¿Embargo ‘criminal’ a Cuba?

Roberto Álvarez Quiñones.
Roberto Álvarez Quiñones.

Siempre me ha parecido ridícula la frase  “los amigos de Cuba”, pues suena a algo así como si fuera común hablar de los amigos de Suiza, de Bangladesh, o de Burundi.  Lo que pasa es que más allá de la ridiculez  esa frase tiene el  propósito de que la opinión pública internacional identifique a Cuba con el régimen totalitario de los hermanos Castro. Y eso ha sido logrado exitosamente durante décadas.

Para decirlo por lo claro,  tales “amigos” no son otra cosa que simpatizantes de la dictadura castrista. Por eso no aceptan nunca las cifras y datos que muestran el fracaso del  socialismo cubano,  al que siguen rindiendo culto como modelo social. Y  aquellos que  sí ven el desastre  y no lo desean para sus países,  no lo admiten por razones ideológicas y políticas.

Unos y otros repiten  el mismo discurso  propagandístico  que desde los años 60 esparció Fidel Castro por toda la Tierra:   sin el “criminal bloqueo yanqui” la isla tropical  sería el  paraíso bello de la humanidad  que menciona el himno de la Internacional Comunista.

De manera que Cuba está en ruinas  y suelta los pedazos, no por el carácter inviable del  socialismo castrista-marxista-leninista-estalinista, sino por culpa de Washington,  que impide su desarrollo.

En la isla absolutamente nadie cree que el  “bloqueo”, como llama la cúpula cubana al embargo comercial estadounidense,  ha sido la causa del cataclismo económico, social y  antropológico  sufrido.  Pero los  “amigos” extranjeros, que no han padecido el castrismo, lo creen,  o fingen creerlo, que es peor. Hay muchos de ellos. Uno de los más famosos,  el analista izquierdista estadounidense Noam Chomsky, asegura con toda seriedad que el embargo tiene el objetivo de evitar el éxito de los planes económicos de la revolución cubana.

¿De qué “bloqueo”  hablan los Castro y sus seguidores?   Algunos datos dispersos nos dan la respuesta.

A fines de abril último  un estudio de la firma The Havana Consulting Group,   entidad radicada en Miami, mostró que en el  primer trimestre de 2014 Estados Unidos se consolidó como el segundo emisor de turistas a Cuba, con 173,550 vacacionistas que llegaron  en 1,157 vuelos procedentes de Miami y Tampa.

Segundo emisor turístico a Cuba

En  2013,  desde EE.UU.  viajaron  a la isla más de 600,000 turistas, incluyendo unos 100,000 estadounidenses.  Esa  fue la segunda cifra más alta  luego de los 1.1 millones de turistas canadienses, y  cuadriplicó  las 149,515 personas que viajaron desde Gran Bretaña, tercer emisor  de turistas a la isla,  según la Oficina Nacional de Estadísticas de Cuba (ONE). Y  fue cinco veces superior a la del cuarto proveedor, Alemania, que envió 115,984 personas.

España ha bajado tanto que en 2013 sus 73,056 turistas quedaron muy por debajo de los 90,084 que viajaron a Cuba desde Argentina, o los 84,704 desde México.  Ocurre que mientras el flujo turístico desde el Viejo Continente ha descendido fuertemente (con excepción de Alemania),  el  de EE.UU no deja de crecer y compensa la caída europea motivada por la crisis económica.  O sea, gracias  a los viajeros residentes en el “imperio”  los ingresos turísticos de Cuba suben en vez de bajar.

Pero la soberbia de los Castro impide que eso se sepa en la isla, y  que sus amigos en el exterior tampoco conozcan que a ese ritmo de incremento anual  EE.UU podría superar  a Canadá y convertirse en el mayor suministrador de turistas a Cuba, con “bloqueo” y todo. Ello explica por qué la ONE excluye al vecino del Norte cuando reporta, país por país,  las cifras  anuales de turistas recibidos. Algo escandaloso.

