
María Luisa Arredondo
Violeta Álvarez, quien desde el pasado 8 de abril es la nueva alcaldesa de Bell, nunca se imaginó que algún día se dedicaría a la política. Pero cuando en el verano de 2010 estalló el escándalo por los exorbitantes salarios que ganaban los funcionarios de esa ciudad, no dudó en sumarse a la lucha comunitaria para terminar con la corrupción.
“Me sentí muy decepcionada por los abusos y me dí cuenta que, si de verdad quería cambiar las cosas, tenía que trabajar para ello”, cuenta Álvarez, quien gracias a su dedicación llegó a convertirse en la dirigente de la Asociación para Detener el Abuso en Bell (BASTA, por sus siglas en inglés).
“Empecé por meter una mano, después la otra y al final ya estaba totalmente entregada a recolectar firmas para destituir a los funcionarios acusados. Tocaba puertas y hacía llamadas a los vecinos, a veces me daban las 3 de la mañana”, recuerda Álvarez, nacida en la ciudad de México y residente de Bell desde hace más de 33 años.
Cuando los funcionarios acusados fueron destituidos, mucha gente le pidió que presentara su candidatura para el Concejo. Sin embargo, Violeta –quien estudió psicología en la universidad Vanguard, confiesa que no se sentía preparada. “Yo nunca había estado en la política y me daba miedo lo desconocido. Pero al ver que otras personas con menos preparación que yo se estaban lanzando, decidí que yo podía hacer algo por mi ciudad, no sólo porque me gusta ayudar a los demás sino porque mi experiencia de más de 20 años como trabajadora social para el condado de L.A. me ayudó a aprender sobre responsabilidad fiscal y relaciones humanas”, asegura.
Álvarez resultó electa para el Concejo en los comicios del 8 marzo de 2011 y, desde entonces, su objetivo ha sido sólo uno: reconstruir la imagen de la ciudad.

El cargo de alcaldesa representa para ella, sobre todo, una gran responsabilidad. “Es el trabajo más importante que he tenido en toda mi vida y lo hago con un gran gusto porque deseo que Bell vuelva ser una ciudad de la que sus habitantes se sientan orgullosos. Quiero embellecerla, atraer nuevos negocios, crear trabajos, mejorar los servicios y terminar con la mala imagen de los políticos”.
La nueva alcaldesa reconoce que los retos para lograr esas metas son muchos. Uno de los más importantes, dice, es que la gente recupere la confianza en el gobierno local.
“Hay mucha inconformidad porque no podemos atender todos los problemas a la vez. Muchos se quejan, por ejemplo, de que no hemos podido bajar los impuestos a la propiedad, pero esto no es fácil porque la ciudad se queda sólo con menos del 10% de éstos y las autoridades anteriores contrajeron muchas deudas que ahora tenemos que pagar. Pero estamos viendo con un grupo de asesores qué medidas se pueden tomar”, dice.
Otro de los problemas que tiene muy molesta a la comunidad es el relacionado con el proceso contra los ocho ex funcionarios acusados de fraude y apropiación ilegal de fondos públicos. Violeta precisa que muchos están decepcionados porque el juicio contra seis ex miembros del Concejo se declaró nulo y temen que suceda lo mismo en el caso del ex administrador Robert Rizzo y su asistente Angela Spaccia. “Esperamos que finalmente se haga justicia, pero la realidad es que se trata de un asunto muy complejo y los residentes deben entender que es algo que está fuera de nuestras manos”, explica.
Pese a las limitaciones que hay, Álvarez dice que desde que llegó al Concejo se han alcanzado varios logros.
“El más importante”, precisa, “es el de la transparencia, sobre todo desde que lanzamos el nuevo sitio en internet www.cityofbell.org donde se pueden ver todas las acciones del gobierno”.
De acuerdo con Álvarez también se han mejorado algunos servicios, como el de la basura, por el que los residentes ahora pagan 48% menos. Agrega que en los últimos dos años los crímenes graves han disminuido en un 18%. “Y, a diferencia de los concejales anteriores que ganaban 100 mil dólares al año, los actuales sólo percibimos 643 dólares al mes”, precisa con una sonrisa.
Pese a que el sueldo es simbólico, Álvarez –quien tiene un hijo de 14 años y una hija de 25- dice que renunció a su empleo como trabajadora social para dedicarse en cuerpo y alma a Bell porque quiere dejar un legado en la ciudad. “Me gustaría servir de ejemplo para que otras mujeres alcancen sus metas y vean que, una inmigrante como yo, que habla inglés con acento, pudo convertirse en alcaldesa y hacer un buen trabajo”, afirma.