Cuba sin Venezuela

Roberto Álvarez Quiñones.
Roberto Álvarez Quiñones.

Aunque no creo  que el fin del régimen chavista sea ya inminente, la convulsa situación política y económica que sacude hoy a Venezuela  sí  indica que la “revolución bolivariana” no tiene muy buen futuro que digamos y que tal vez no habrá que esperar demasiado  tiempo para que  las cosas cambien radicalmente en ese país sudamericano,  actual sostén financiero  de la dictadura que padece Cuba hace 55 años.

Por eso hay tanto nerviosismo en los estamentos militares y civiles del castrismo. La Habana ya no percibe como imposible la caída del chavismo.

Si bien los efectos que podría tener el colapso del gobierno chavista para Cuba son  difíciles de precisar por el secretismo con el que se maneja la abrumadora dependencia económica cubana de Venezuela, de lo que no hay duda posible es de que en la isla se produciría una profunda  recesión como la ocurrida tras la desintegración de la  Unión Soviética, o quizás más grave, pues la salud de la economía cubana está hoy mucho más deteriorada  y delicada que en 1991.

Con la intención de aliviar la preocupación que hay en la cúpula castrista, algunos economistas oficialistas afirman que no es tan fiero el león como lo pintan, que un  desplome  chavista  no sería tan devastador porque  la dependencia  de Venezuela es menor  que  la que tuvo el país de la URSS. Pero resulta que estos  “think tanks”  habaneros  utilizan estadísticas oficiales no confiables, para no decir que abiertamente manipuladas. Así no se pueden hacer pronósticos económicos serios.

Según Pavel Vidal, uno de esos académicos cubanos, en 1980 el intercambio comercial con la URSS llegó al 39.3% del Producto Interno Bruto (PIB) de Cuba,  y en 1990 representaba  el 28.2%, mientras que actualmente con Venezuela el porcentaje es de 18.3%.

Eso es difícil de digerir. Para empezar, si el intercambio total de bienes y servicios de Cuba con Venezuela  en 2013 fue de $13,500 millones según  estiman organismos internacionales y la revista británica “The Economist”, ese  18.3%  equivaldría a un PIB cubano de $73,770 millones, para un per cápita de 6,586 dólares, muy superior al de Serbia, un país europeo,  al de Ecuador, exportador neto de petróleo,  y  duplicaría al de Filipinas.

Gato por liebre

Lo cierto es que el PIB  real cubano  probablemente no llega a los $40,000 millones (un per cápita de $3,571 que es ya alto para un país que produce muy poco e importa el 80% de los alimentos que consume). Lo que pasa es que el gobierno castrista pasa gato por liebre: desde  2003 contabiliza los gastos sociales del Estado como si fuesen nuevos valores creados.  Un caso único en el mundo.

Así,  la Oficina Nacional de Estadísticas e Información (ONEI) informó  que en 2012 el sector de la salud y asistencia social  aportó el 17%  del PIB,  solo superado  por el comercio (19%), y muy por encima del 13.6% de  todas las industrias del país en su conjunto.

Y mucho ojo, los ingresos obtenidos por los servicios médicos en Venezuela  no  pueden  ser incluidos en el PIB de Cuba,  pues son prestados y cobrados en el extranjero.  Estos sólo podrían formar parte del Producto Nacional Bruto (PNB) que incluye las relaciones económicas con el  mundo, pero no del PIB que solo refleja el valor de la producción de bienes y servicios dentro del territorio nacional.  Y es al PIB al que se refiere el señor Vidal.

Por tanto, aun teniendo en cuenta los servicios médicos que se cobran en Cuba a los extranjeros en la clínica especial  “Cira García” de Miramar, y en otras,  constituye un acto de “magia contable” convertir  los gastos de salud pública del Estado  en valor agregado al PIB, y por encima incluso del conjunto de toda la planta industrial de la nación.

El ‘Mago Tilingo’

Ese acto del “Mago Tilingo” (un  personaje de la TV cubana de los años 70) de sacar una robusta paloma del sombrero, lo  realiza un grupo de burócratas. Averiguan cuánto cuestan en  países desarrollados  las consultas médicas,  rayos X, análisis de laboratorio, o intervenciones quirúrgicas,   aplican esos precios a los servicios médicos cubanos y  suman dichos valores ficticios  como si hubiesen sido cobrados, y  a precios  adicionalmente falseados porque se infla el valor de las dos monedas del país.

Lo mismo se hace con la educación ¿Cuánto cuesta anualmente estudiar ingeniería o medicina en una  universidad de Boston,  Tokio, o  París?   Eso explica que  según la ONEI en 2012 la educación aportó el  7.4% del PIB y superó al  sector de la construcción (5.7%). Y que los egresos en cultura y  deportes  contribuyeron  más al PIB (un 4.2%) que la  agricultura y la ganadería  juntas (3.5%). La otrora gigantesca  industria azucarera sólo representó el 0.47% del PIB; la minería un 0.61%, y la pesca  0.11%.

