomas Ward, profesor de USC, se encontró una noche frente al cañón de la pistola de un miembro de una pandilla.
Ese encuentro con la muerte era una promesa y una amenaza. Más valía que Ward pasara la verificación de antecedentes de la pandilla o de lo contrario no lo contaría.
Pese a ese aleccionador recordatorio de los peligros del trabajo de campo como participante de observación con pandilleros peligrosos, Ward no temió completar su etnografía de la Mara Salvatrucha o MS-13.
Ward pasó la mayor parte de los últimos 16 años en el interior de lo que se considera una de las pandillas más grandes del mundo, la MS-13.
Para ver y descargar el video acerca de la investigación de Ward visite: http://www.youtube.com/watch?feature=player_embedded&v=JugCQAZUrCA
Ward bebió con miembros de pandillas en las fiestas, les horneó pasteles de cumpleaños, y se reunió con sus hijos y sus padres. Los visitaba en los hospitales después de que eran baleados o acuchillados, y los visitó en la cárcel tras ser declarados culpables. También asistió a sus funerales. Le hablaron de sus sueños y sus motivaciones.
El antropólogo se convirtió en amigo cercano de docenas de delincuentes empedernidos ya que entrevistó a más de 150 pandilleros de ocho diferentes cliques durante el curso de su trabajo de campo – en Los Ángeles, cárceles del estado de California, las cárceles salvadoreñas, y las casas de los miembros de pandillas jubilados en El Salvador.
Su trabajo de campo culminó con el libro Gangsters Without Borders: An Ethnography of a Salvadoran Street Gang (Oxford University Press), que proporciona una visión profunda del mundo de las pandillas callejeras.
Aunque es tema de películas y documentales, y es glorificada en el rap gánster en Estados Unidos, gran parte de la vida de las pandillas está mal entendida debido a la naturaleza clandestina de esta subcultura, explicó Ward.
“Las pandillas son una parte inseparable de la vida estadounidense. Sin embargo, todavía hay una gran brecha entre la realidad de las pandillas callejeras y la percepción pública de lo que significa ser miembro de una pandilla”, manifestó.
Ward comenzó su investigación en 1993 al reunirse con cinco miembros activos de la pandilla de Los Ángeles. Posteriormente, dos de estos pandilleros murieron a causa de la violencia de pandillas, uno se recuperó de la adicción al crack, y el otro está cumpliendo cadena perpetua. Esas primeras conexiones acercaron a Ward a la vida de los pandilleros peligrosos.
A través de los años tuvo muchas conversaciones francas con miembros de pandillas, desde el momento de su iniciación hasta mucho después, cuando estaban pensando en abandonar la vida loca, el término en español que suelen utilizar para describir su estilo de vida. Ward descubrió que a los miembros de pandillas a menudo se les permite retirarse después de algunos años de servicio con la pandilla y tener un trabajo de tiempo completo y tomar responsabilidades familiares.
Usando una variedad de técnicas etnográficas, incluyendo entrevistas y observaciones formales e informales en una serie de situaciones diferentes, Ward fue capaz de documentar la complejidad de sus vidas en el transcurso de sus carreras como pandilleros.
A su vez, Ward fue invitado a vender drogas, cometer robos, participar en tiroteos, e incluso convertirse en un miembro honorario de la pandilla, pero siempre se negó a participar en actividades ilegales.
Antes de sumergirse en la subcultura de pandillas callejeras, Ward había pasado 14 años investigando a personas desamparadas que viven en los barrios bajos del centro de Los Ángeles y a la comunidad inmigrante salvadoreña en Los Ángeles.
Ward empezó a trabajar con la comunidad salvadoreña en 1981 mientras era voluntario en una agencia de servicio social que proporcionaba alimentos, vivienda y servicios legales para los refugiados centroamericanos que huían de su país devastados por la guerra.
La experiencia probó ser de utilidad: Ward aprendió sobre la historia y la cultura salvadoreña, incluyendo su argot, lo que le ayudó a ganarse la confianza entre los miembros de la MS- 13. Pero esta situación sólo le proporcionó un fino velo de protección cuando tenía un arma puesta en la cabeza y un cuchillo en su garganta con la advertencia de que lo matarían si era un policía encubierto. A los miembros de la pandilla no les bastó la palabra de Ward para ello – ya que realizaron una investigación de antecedentes, llamando a su patrón y comprobando sus referencias en Los Ángeles.
