
Como era previsible, en su primera conferencia de prensa después de ganar la reelección, el mensaje más importante del presidente Barack Obama fue que dedicará todas sus energías para crear empleos, balancear el presupuesto y ayudar a la clase media a salir del abismo. Y para lograr todas estas metas insistió en que aumentará los impuestos sólo al 2% de los individuos más ricos del país, lo que a la mayoría nos parece no sólo justo sino necesario.
Obama habló también de otro tema predecible que muchos esperamos que ahora sí cumpla, sobre todo después de recibir un apoyo abrumador por parte de los latinos: el compromiso que tiene para impulsar una reforma migratoria amplia que saque de las sombras a los 11 millones de indocumentados en el país.
Los periodistas que cubren la Casa Blanca bombardearon al presidente con preguntas sobre muchos otros asuntos, desde lo que hará para evitar que Irán desarrolle armas nucleares hasta su postura en torno al calentamiento global. Algunos de los cuestionamientos fueron, por cierto, bastante incómodos para Obama como el de la renuncia del general David Petraeus a la dirección de la CIA, tras descubrirse que mantuvo una relación extramarital que pudo haber comprometido información secreta.
Todos estos asuntos, a los que Obama respondió hábilmente con generalidades, son sin duda de interés para el país. Pero existen muchos otros que quedaron en el tintero, a pesar de la gran importancia que tienen. Uno de los primeros que me viene a la mente es el de la pobreza. El presidente ha subrayado la necesidad de sacar adelante a la clase media y de no castigarla con más impuestos lo cual es loable, pero prácticamente no menciona a los 46.2 millones de pobres que hay en Estados Unidos, muchos de ellos latinos y afroamericanos que votaron por él.
Otro tema por demás espinoso es el de las armas. Ni Romney ni Obama se atrevieron durante sus campañas a hablar sobre un cambio a las leyes que rigen la venta y posesión de armamento, especialmente el de asalto. Aunque muchas voces han pedido que haya más controles para evitar que ese tipo de armas termine en manos de criminales o de enfermos mentales, difícillmente Obama abogará por un cambio debido a que la cultura armamentista está profundamente arraigada en este país.
Por último no puedo dejar de lamentar que en los temas de política exterior jamás se hable de la relación de EEUU con México, que no sólo es el vecino del sur sino su principal socio económico y aliado en el combate de muchos problemas, entre ellos el del narcotráfico.
Aunque el tema no se trató durante la conferencia de prensa de Obama, es de esperarse que la reciente legalización de la producción, venta y consumo de marihuana en los estados de Colorado y Washington obligue a replantear la actual estrategia contra las drogas. Ojalá en su próximo encuentro con el presidente electo de México, Enrique Peña Nieto, el jefe de la Casa Blanca reconozca esta nueva realidad, así como el grave daño que ha causado al país vecino el librar una cruenta batalla contra los carteles de las drogas que solamente ha servido para generar más violencia.