¿Habrá chavismo sin Chávez?

Roberto Álvarez-Quiñones.

Si el populismo chavista será capaz de  sobrevivir, o no,  a la desaparición  de  Hugo Chávez  es la interrogante que  hoy  impide conciliar el sueño a Raúl y Fidel Castro y a toda la cúpula dictatorial cubana.

Y  obviamente tampoco deja dormir placenteramente a los  dirigentes “bolivarianos” que hoy amasan millones de petrodólares gracias al “socialismo del siglo XXI”.

Ocurre  que la historia de América Latina muestra que con excepción del peronismo en Argentina –debido a su asombrosa heterogeneidad– ningún otro movimiento populista en la región ha logrado permanecer  en el poder  luego de la salida del escenario político de su líder natural, bien haya sido por la vía democrática, la muerte o el derrocamiento militar.

El fin del nacional-populismo del “Estado Novo” autoritario de Getulio Vargas en Brasil, el de Juan Velasco Alvarado en Perú, el de Víctor Paz Estenssoro y su Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR) en Bolivia, el de Jacobo Arbenz en Guatemala,  el de José María Velasco Ibarra en Ecuador ,  o el de Omar Torrijos en Panamá, y otros muchos, así lo revelan.

Esos “fenómenos políticos” latinoamericanos,  basados casi todos en medidas populares de gobierno destinadas a ganar la simpatía de la población mientras erosionaban  la democracia, sus instituciones y establecían la  intervención socializante del Estado en la economía,  se apagaron con la desaparición de sus respectivos caudillos, todos ellos hombres carismáticos que ejercieron el poder en forma paternalista y muy personal.

Eso lo saben en la Habana, como también saben que sólo un milagro permitiría a Chávez asumir la presidencia de Venezuela, como le confesó  el gobierno cubano a Marco Aurelio García, el enviado especial de la presidenta de Brasil, Dilma Rousseff.  Es por eso que la junta militar cubana “amarra” febrilmente  todos los cabos para que el sindicalista Nicolás Maduro (el jerarca chavista más dócil a la dictadura caribeña) pueda asumir sin contratiempos la presidencia de la nación petrolera, la formidable  “gallina de los huevos de oro” del régimen castrista.

Pero surge entonces otra  pregunta que también causa insomnio a los Castro: ¿logrará Maduro consolidarse en el poder sin la astucia  de Chávez para “conectarse con las masas”, y sobre todo, sin el consenso total de las Fuerzas Armadas y de sus principales rivales, Diosdado Cabello (teniente golpista junto con Chávez en 1992) y presidente de la  Asamblea Nacional), y Rafael Ramírez, el todopoderoso ministro de Energía que reparte el dinero que da el petróleo?

Otra interrogante, tal vez la más inquietante,  causa escalofríos a los jerarcas  cubanos. Asumiendo que Maduro lograse sortear todos los obstáculos y se afianzase como jefe de Estado, ¿permanecerá intacto el drenaje  financiero  que fluye del Tesoro de Venezuela hacia Cuba,  y la graciosa entrega de 37 millones de barriles anuales de petróleo?

Es comprensible el nerviosismo castrista, pues desde mediados del siglo XX  la economía de la isla es altamente parasitaria y sólo se ha mantenido a flote con el dinero de algún “tío rico”. Por sí misma es incapaz de ofrecer  alimentos, vivienda, salud, educación, transporte, ni seguridad social a los ancianos y jubilados.

Durante 30 años, el  soviético “tío Boris” se hizo cargo de todo y además regaló  armamentos de todo tipo. Economistas cubanos en el exilio, entre ellos el profesor Carmelo Mesa-Lago, calculan que entre 1960 y 1990 Cuba recibió de Moscú entre $65,000 y $100,000 millones de dólares. A eso hay que agregar  la entrega de unos 970 millones de barriles de petróleo, 82,900 tractores, y 63,800 camiones, etc. Aquel financiamiento ruso, para disponer de una plataforma de expansión comunista en las Américas,  sobrepasó el Plan Marshall para Europa al terminar la Segunda Guerra Mundial.

