Visión (Serendipity)

Manuel Sañudo Gastélum.

 “Lo importante no es lo que nos hace el destino, sino lo que nosotros hacemos de él”

Florence Nightingale

Las casualidades  – que consideramos como afortunadas e inesperadas –  no tienen nada de accidental. Las cosas que suceden, siempre ocurren  por razones que la mayoría  desconocemos o no logramos descifrar. Los exitosos tienen la gracia de la visión para aprovecharlas.

El exitoso tiene  imágenes mentales que de manera prodigiosa, como don de nacimiento, percibe por representación clarividente. La visión es la habilidad de encontrar lo que se busca, de percibir lo que nadie ve, como medio para sus fines. Es una iluminación intelectual causada sin la existencia de imagen alguna y que le da un conocimiento claro, inmediato y sin raciocinio, de las oportunidades que otros verán como casualidades o accidentes.

Es la habilidad de percibir y acopiar las oportunidades que se presentan en el camino. El que está alerta todo el tiempo, encuentra lo que busca. Tiene capacidad de observación, reflexión y acción. Algunos lo traen de la cuna y otros lo podrán desarrollar si se lo proponen. Empezando por la simple observación del entorno, de las personas, de los cambios en proceso, del acontecer de la vida misma. Practícalo, y lo verás.

Esta habilidad perceptiva debe estar soportada por conocimientos –y otras destrezas– para convertir en realidad lo que se ha visto.

La visión también tiene amparo en la suerte, en lo que algunos llaman “serendipias”. Esta extraña palabreja, que deriva del inglés serendipity, es un vocablo que fue acuñado por Horace Walpole (en 1754) a partir de un cuento persa llamado “Los tres príncipes de Serendip”; en el que los protagonistas, unos príncipes de la isla Serendip, solucionaban sus problemas a través de increíbles casualidades.

La palabra serendipia se usó mucho en sus orígenes, pero fue cayendo en desuso. Ha sido rescatada recientemente gracias al reiterado interés en este tipo de eventos. Serendipia se define como: “Un descubrimiento o un hallazgo afortunado e inesperado”. Se puede denominar así también a la casualidad, coincidencia o accidente.

En la vida cotidiana – de la gente común – también se dan las serendipias: pequeñas, medianas y grandes. Lo que pasa es que no estamos tan atentos a ellas como lo están las personas inspiradas. O como secuencia de la falta de inspiración, en vez de ver el lado afortunado de las serendipias vemos lo negativo y amenazante. Así, las dejamos pasar de largo o nos resistimos a su aparición en nuestras vidas, luchando contra lo que es inevitable que suceda.

La respuesta está en desarrollar la intuición y la pericia de observar lo que sucede en nuestra vida, y que es signo de lo que se avecina. Estemos atentos y preparados para interpretar las señales que por su contraste contra la rutina habitual, nos revelan las nuevas rutas que convendrá seguir.

Alexander Fleming, el científico

En la historia de la ciencia son frecuentes las serendipias. Muy demostrativo es el descubrimiento de la penicilina y la propia la historia de Alexander Fleming.

Su padre era un agricultor pobre de Inglaterra. Un día, mientras trabajaba, oyó a alguien pidiendo ayuda desde un pantano próximo. Inmediatamente soltó sus herramientas y corrió hacia el lodazal. Allí, enterrado hasta la cintura en el lodo negro, había un niño aterrorizado, gritando y luchando, tratando de liberarse del fango. El agricultor Fleming salvó al pequeño de lo que pudo ser una muerte lenta y espantosa.

Al día siguiente, un carruaje muy lujoso llegó hasta los predios del agricultor. Un noble inglés, elegantemente vestido, se bajó del vehículo y se presentó a sí mismo como el padre del niño que Fleming había salvado.

—Yo quiero recompensarlo —dijo el caballero inglés— usted salvó la vida de mi hijo.

—No, yo no puedo aceptar una recompensa por lo que hice —respondió el granjero, rechazando la oferta.

En ese momento, el hijo del agricultor salió a la puerta de la casa de la familia.

— ¿Es ese su hijo? —preguntó el noble.

—Sí —respondió el campesino lleno de orgullo.

—Le voy a proponer un trato —continuó el noble inglés—. Déjeme llevarme a su hijo y ofrecerle una buena educación. Si él es parecido a usted, crecerá hasta convertirse en un hombre del cual estará muy orgulloso.

El granjero aceptó. Con el paso del tiempo, el hijo de Fleming se graduó de la Escuela de Medicina de St. Mary’s Hospital en Londres y se convirtió en un personaje conocido en todo el mundo: Sir Alexander Fleming, el descubridor de la penicilina.

Algunos años después, el hijo del caballero inglés cayó enfermo de pulmonía. ¿Qué lo salvó?… La penicilina ¿El nombre del noble inglés?: Randolph Churchill ¿El nombre de su hijo?: Sir Winston Churchill.

Definitivamente, sin la presencia de Winston Churchill, el desenlace de la Segunda Guerra Mundial y el mundo entero hubiesen sido muy diferentes.

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