Jóvenes en riesgo de suicidarse

Martha Sáenz.

El tema del suicido entre los adolescentes podría ser demasiado repetitivo, pero por otro lado, los artículos, estadísticas y notas de los diarios han sido insuficientes para detener este terrible acontecimiento por el que están pasando los jóvenes, y en el que los adultos estamos implicados por ser los responsables de nuestra juventud.

Por parte de los adultos no se ha proporcionado suficiente información y tiempo para impedir dichas pérdidas, por estar ocupados, ausentes, pasivos o por el desconocimiento que es lo más terrible.

Sabemos muy bien el dolor que experimentan los familiares cuando un adolescente integrante de la familia se ha suicidado. Entendemos las recriminaciones que ellos mismos se hacen, dudas y preguntas sin respuesta, los “hubiera…”, “sin tan sólo…”, y “a lo mejor si…”. También sabemos que será un proceso largo, lento y doloroso para aceptar la pérdida y poder elaborar el duelo para despedirse del ser amado.

¿Qué los lleva a la decisión? 
Generalmente tendemos a pensar que el suicida toma la decisión y la efectúa en ese momento como si fuera un impulso, pero esto no es así, aún en los casos del que se suicidó totalmente intoxicado por alcohol o drogas ya había demostrado sus tendencias, o mínimo comentado algo acerca de suicidarse. La persona suicida cuenta con un historial de problemas, tristezas, depresiones, rechazos y siempre hay personas de la familia o amigos muy cercanos que se encuentran enterados.
Minimizar estos problemas o negarlos, argumentado que son chifladuras o cosas de la adolescencia, sólo los agrava más y puede desencadenar resultados fatales.

Éstos son algunos de los síntomas que pueden mostrar:

  • Estados depresivos.
  • Abuso de sustancias tóxicas (drogas).
  • Frecuentes episodios de huidas de casa o problemas con la policía.
  • Familias disfuncionales e inestables.
• Pérdida de un familiar cercano y amado por el adolescente.
  • Problemas graves con los padres.
• Expresiones como “me voy a matar”, “todos estarían mejor sin mí”, pensamientos suicidas o el hablar frecuentemente de morirse.
  • Momentos de tristeza o aburrimiento severos.
• Alejamiento y aislamiento de familiares e incluso de amigos.
  • Embarazos no planeados.
• No mantiene interés en actividades que antes disfrutaba y le producían entretenimiento y diversión.
  • Conducta impulsiva y agresiva, frecuentes expresiones de coraje y odio.

¿Y los que no muestran síntomas? 
Otro tipo de personas en alto riesgo son los adolescentes “pasivos”, aquellos jóvenes que pasan desapercibidos ante el alto riesgo en el que se encuentran, y que sus amenazas o intentos son ignorados o tomados en cuenta como diversión, rebeldía o desafío.

Tenemos a los jóvenes que después de ingerir bebidas alcohólicas hacen sus apuestas a ver quién es el más valiente al manejar el automóvil, e inicia una carrera por una gran avenida sin detenerse en los altos y mucho menos en los semáforos en rojo. Otros cambian el reto a través de medir su capacidad de tomar más bebidas alcohólicas hasta llegar a la completa intoxicación (aquí la jovencitas suelen comentar que no recuerdan nada ni siquiera en la cama de quién despertaron, si tuvieron la suerte de despertar).

Otra forma más oculta, pero igual de pasiva, es cuando deciden tomar decisiones de alto riesgo y estar en el lugar y con la persona equivocada a la hora de ocurrir la tragedia.

Escribir sobre este tema es difícil y doloroso, sobre todo si se tienen hijos que tienen posibilidades de correr el mismo riesgo, pero no hablar de ello nos convertiría también en cómplices pasivos de una pérdida que se puede evitar.

¿Cómo evitarlo? 
Solo lo que se encuentra al alcance de nuestras manos se puede intervenir, pero complicado porque depende de la relación que se tenga entre los padres y los hijos adolescentes y el nivel de comunicación y confianza.

Lo primero que se necesita es despojarse de la soberbia de adulto que todo lo sabe y todo lo entiende, y que a través de sermones y castigos lo puede arreglar. La humildad es necesaria para poder reconocer que se están viviendo situaciones disfuncionales en la familia, y que existe un adolescente en riesgo que se salió totalmente de control y que no existe ninguna comunicación con sus respectivos padres.

¿Qué estaría usted dispuesto a hacer, si fuera su hijo/a? 
Creo que la respuesta obligada es todo. Dejemos a un lado el poder que nos confiere el ser adultos, pidamos ayuda, hablemos del problema y enfrentemos con humildad la incapacidad de resolverlo. El saber que se evitó una muerte, justifica la existencia de cualquier ser humano y así sentirá que su misión en esta vida está cumplida.
Haga saber al adolescente que la ayuda está disponible al igual que usted.

**Martha Sáenz es Life Coach e hipnoterapeuta.

www.marthasaenz.com

 

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