
María Luisa Arredondo*
El coronavirus amenaza no solamente la vida de millones de personas sino terminar de tajo con el crecimiento económico en Estados Unidos y, consecuentemente, con las posibilidades de reelección de Donald Trump.
En el centro del debate está la respuesta del presidente ante la pandemia. Durante semanas Trump insistió en que el virus era una farsa de los demócratas y una exageración de los medios. Finalmente, la realidad se impuso y esta semana tuvo que aceptar, a regañadientes, que el coronavirus está fuera de control en Estados Unidos y que podría encaminar al país a una recesión.
Pese a que el mandatario se niega a reconocer su responsabilidad en el agravamiento de la crisis, es claro que su gobierno ha respondido ante ella de manera lenta y tardía. Es escandaloso, por ejemplo, que a estas alturas no haya podido enviar los millones de equipos de diagnóstico que se necesitan para saber quiénes están infectados, lo cual resulta esencial para contener la pandemia.
Uno de los factores que explican este desastre es el desdén de Trump hacia todo lo que tiene que ver con la ciencia y la salud pública. En abril de 2018, el presidente le autorizó a John Bolton, quien estaba al frente del Consejo de Seguridad Nacional de la Casa Blanca, desmantelar el equipo a cargo de enfrentar las pandemias en el país. Y no solo eso. También ordenó recortar el presupuesto de los Centros para la Prevención y el Control de Enfermedades (CDC). Las consecuencias de estas terribles decisiones están a la vista.
Trump ha tratado de controlar la crisis mediante la declaración de una emergencia nacional que destinará 50 mil millones de dólares a los estados y municipios para enfrentar el virus. Ha pedido también que se recorten las tasas de interés para detener la brutal caída de los mercados bursátiles, pero el daño ya está hecho.
La Bolsa de Valores ha perdido en los últimos días prácticamente todas las ganancias que generó desde que Trump llegó a la Casa Blanca y numerosos expertos en economía anticipan que será inevitable una recesión. La agencia Moody’s Analytics estima que se podrían perder unos 80 millones de trabajos, es decir, más de la mitad de los 153 millones de empleos que hay en el país.
Trump se encuentra así en un escenario totalmente desconocido. Se ha quedado sin credibilidad y sin el argumento principal que esgrimía para probar su éxito como presidente: el crecimiento de la economía y de la Bolsa de Valores. Para retomar el control debe ahora demostrar que es capaz de hablar con la verdad, por amarga que sea, y empezar a trabajar con el Congreso y los gobernadores para aminorar la crisis en lo posible. De lo contrario, la catástrofe será inimaginable y sus días en la Casa Blanca podrían estar contados.
*María Luisa Arredondo es la fundadora y directora ejecutiva de Latinocalifornia.com