Por otra parte, en 2013 desde el país bloqueador  fueron enviadas a Cuba remesas en dinero por unos 2,500 millones de dólares, que representaron el  90% del monto total de las remesas enviadas a Cuba por toda  la diáspora cubana diseminada por el planeta ($2,776 millones).  Otros $2,500 millones fluyeron desde EE.UU  en especie, llevados por los viajeros, o en paquetes enviados –muchos desde las oficinas de correos del gobierno federal–, con ropa, medicinas, equipos electrónicos, electrodomésticos, muebles, y artículos de consumo de todo tipo.

Principal fuente de ‘cash’

Súmese el dinero que llevaron en el bolsillo a sus familiares los viajeros y lo que gastaron en la isla. Conservadoramente  eso arrojó  otros $1,500 millones.  Es decir,  que  la “mafia de Miami”  aportó  a la economía cubana unos $6,500 millones, libres de polvo y paja,  que casi duplicaron el valor de todas sus exportaciones de bienes en 2013.

Si nos detenemos en los tres  principales rubros exportables,  los $4,000 millones enviados desde EE.UU en remesas en dinero, o llevados en los bolsillos, cuadruplicaron los $960 millones de las exportaciones de níquel,  significaron 7 veces el valor de las exportaciones de productos farmacéuticos  (unos $550 millones), y  9 veces el de las exportación de tabaco  ($ 447 millones).

En fin,  el Estado castrista  extrajo  muchos más recursos financieros  –y gratuitos– desde la potencia vecina que lo que generaron  las principales industrias  socialistas en su conjunto.

La dictadura  se niega a admitir  que la emigración cubana en EE.UU.  constituye  la mayor proveedora de “cash” en moneda convertible,  por encima de los subsidios de Venezuela, pues los petrodólares bolivarianos  en su mayoría llegan a la isla en especie,  o en inversiones,  y no en dinero físico.

Gracias a esa “caja chica” salvadora,  recibida  a través del Estrecho de la Florida,  a la que contribuye el resto de los emigrados cubanos en otros países, el gobierno de Raúl Castro puede hacer importaciones clave.  Cuba importa el 80% de los alimentos  que consume, incluyendo vegetales y frutas frescas desde República Dominicana para dar de comer  a los turistas.

Sin el aporte de la “gusanera” no habría dinero suficiente para  comprar casi $2,000 millones anuales en alimentos. La nación pasaría hambre. Tampoco  se podrían importar ciertos medicamentos, e insumos fundamentales  para lo que queda de la desvencijada  industria nacional.

Además, los “apátridas” de Miami son prácticamente la única  fuente  de financiamiento y  abastecimiento  de los cuentapropistas. El Estado no tiene recursos  para fomentar  un mercado mayorista.

Hasta en materia comercial  el embargo es muy singular.  Resulta  que EE.UU es uno de los principales socios comerciales de Cuba y  su primer proveedor de productos agrícolas y pecuarios. Datos del gobierno cubano revelan que desde el año 2000 la isla ha importado desde su vecino norteño 4,636 millones de dólares en alimentos, que incluyen el 90% del arroz que se consume nacionalmente, pollos congelados, arroz, carne de cerdo, leche en polvo,  maíz, harina  y frijol de soya, manzanas,  trigo,  conservas, etc.

En 2008 las exportaciones de los granjeros estadounidenses a la isla llegaron a $710 millones. Y aunque en 2013 bajaron a $348 millones, EE.UU sigue siendo el mayor abastecedor alimentario de la isla, por encima de la Unión Europea, Brasil, Argentina y Canadá.  Se da el caso bochornoso de que el país que durante 163 años fue la azucarera de EE.UU y del mundo ha estado importando azúcar estadounidense para poder cumplir sus compromisos de exportación.

Finalmente, y para colmo de las ironías,  con el dinero fresco llegado de EE.UU  la tiranía mantiene bien engrasado y equipado su brutal  aparato de represión, y hasta lo envía a Venezuela.

¿Dónde queda el “bloqueo” luego de este breve recorrido estadístico? O mejor es preguntar: ¿qué le ocurriría al castrismo y a Cuba si  Estados Unidos  de verdad le decretase  un embargo total como el que impuso la comunidad mundial  a Sudáfrica para poner  fin al apartheid—y lo logró—y no permitiese el envío de dinero,  ni de paquetes,  ni viajes de ningún tipo a la isla.

Es un escenario absolutamente improbable, pero  al menos  quizás haga pensar  a los tontos.

 

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