
María Luisa Arredondo
Nunca en la historia reciente un mandatario mexicano se había apoyado tanto en los militares como Andrés Manuel López Obrador. Las consecuencias de esa decisión están a la vista: el Ejército ha acumulado un poder tan inmenso que obligó al ocupante del Palacio Nacional a enfrentarse con la administración Trump para lograr la liberación del general Salvador Cienfuegos, secretario de la Defensa durante el sexenio de Peña Nieto.
El hecho es insólito. Luego de arrestar en Los Ángeles a Cienfuegos por narcotráfico y lavado de dinero, el Departamento de Justicia de Estados Unidos tuvo que desistir de ambos cargos porque las “consideraciones sensitivas e importantes de política externa pesan más que el interés del gobierno de seguir con el proceso”.

Esto revela claramente que la decisión fue política, no jurídica. Como ha trascendido, el arresto de Cienfuegos causó un profundo malestar en las fuerzas armadas mexicanas porque lo interpretaron como un ataque frontal a la institución a la que pertenecen. El actual secretario de la Defensa, Luis Cresencio Sandoval, presionó a López Obrador para que negociara la liberación de Cienfuegos a cualquier precio.
En un inicio, el mandatario mexicano había aplaudido la detención de Cienfuegos, pues la había enmarcado en su narrativa de que todos los gobiernos anteriores estaban empantanados en hechos de corrupción. Sandoval, sin embargo, le hizo ver que el Ejército no es transexenal. Pueden cambiar los mandos, pero los ascensos no dependen del presidente en turno sino de la carrera militar. Y tanto el actual secretario de la Defensa, como muchos otros generales en activo, son muy allegados a Cienfuegos, quien conserva el aprecio de los militares.
López Obrador se vio obligado a encargarle al canciller Marcelo Ebrard negociar con el fiscal William Barr la liberación de Cienfuegos, bajo la amenaza de que, si no accedía, se pondría en serio riesgo la cooperación de México con Estados Unidos en materia de inteligencia y combate al crimen organizado.
La presión dio resultado y hoy Cienfuegos está libre en México. Muchos consideran que la decisión de EEUU fue un regalo de Trump a López Obrador por los favores que éste le ha hecho, entre ellos usar a la Guardia Nacional para impedir el paso de los indocumentados y visitarlo en la Casa Blanca durante la campaña electoral.
Lo que es indiscutible es que seguramente pesó mucho la amenaza de que el Ejército mexicano dejara de cooperar con Washington. Pero esto no significa que la desconfianza que existe hacia las Fuerzas Armadas esté superada.
Estados Unidos le entregó a México las evidencias que supuestamente inculpan a Cienfuegos con la promesa de que se le investigue a fondo.
Esta situación ha colocado a López Obrador entre la espada y la pared. Si decide enjuiciar a Cienfuegos, corre el riesgo de enemistarse con el Ejército. Y si no emprende una investigación seria, quedará en evidencia que no está comprometido, como dice, a desterrar la corrupción y cooperar con Estados Unidos. Este escenario podría complicarse aún más con la llegada de Joe Biden, a quien por cierto AMLO no ha felicitado aún por su victoria.