Irrelevancia de la Cumbre de las Américas

 

Francisco Leal Díaz.

SANTIAGO DE CHILE.- La reciente Cumbre de las Américas, en un majestuoso escenario como lo es Cartagena de Indias, en Colombia, nos dejó una vez más a la gran mayoría de los latinoamericanos con… ¡un sabor amargo!

Amargo, porque no se lograron las perspectivas integracionistas según aspiraciones de los 31 Presidentes y Jefes de Estado participantes en este encuentro… Amargo, porque una vez más las grandes potencias de la región —Estados Unidos y Canadá— vetaron con las manos en la cintura las dos grandes aspiraciones de los representantes latinoamericanos (aunque con algunas discrepancias), respecto de la incorporación de Cuba a la Cumbre de las Américas y a cerrar filas en torno al conflicto por las Islas Malvinas que Argentina intenta posicionar en las esferas internacionales, principalmente, con intenciones de obtener solidaridad en su pleito territorial con el Reino Unido.

En ninguno de estos dos temas específicos hubo consenso. El presidente estadounidense, Barack Obama, amparó una vez más el ancestral bloqueo económico a Cuba —aduciendo precarios progresos hacia la vía democrática—; y en el caso de las Malvinas, rechazó cualquier apoyo a un diálogo globalizado respecto del conflicto territorial entre Argentina y el Reino Unido.

Las delegaciones de Estados Unidos y Canadá lograron plenamente sus objetivos: defender con ahínco sus posturas proteccionistas. Esto obedece, sin duda, a que muy poco se ha avanzado en las relaciones estadounidenses y las naciones latinoamericanas. Este continente continúa siendo el “patio trasero” para Estados Unidos.

No obstante, el propio Obama se ha llevado más de una sorpresa ante el notorio desarrollo de economías emergentes, como el caso de Brasil, por ejemplo, el más palpable, así como perceptibles progresos registrados en Uruguay, Argentina, Chile y Perú.

La exigua preocupación de Obama por mejorar las relaciones con Latinoamérica, puede tener para él un alto costo en la próxima elección presidencial estadounidense. A esto hay que agregar el manifiesto interés del gobierno de Obama por tener una marcada presencia militar y política en Afganistán y los países árabes productores de petróleo.

Por ello el amargo sabor que dejó la reciente Cumbre de las Américas, que hizo más noticia por la corrupta actitud de algunos funcionarios de seguridad del Mandatario estadounidense, involucrados con prostitutas de lujo colombianas, previo al arribo de la delegación presidencial.

A los latinoamericanos, en general, estos eventos internacionales poco beneficio nos aportan. Máxime, cuando ahora la Cumbre de las Américas —que sólo sirve para el lucimiento de algunos políticos— corre serios riesgos ante la coacción de los países que conforman el ALBA (Alternativa Bolivariana para los pueblos de América Latina y el Caribe), entre ellos Venezuela, Cuba, Bolivia, Nicaragua, Ecuador y la Mancomunidad de Domínica. En total, conforman una población que supera los 50 millones de habitantes, realidad que sin duda pesa en el concierto latinoamericano.

Parece que se aproximan vertiginosos cambios para Latinoamérica, en tiempos en que la Argentina de Cristina Fernández se ha atrevido no sólo a desafiar al Reino Unido por las Islas Malvinas, sino que ahora ha entrado en un serio conflicto de intereses financieros con España, tras la anunciada nacionalización de la poderosa YPF (Yacimientos Petrolíferos Fiscales), empresa dedicada a la exploración, explotación, destilación y venta del petróleo y sus productos derivados, en la cual los españoles tienen suculentas injerencias accionarias.

La posición de Obama, entonces, se ha situado en una seria encrucijada: ¿Europa o Latinoamérica? El futuro presidente de Estados Unidos podría encontrarse en el filo de la navaja, ante tan crucial decisión.

 

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