
María Luisa Arredondo*
Este miércoles 20 de enero Joe Biden asumirá la presidencia de Estados Unidos en un escenario insólito: rodeado de miles de guardias, sin la presencia de la multitud que cada cuatro años celebra la transición pacífica del poder y con un país agobiado por la pandemia, la crisis económica y, sobre todo, la división política que ha llevado al 80% de los republicanos a creer que su triunfo electoral fue ilegítimo.
De todos los retos que enfrentará Biden, el de la sombra del fraude electoral es, sin lugar a duda, el más grande. Y se deriva de la que ha sido la mentira más perniciosa de las 30,529 que, según el Washington Post, Donald Trump dijo durante los cuatro años de su presidencia. Como todos sabemos, esta mentira incitó a un nutrido grupo de supremacistas blancos a tomar el Capitolio con lujo de violencia el 6 de enero para impedir que se certificara la victoria de Biden y secuestrar e incluso asesinar a Mike Pence, a Nancy Pelosi y a otros legisladores.
Si bien esa gran mentira fue idea de Trump, no debemos olvidar que el expresidente tuvo numerosos cómplices que le ayudaron a divulgarla hasta el cansancio. Varios legisladores republicanos, entre ellos Ted Cruz y Josh Hawley, alentaron abiertamente a la insurrección del 6 de enero. Y, lo más sorprendente, aun después del asalto al Capitolio, 147 representantes republicanos y siete senadores objetaron la certificación de Biden como presidente electo. Queda por investigarse quiénes más participaron en esta conspiración y hasta qué grado porque hay múltiples indicios de que el ataque contó con el apoyo de políticos, agentes del orden y miembros de las fuerzas armadas.
En este irresponsable juego de mentiras tuvieron también un papel decisivo compañías como Twitter y Facebook, que hasta hace poco cerraron las cuentas de Trump, y televisoras como Fox. Pese a que más de 60 jueces, entre ellos los de la Suprema Corte de Justicia, desecharon todas las demandas de fraude electoral por falta de pruebas, la mayoría de los comentaristas de esa cadena, como Sean Hannity, Tucker Carlson, Laura Ingraham y Lou Dobbs se niegan hasta la fecha a reconocer el triunfo legítimo de Biden.
La responsabilidad que tienen todos ellos es clara. Lograron dividir al país como nunca se había visto en la era moderna y pusieron en duda la fortaleza de nuestra democracia, por lo que deben pagar las consecuencias y reconocer que fueron parte de una gran farsa. Algunos, como el senador republicano Mitch McConell, han dado ya el primer paso al reconocer que Trump alimentó con sus mentiras a la turba que trató de impedir el 6 de enero el proceso para certificar la elección que ganó Biden.
Estados Unidos necesita, por supuesto, empezar su proceso de sanación y Biden está dispuesto a poner todo su empeño y experiencia política para lograr la unidad nacional. Pero para que el país supere con éxito esta difícil prueba tiene que haber justicia y rendición de cuentas. Bajo ningún concepto debemos permitir que haya impunidad porque ésta sería el caldo de cultivo perfecto para que se repita la pesadilla que vivimos bajo Trump.
*María Luisa Arredondo es la fundadora y directora ejecutiva de Latinocalifornia.com