
“Los errores del personal no son tan relevantes, como el del directivo que procede dictatorialmente. El crítico destructivo mata la iniciativa cuando se cometen errores”
William McKnight
Alguien dijo que: “En la política, la forma es el fondo”. En las relaciones interpersonales el fondo y la forma tienen sustento y manera. No por lograr el objetivo se vale lastimar a terceros involucrados.
En el voraz alcance del objetivo, en particular el monetario, frecuentemente se descuida a esos terceros implicados: clientes, empleados o proveedores. El que así actúa se escuda detrás del deshonesto lema de que: “el fin justifica los medios”.
Es una conducta comparable con la del general al que no le importan la moral ni la vida de sus ejércitos con tal de ganar una batalla. A pesar de que la historia de la milicia tiene numerosos pasajes que demuestran que, cuando el líder pierde el apoyo de sus guerreros, fatalmente pierde el respeto de ellos, su entrega en la lucha, y la guerra también. Conocer las mejores tácticas de combate no le será suficiente al estratega para ganar el combate. Necesita del equipo y los demás medios, particularmente el del recurso humano.
El líder empresario debe tomar en cuenta el aprendizaje que emana de los fragmentos históricos en cuestión pues, para lograr un resultado, requiere de terceras personas. Y sin la entrega y compromiso absoluto de ellos no lo conseguirá en su total magnitud si es que no cuida la forma… y el fondo también. La forma referida al estilo del trato personalizado con la gente.
Es inaceptable que – hoy por hoy – existan directores que se comportan como si todavía viviésemos en la época de la esclavitud. Puede parecer insólito e increíble, pero es cuestión de forma asimismo. Algunos jefes extreman sus agrios talantes aprovechándose del propagado desempleo.
La clave, para lograr el objetivo, con y por medio del personal, comprometido, motivado y eficaz, está en hacer que ellos quieran hacer las cosas y no que tengan que hacerlas. En este evento, el líder el primer y único responsable de descubrir personas a las que pueda entusiasmar, influir y dirigir eficazmente hacia la conquista de la meta.
Muchos jefes se justifican, de sus agravios a la gente, repitiendo sosos argumentos: “apenas así entienden, con malos tratos”, “así es mi carácter y se tienen que aguantar”, “si los tratas bien, no te lo agradecen”… Contrarios a esos alegatos están los centenares de libros y teorías, muy contundentes, que han estudiado el comportamiento humano en la empresa y que apabullarían al más versado de estos jefes expertos en el mal tratar y mal proceder.
Ahora bien, dejemos de lado los libros y los pretextos de los jefes injustos. Vayamos directo al meollo del asunto y a la médula de la condición humana. Simplemente recordemos “la regla de oro”, que es un precepto o conducta altruista. Es decir, lo que toda persona debe hacer a los demás como le gustaría que los demás se lo hicieran a ella. Confucio lo dijo de manera similar: “No hagas a los otros lo que no quieras que te hagan a ti mismo”.
No se trata de darle a la empresa un aire de complacencia, sino de justicia y eficacia. El buen líder sabe lograr el resultado a la par que desarrolla, compromete y enaltece a sus seguidores.
“Justo, pero firme”, dice la fórmula
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D. R. © Rubén Manuel Sañudo Gastélum. Se prohíbe la reproducción sin el permiso del autor.