A pesar de estas amenazas de muerte, Ward vio el lado humano de estos miembros de la MS-13, personas que han tenido vidas difíciles y estaban buscando algo mejor. Ellos anhelaban conexiones familiares, estatus y autoestima.
“Si los miembros de pandillas no ven ninguna esperanza en su futuro, nada va a cambiar”, señaló Ward.
La pandilla MS-13 nació durante la sangrienta guerra civil en El Salvador. Niños refugiados fueron traídos ilegalmente a Los Ángeles a principios de los años 80 y 90. Muchos de estos jóvenes fueron separados de sus padres, no hablaban inglés y sufrieron el trauma de haber visto las atrocidades de la guerra.
Para hacer frente a este entorno desconocido y en ocasiones hostil, estos niños y niñas formaron la pandilla denominada como Mara Salvatrucha, que se podría traducir a Cuidado con Nosotros Gánster Salvadoreños.
Lo que comenzó como un grupo de autoprotección se transformó en una pandilla de depredadores en la delincuencia, las drogas y la violencia para ganar territorio y para ganar dinero. Pero siempre, aclaró el antropólogo, había un sentido de familia, pertenencia y propósito.
Muchos de estos pandilleros terminan en la cárcel, lo que ellos llaman “un colegio privado para el crimen”, dijo Ward. La mayoría de ellos son inmigrantes indocumentados y son vulnerables a la deportación a El Salvador.
Los que fueron deportados llegaron a un país devastado por la guerra de su juventud, donde se pueden comprar granadas por $2, encontraron respeto por ser un gánster de Los Ángeles y encontraron un terreno fértil para la creación de nuevas pandillas.
“La subcultura pandilleril fue una exportación estadounidense a Centroamérica”, subrayó el antropólogo.
Ward señala el carácter cíclico de la violencia. Los jóvenes salvadoreños que habían crecido durante la guerra civil fueron traumatizados por la violencia, lo cual coloreó y distorsiono sus percepciones y ha causado que tengan una visión fatalista del mundo, e influencio fuertemente su decisión de unirse a una pandilla callejera en Los Ángeles. Si bien la creación de la MS en los Estados Unidos era un subproducto de la guerra civil en El Salvador, las deportaciones de pandilleros dieron lugar a una nueva forma de violencia.
Antes de iniciar la investigación, Ward había visto las pandillas a través de los ojos del noticiero de la noche, el cine y la televisión, y creyó en el estereotipo de las pandillas callejeras – esa vida de pandillas era rápida y furiosa, llena de drogas, mujeres y dinero. Aunque los medios de comunicación han denominado a la MS-13 como “una de las pandillas más peligrosas del mundo”, Ward considera que esta etiqueta no sólo no es cuantificable y carece de sentido sino que también ayuda involuntariamente a reclutar a nuevos miembros a la MS.
“Las pandillas prosperan en los barrios más pobres de nuestras comunidades urbanas, Se trata de organizaciones sociales muy complejas que sirven funciones múltiples. Algunas pandillas son como clubes sociales que ofrecen camaradería, emoción y entretenimiento. Otras pandillas son como las organizaciones paramilitares que proporcionan protección y oportunidad para obtener ganancias económicas y una posición. La mayoría de jóvenes se unen a las pandillas callejeras en búsqueda de una calidad de vida particular, un sentido de autoestima y un sentido de pertenencia a un grupo que se preocupa por su bienestar y supervivencia”, explica.
La investigación de Ward se centró en la lucha de los pandilleros para la supervivencia y posición y sus conexiones emocionales con los demás de la que Ward fue testigo de primera mano.
“El objetivo general de esta investigación fue entrar en las cabezas y los corazones de estos inmigrantes salvadoreños, para entender los motivos de su comportamiento, y para documentar la complejidad de la vida del gánster”, precisó el antropólogo. “Sin una comprensión del contexto de su comportamiento no vamos a ser capaces de resolver los problemas creados por los miembros de pandillas callejeras.”