Desertificación y sequía

Los seres humanos somos responsables de la desertificación que afecta al Planeta, de las emisiones de gases de efecto

Patricia Guevara.

invernadero y de generar pérdidas irreversibles en términos de biodiversidad.
Prácticamente todos los sistemas fluviales han sido afectados por nuestra especie. En 1994 la Organización de las Naciones Unidas proclamó dedicar un día mundial, al año, para recordar que debemos luchar contra la desertificación y la sequía pero la historia nos ha demostrado que no podemos seguir bajo ese esquema de llevar a cabo algún evento oficial para revertir los daños sin cumplir acciones reales que incrementen la masa boscosa.
La sequía, se define como la reducción temporal de la disponibilidad de agua en un área geográfica. La causa principal por la que se produce, es la ausencia de lluvias. Con frecuencia olvidamos que al acabar con bosques, generamos esa pérdida de humedad. Por lo tanto, no podemos desvincularlo de los conceptos agua y cambio climático.
Otros factores que influyen son la carencia de humedad del suelo y la disminución de reservas en embalses y acuíferos. Las sequías, siempre producen un impacto directo y notable sobre la población humana principalmente por falta de agua para consumo, producción de alimentos por lo que los efectos producidos están relacionados directamente con la vulnerabilidad de la vida humana y de las especies de flora y fauna.
Los efectos de la sequía pueden ser sentidos a corto y a largo plazo: Afecta al consumo básico de agua, de la agricultura y la ganadería; las actividades industriales principales así como el bienestar y la salud de todos los seres vivos. Provoca inseguridad alimentaria, hambruna, desnutrición, epidemias y desplazamiento de poblaciones, situación que debe preocupar a las Naciones Unidas como ente garante de la paz mundial.
La desertificación es el proceso de degradación de determinadas tierras que no son desiertos pero tienden a adquirir esas características. El fenómeno es el resultado de la acción humana, como por ejemplo, la destrucción de la cubierta vegetal, la falta de agua y la erosión del suelo. Aproximadamente un tercio de la superficie de la Tierra se ve afectada por el problema. Extracción excesiva de agua de las diversas cuencas, construcción de presas (que afectan el flujo natural de las corrientes) y la transformación de los humedales en tierras agrícolas o urbanas agravan las condiciones de sequía. Así, los cambios físicos se manifiestan, con frecuencia, en inundaciones.
El programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), reconoce que la desertificación amenaza a la cuarta parte del Planeta y afecta directamente a más de 250 millones de personas. Por ello, la pregunta es: ¿basta un día al año para expresar la necesidad de luchar contra la sequía y la deforestación? Todo parece indicar que debemos cambiar los paradigmas y trabajar cada día para educar y concientizar a la población a fin de que cuide y respete la vocación de cada zona habitada en el mundo.
La mayoría de la población afectada es de países pobres. México se cuenta entre ellos y resulta paradójico que con la diversidad que caracteriza al país, no tengamos los esquemas de educación para convertir toda esa riqueza natural en fuente de sustentabilidad económica y social. Se distrae a la población con acciones electorales y los servidores públicos concentran en aspiraciones personales y no en generar las condiciones que soporten la economía y calidad de vida de la población.
La CONAFOR, como organismo encargado de “desarrollar, favorecer e impulsar las actividades productivas, de conservación y de restauración en materia forestal”, debería impulsar más las acciones de campo que las digitales ya que las cifras del INEGI en cuanto al uso de las telecomunicaciones por parte de los campesinos, es prácticamente nula.

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