
Hace unos días, el laureado escritor mexicano Carlos Fuentes causó revuelo al declarar que los aspirantes a la presidencia en México son muy pequeños para los problemas tan grandes que enfrenta el país.
Las palabras de Fuentes calaron hondo no sólo porque es uno de los ensayistas y novelistas más reconocidos en el mundo sino porque su diagnóstico es compartido por millones, tanto dentro como fuera de México.
A diferencia de otras elecciones, cuando había cierta esperanza en que las cosas cambiaran con un nuevo gobierno o con la alternancia política, como ocurrió con Fox, ahora predomina un sentimiento de pesimismo y frustración ante la magnitud de los problemas que agobian al país, en especial la violencia.
Y, como bien dijo Fuentes, ninguno de los aspirantes a la presidencia parece tener la solución.
Empecemos con Enrique Peña Nieto, a quien todas las encuestas apuntan como el favorito para ganar en julio. Pese a la imagen de político carismático, progresista y eficiente que le han construido el PRI y Televisa, la realidad es que se trata de un digno heredero del tricolor, como lo demuestran sus fuertes lazos con Arturo Montiel y Carlos Salinas de Gortari. Quienes recordamos los años en que este partido gobernó a México no podemos olvidar que ellos son en gran medida responsables de todas las calamidades que hoy corroen a México: la corrupción, el narcotráfico, la injusticia social, los monopolios, el clientelismo político y el tráfico de influencias, por citar algunos.
Peña Nieto, por otra parte, ha dado muestras claras de sus serias limitaciones tanto intelectuales como de carácter. No sólo fue incapaz de mencionar tres libros importantes para él, ignora cuál es el salario mínimo y ahora resulta que tuvo dos hijos fuera del matrimonio, uno que ya murió y otro que, al parecer, mantiene en el olvido. Con esas características, ¿qué podemos esperar de él?
El candidato de la izquierda, Andrés Manuel López Obrador, es el que podría impulsar un mayor cambio en la política social. Pero su candidatura no despierta ya la euforia de hace seis años. Si bien cuenta aún con una amplia base de seguidores, muchos ven con recelo las posturas radicales que exhibió en el pasado. Y aunque ahora se esfuerza por presentarse como un político moderado que predica el amor y la armonía, le será muy difícil vender su nueva imagen a quienes lo consideran una amenaza.
Por lo que respecta a los panistas, es casi un hecho que la candidata sea Josefina Vázquez Mota, una mujer que, por más buenas intenciones que tenga, tiene muchos negativos en su contra. El más importante es que no podrá ir muy lejos porque carece de ideas propias. En esencia, defiende las mismas políticas de Calderón, especialmente en el combate al crimen que tanto ha lastimado al país. Y después de dos gobiernos consecutivos del PAN, que sólo exarcebaron los problemas de México, un triunfo de este partido sería, literalmente, una misión imposible.
Para los mexicanos que podrán ejercer su voto será, sin duda, uno de los comicios más difíciles ante la falta de opciones reales.
**María Luisa Arredondo es directora ejecutiva de Latinocalifornia.com