Creo oportuno recordar que en los años 80 los soviéticos, además de regalarle a Cuba todo el petróleo crudo que consumía, le pagaban a la isla entre 45 y 46.7 centavos de dólar la libra de azúcar mientras el precio en el mercado mundial oscilaba entre 5 y 8 centavos la libra. Por eso al desintegrarse la URSS el Producto Interno Bruto (PIB) cubano cayó en un insólito 35% (algo nunca antes visto en el mundo en tiempos de paz) y la nación se hundió en la peor crisis económica desde la época colonial.

Y apareció el ‘tío Hugo’

Sin embargo,  fallecido el mecenas soviético de la nada apareció sorpresivamente Mandrake el Mago y del sombrero sacó un nuevo tío dadivoso, esta vez venezolano.  Economistas prestigiosos sitúan en unos $10,000 millones anuales el volumen de las subvenciones venezolanas a la isla tropical.

Una expresión de la abrumadora dependencia económica de Venezuela  la dio  Antonio Carricarte, viceministro de Comercio Exterior de Cuba (MINCEX), quien informó a la agencia noticiosa AFP  que casi dos tercios de los ingresos de divisas de la isla en 2011 correspondieron a los servicios profesionales (léase subsidios) que prestan casi 50,000 cubanos en esa nación sudamericana, y admitió  que la exportación de bienes cubanos sólo sumó  $2,700 millones. Esa cifra fue tres veces inferior a los $9,109 millones exportados en bienes por Bolivia, uno de los países más pobres del continente y 30 veces menor que los $80,586 millones exportados en productos por Chile, cuyo PIB en 1958 era igual al de Cuba.

Carricarte  no aclaró que de cada 100 dólares generados por el turismo unos 62 vuelven al extranjero, pues ese es el componente importado del costo de operación de la  industria turística cubana, que tiene que importar  hasta frutas y vegetales frescos de República Dominicana. Tampoco mencionó los $2,200 millones recibidos en remesas enviadas por los emigrados cubanos.

Sin los subsidios venezolanos la economía castrista (como ya ocurrió cuando se desintegró la URSS), nuevamente quedaría al desnudo como  incapaz de sustentar las necesidades más elementales de la sociedad cubana.

Por ejemplo, si Cuba dejase de recibir los 100,000 barriles diarios de petróleo (65% del consumo nacional) que le obsequia Caracas tendría que gastar más de $ 3,000 millones para adquirirlos en el mercado internacional. A eso añádase que el  país tiene que importar alimentos por $1,700 millones para evitar hambrunas masivas (debido al desastre agrícola comunista Cuba hoy tiene que importar el 80% de los alimentos que consume, mientras que en 1958 importaba el 29%). ¿De dónde sacaría el gobierno castrista $4,700 millones únicamente para comprar combustible y alimentos?

Posible crisis

El problema grave es que, incluso con el delfín de los Castro (Maduro) como presidente, éste estaría bajo  muy fuerte presión dentro de las propias filas del chavismo para reducir al menos la desmesurada cuantía de dichos subsidios a la isla y dedicarlos a Venezuela. Y sólo si fuesen reducidos a la mitad (a unos $5,000 millones) se produciría un  tsunami económico que hundiría a Cuba en una nueva crisis similar o peor que la desatada en 1991 cuando desapareció la URSS.

No son pocos los generales y coroneles chavistas que se autodefinen como nacionalistas, pero no como socialistas, y que rechazan el modelo estatista cubano. Además, hay malestar entre los militares venezolanos por el protagonismo de los generales cubanos en la nación sudamericana.  Sólo Chávez, con su gran arraigo entre los militares, pudo imponer una  injerencia extranjera de tal magnitud.

En fin, que rezar porque un milagro le prolongue  la vida  a Chávez  es irónicamente la principal tarea que tienen en este momento los ateos hermanos Castro, el generalato y toda la nomenklatura isleña. Todos están conscientes de que si Venezuela les “falla”, esta vez ya no habrá sombrero mágico en el mundo del que pueda salir otro tío rico que los mantenga.

Por eso no logran dormir bien últimamente.

 

 

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