
El jefe provisional Anthony Miranda dice haber adquirido la experiencia necesaria para estar al tanto de la seguridad de los habitantes
Cesar Arredondo
Cuando la ciudad de Bell despidió a su jefe policial hace dos años, el capitán Anthony Miranda ayudó a dirigir provisionalmente el Departamento de Policía hasta que se contrató a un jefe interino de fuera de la región un año y medio más tarde.
En septiembre una búsqueda de varios meses para llenar permanentemente el puesto más alto de la agencia concluyó sin éxito y al jefe interino se le acabó su contrato en septiembre.
Ahora Miranda, de 46 años, está de vuelta a la cabeza del BDP pero esta vez con el título oficial de jefe provisional de la policía. Su nombramiento fue aprobado por unanimidad por el Concejo a principios de octubre.

Miranda señala que ya tiene algo de experiencia detrás del escritorio del policía con más rango de la municipalidad.
“Fui el jefe de facto durante 14 meses después de que sacaron al jefe Randy Adams”, dice Miranda. “Fueron unos tiempos realmente difíciles debido a la percepción de que todo nuestro departamento de policía era corrupto y a que la moral de nuestro personal estaba muy baja”.
Adams fue despedido en 2010 después de que el diario Los Angeles Times reportó que recibía un salario de 457 mil dólares (sin incluir beneficios), posiblemente la paga más alta para un jefe de policía en todo el país, en una ciudad pequeña de dos y media millas cuadradas y una población de menos de 36 mil personas.

CAMINO POR RECORRER
Aunque cree que ha mejorado la imagen del BDP y que los empleados del departamento se sienten mejor acerca de su agencia, Miranda dice que hay un largo camino por recorrer para restaurar la confianza pública en el Departamento de Policía. Parece dispuesto a demostrar que puede lograr más progresos en la agencia policial y ganarse la confianza de los habitantes y el Concejo, ya que no es un secreto que al jefe provisional le gustaría convertirse en permanente.
¿Su prioridad número uno? “Dedicarnos de lleno a la colaboración comunitaria de la policía”, dice Miranda, refiriéndose a lo que en inglés se conoce como “community policing”. Para ello acaba de crear el programa COPS mediante el cual los policías trabajarán más de cerca y se comunicarán mejor con los residentes de Bell. También desea fortalecer y desarrollar programas existentes como los exploradores, los cadetes y Neighborhood Watch.
“Además quiero establecer una Academia de Ciudadanos (bajo el programa COPS) para generar una fuente de voluntarios que nos ayuden a hacer más segura nuestra ciudad”, dice Miranda. “Me gustaría contar con más voluntarios que policías uniformados”.
Los voluntarios pueden ayudar a educar a los miembros de la comunidad acerca de la seguridad pública y de cómo funciona realmente el BDP, según Miranda. “Ellos nos ayudan a ser más transparentes y eliminar rumores sobre lo que pasa en el Departamento de Policía de Bell. Quiero que los residentes se sientan parte de la policía”.

ENORME DESAFÍO
El ganarse nuevamente la confianza de los residentes podría ser el mayor desafío para el BDP y Miranda.
El ahora ex jefe Adams no sólo recibía un exorbitante sueldo anual de casi medio millón de dólares, sino que las acciones de sus agentes también azotaban financieramente a los residentes de Bell y posiblemente violaban los derechos civiles de la gente, al punto de que el Departamento de Justicia de Estados Unidos inició una investigación.
El inapropiado remolque de vehículos y las exorbitantes cuotas para recuperarlos, así como el enfoque en los automovilistas inmigrantes sin documentos que no pueden obtener licencias de conducir —en esta ciudad donde la mitad de la población es inmigrante — fueron algunas de las denuncias que surgieron en 2010 como parte del escándalo de corrupción que envolvió al Ayuntamiento y al BDP.
Según un artículo del diario Los Angeles Times, Bell generó casi $1 millón con cuotas de recuperación de vehículos en el año fiscal 2008-09 mediante cuotas de $300 pagadas por los conductores sin licencia al recuperar sus vehículos confiscados, tres veces lo que cobran el Condado de Los Ángeles y las ciudades vecinas.
“Teníamos una división de tráfico disfrazada como un departamento de policía,” reconoció Miranda en un tono que sonaba apologético y con pena. “Fuimos muy agresivos en la aplicación de las leyes de tráfico. Nos han investigado el IRS, la DEA, el FBI, el Departamento de Justicia y el Procurador de Distrito. ¿Cómo te puedes recuperar de (todo) eso?”
BÚSQUEDA DE SOLUCIONES
La policía ahora tiene como prioridad el reenfocarse en su servicio y responsabilidad público y brindar más transparencia a sus funciones, dice el jefe provisional. “Hemos instruido a nuestros oficiales que cooperen con las investigaciones y les recordamos que ya no estamos enfocados en el tráfico, que ahora estamos trabajando en la colaboración comunitaria”.
Los esfuerzos están rindiendo frutos, afirma el jefe, ahora con orgullo en su voz. “Cuando se fue el jefe interino Steven R. Belcher, le entregó al Ayuntamiento un informe sobre la condición de nuestro departamento y fue reporte (que indica) ‘un buen estado de salud’”, dice y añade: “[Belcher] dijo que somos un buen departamento pero que necesitamos más mejoras y transparencia”.
Miranda cree que tiene las cualidades y experiencia para dirigir el departamento como jefe permanente de la policía.
“Nací en el Hospital General [en Lincoln Heights] y me crié en el sureste del Condado de Los Ángeles”, dice y agrega que vivió primero en Cudahy y luego en South Gate, donde sus padres tenían una llantera. “Querían que me hiciera cargo del negocio”.
Pero por pura casualidad incursionó en campo policial.
SUS INICIOS
Un día su hermano le pidió un aventón en auto para ir a hacer un examen en la Academia de Policía de Los Ángeles. Miranda decidió hacer también el examen; lo pasó, no así su hermano. “Tenía 20 años”, recuerda.
Poco después comenzó a trabajar para una empresa de limpiado de alfombra dirigida por un sargento de Bell, Jim Edwards, quien posteriormente se convirtió en jefe de la policía de esta ciudad. Edwards animó a Miranda a completar la Academia con la promesa de un trabajo como oficial de policía.
“Me contrataron un día antes de mi graduación y me gradué con mi uniforme de policía de Bell el 11 de febrero de 1991”, dice y sonríe. Primero fue patrullero y luego sargento, y cinco años más tarde fue ascendido a teniente. “Soy un capitán desde hace como nueve años”.
Miranda tiene una licenciatura en servicios humanos de la Universidad de Phoenix y es candidato a una maestría en administración pública de la Universidad Estatal de California en Long Beach.
Es casado, tiene cuatro hijos y dice que el trabajo policial es un asunto familiar. “Mi esposa es un oficial de policía en Glendora, mi hija de 13 años de edad es una exploradora y uno de mis hijos ahora trabaja como guardia de seguridad en la Colegio de Claremont y está pensando en convertirse también en un agente de policía”.
Después de dos décadas con el BDP, Miranda tiene en su mira la posición permanente del jefe de la policía y considera su actual puesto provisional como un período de prueba.
No está claro cuándo comenzará la nueva búsqueda para llenar la vacante.
El jefe provisional está dispuesto a esperar cuanto sea necesario.
“Podrían ser seis meses o un año. Si son 10 años, que así sea”, dice Miranda, y añade: “Después de todo, la vida es como una prueba en la que siempre se enfrentan desafíos y plazos”.
Este artículo y su versión en inglés están disponibles en www.LatinoCalifornia.com.
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