
Frank Sharry*
DACA es legal, popular y benéfico, tanto para cientos de miles de Dreamers, como para todo el país. La intención del gobierno de Trump de aniquilar DACA es ilegal, según han resuelto múltiples cortes federales. Los jóvenes inmigrantes que crecieron jurando lealtad a nuestra bandera merecen ser reconocidos formalmente como los estadounidenses que ya son. La intención de Trump de arruinarles la vida para cumplir con su agenda racista y xenófoba merece pasar a la historia como uno de los peores capítulos de esta nefasta presidencia.
El juego del presidente Trump y de Stephen Miller es tan obvio como repugnante. Están decididos a crear y luego explotar el fin de DACA y la desesperación que causaría para reforzar la legislación que reestructuraría radicalmente el sistema migratorio de nuestra nación. Quieren codificar en una legislación lo que actualmente están intentando implementar por decreto administrativo: recortar la inmigración legal; poner fin a categorías de inmigracón legal usadas en su mayoría por gente de color; destrozar el asilo para refugiados; detener indefinidamente a niños y familias, así como construir un ineficaz y costoso muro fronterizo. Todas estas son políticas que nunca tendrían la posibilidad de ser promulgadas como medidas independientes.
No se saldrán con la suya. Después de la decisión de Trump de poner fin a DACA en septiembre de 2017, el presidente alardeó al respecto mientras Miller se aseguraba de que la Casa Blanca destruyera todo esfuerzo bipartidista serio para lograr un acuerdo legislativo. Su verdadero juego es mezclar una toma de rehenes con un vergonzoso chantaje. ¿Suena familiar?
La pregunta más importante es si la Suprema Corte permitirá, ua vez más, que gane el radicalismo de Trump poniendo fin a DACA. Hasta la fecha, la Suprema Corte ha autorizado el veto musulmán, aprobado la declaración de emergencia nacional de Trump —que le permitió desviar fondos de proyectos militares para construir su muro fronterizo—, y le dio luz verde para regresar a los solicitantes de asilo a situaciones violentas en países por los que pasaron en su camino hacia Estados Unidos. Terminar DACA representaría otro golpe, tanto para los inmigrantes establecidos en el país, como para la reputación de la Suprema Corte.
*Frank Sharry es Director Ejecutivo de America’s Voice