Renace la esperanza de una reforma migratoria

 

Durante su primeros cuatro años de gobierno, Obama deportó a 1.4 millones de indocumentados.

María Luisa Arredondo

 Las discusiones sobre la aprobación de una reforma migratoria han vuelto a un primer plano noticioso como resultado del triunfo de Barack Obama y el indiscutible apoyo que le dio la comunidad latina.

Para el presidente Barack Obama es, fundamentalmente, un asunto de honor. Se trata de una promesa que hizo desde hace cinco años y  que ahora, con el apoyo del 71% que recibió de los latinos, está obligado a cumplir más que nunca. Para los republicanos se trata de un problema de supervivencia política. Si persisten en su actitud de obstruir  la reforma migratoria, sus bonos entre los latinos –que en esta elección cayeron al 27%- se desplomarán aún más y difícilmente podrán recuperar la Casa Blanca.

Los signos de que son cada vez más los republicanos que han empezado a comprender esta realidad se han hecho patentes en diversos foros.

En el programa dominical de Candy Crowley en CNN, Carlos Gutiérrez, ex secretario de Comercio durante el gobierno de George Bush, lo expresó muy claro: Si los republicanos desean ser un partido sólido requieren del apoyo latino y para ello deben liberarse de la extrema derecha que con su retórica de intolerancia alejó a los inmigrantes con los resultados desastrosos que se hicieron evidentes el 6 de noviembre.

Gutiérrez subrayó, por otra parte, que la reforma migratoria no sería ninguna concesión gratuita pues, de hacerse realidad, todos saldrían ganando. “Para seguir siendo una nación que crezca y prospere, Estados Unidos necesita una reforma migratoria”, dijo.

El cambio en la postura sobre inmigración se ha dado incluso entre algunos de los representantes más conservadores de los republicanos.

A diferencia de hace algunos días, cuando favorecían la idea de que los indocumentados se autodeportaran como llegó a sugerir el ex candidato Mitt Romney, varios de ellos se muestran ahora más conciliadores y abiertos a que el tema se discuta.

Sean Hannity, conocido comentarista de radio y televisión,  manifestó que si los indocumentados están bien establecidos en este país, con trabajo e hijos aquí, se les debe ofrecer una vía para que legalicen su estadía.

Por su parte, Charles Krauthammer, columnista del Washington Post, fue más directo al escribir que los republicanos pueden conquistar al electorado latino con una simple fórmula: “la valla fronteriza y la amnistía”.

Consciente del impacto de la palabra “amnistía”, Krauthammer aclara en su columna: “Sí, amnistía. Usen la palabra. Sorpresiva y temerosa –normalización legal completa (a un paso para la ciudadanía) a cambio del reforzamiento total de la vigilancia en la frontera”.

Esta fórmula no será obstáculo para que los republicanos y los demócratas puedan reanudar oficialmente las conversaciones sobre la reforma migratoria. Obama se quedó corto en su promesa de trabajar más a fondo para legalizar a los indocumentados, pero no en lo que se refiere a vigilar la valla fronteriza y deportar a quienes no tienen papeles. Durante su primer término como presidente se estima que deportó a más de 1.4 millones de indocumentados, muchos de ellos con familia bien establecida en Estados Unidos y sin pasado criminal.

El republicano John Boehner, presidente de la Cámara de Representantes,  reconoció el pasado viernes que el sistema migratorio del país no funciona y agregó que el presidente Obama debe asumir el liderazgo para resolver el  espinoso tema.

Un factor que sin duda ayudará a que el proceso sea menos arduo es que una encuesta de salida de urnas reveló que el 65% de los estadounidenses está de acuerdo en que se apruebe una reforma migratoria. Ninguno de los partidos debe temer, por tanto, que la posible legalización de los indocumentados en este país se convierta para ellos en un lastre político.

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