El economista  Vidal, al insistir en que no hay que preocuparse demasiado por una eventual caída del chavismo,  destaca que, si ello ocurriese “la economía cubana acumularía una caída de 7,7% durante cuatro años”,  es decir,  mucho  menor al descenso de un 35% registrado luego de desintegrarse la URSS,  entre 1990 y 1993. Falso, la caída del PIB  sería mucho mayor, y él lo sabe bien.

Sin combustible suficiente y sin subvenciones,  la producción industrial, el comercio, el transporte, la agricultura y  toda la economía se afectarían dramáticamente.  Volverían las noches medievales de los años 90, con apagones de hasta 14 horas diarias. Y  quizás la desestabilización política podría asomar la cabeza.

Además, al no recibir los 38 millones de barriles de petróleo anuales obsequiados por Venezuela (105,000 barriles diarios),  Cuba tendría que gastar unos $3,000 millones para adquirirlo internacionalmente.  Y  el  país importa casi $2,000 millones anuales en alimentos.  ¿De dónde saldrían  $5,000 millones solamente  para combustible y comida?  Habría que reducir la compra de ambas cosas. Y  comprar sólo 19 millones de barriles de crudo costaría $1,500 millones.

Sin su mecenas venezolano, la isla caribeña ya no tendría  los $10,000 millones que recibe en subsidios y el régimen castrista quedaría  colgado de la brocha financieramente, ya que las exportaciones de bienes  no superan los $3,500 millones, y los ingresos netos obtenidos por el turismo no llegan a los $800.  Además,  Cuba no recibe créditos internacionales, pues no paga  ni siquiera los intereses de su  deuda externa, que según datos  de la Unión Europea  sólo con el Club de París (un pool  de  19 países occidentales) es de $31,681 millones.

Irónicamente, el  país pasaría a depender económicamente más que nunca  de las remesas y los envíos de mercancías de los “gusanos’ residentes en el extranjero.

Subsidios estratégicos

Con respecto a los subsidios, con algunas operaciones aritméticas es fácil cuantificarlos.  Según el  Ministerio del Comercio Exterior  de Cuba,  en 2012  la exportación de servicios reportó a la Isla ingresos por 11,000 millones de dólares (extraídos básicamente  de los  médicos y personal de salud que laboran en Venezuela). Asumiendo que en 2013 la cifra se mantuvo igual, se le restan los $1,804 millones en ingresos brutos del turismo  el año pasado, según la ONEI.

Luego se  le sustraen $1,596 millones correspondientes al supuesto pago del 50% de los 38 millones de barriles de petróleo venezolano recibido (el otro 50% dizque se pagará en 25 años), a un precio promedio de 84 dólares el barril (el crudo venezolano es pesado y cuesta 10 dólares menos que el crudo ligero de Texas que se cotiza en  New York). Y después se restan  otros $200 millones que pudieron haber reportado  los servicios técnicos y de salud  prestados en otros países.

Eso arroja $7,400 millones.  A  eso hay que añadir los ingresos que Cuba obtiene por  reexportar  la gasolina y el  crudo  venezolanos  que el país no consume –fuentes en Caracas  afirman que son unos $1,400 millones.  Se agrega la fuerte  “colaboración” venezolana  en la isla, y la cifra resultante ronda los $10,000 millones, que en buen castellano se llaman subsidios.

Abrir la mano 

La cúpula dictatorial  isleña  sí sabe bien lo que le espera si  el chavismo desapareciese, o si sólo se modificase mediante la sustitución de Nicolás Maduro por Diosdado Cabello,  u otro jerarca chavista. Cualquier nuevo presidente tendría que reducir  las subvenciones a Cuba por múltiples razones.  Pese a sus crecientes  esfuerzos  para obtener el “favor” de Brasil, China, Angola e Irán, la dictadura cubana ya no podría encontrar  otro tío “paganini” para mantener graciosamente  en el poder  a los hermanos Castro, los proxenetas políticos más exitosos  de la historia moderna.

Pero como dice un sabio proverbio criollo, “lo bueno que tiene esto es lo malo que se está poniendo”.  Desplomado el chavismo, el gobierno de Raúl Castro tendría  que emprender  reformas económicas de verdad,  dar libertad a las fuerzas productivas de la nación y  garantías al capital extranjero para atraer  así inversiones millonarias a la isla. De lo contrario, la muy  empeorada situación económica  podría tal vez arrastrar consigo al   “ancien regimen” impuesto hace medio siglo.

 

 

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