Yo hablo español, and you?

Rubén Moreno

El otro día fui a ordenar comida con mi jefe. Mientras estábamos haciendo línea, no dejaba de ver lo dramáticamente que habían subido los precios desde la última vez, pero aún así quise ser cortés: saqué mi ei-ti-em y puché los cuatro dígitos de mi pin.

Cuando nos fuimos a sentar, vio a un conocido en otra mesa y me dijo: ven, te voy a introducir a un amigo. Me causó tanto miedo que tiré mi charola en la carpeta y salí despavorido en mi nueva troca. Me la vendieron diciendo que era estado del arte. Y la verdad que sí, que era bonita.

Era, porque del susto que llevaba encima no me di cuenta que manejaba por arriba del espid limit. Me vi envuelto en un accidente cuando choqué contra el carro de una mujer, el de la compra, pues venía con sus hijos de traer groserías de la marqueta. A la pobre señora, que llevaba una cola de caballo, la dejé tirada en la banqueta junto a la parada del camión, no el de la basura, sino el de la em-ti-ei. Todavía se acercó un forastero a preguntar a qué hora pasaba la guagua. Sigo sin saber si lo hizo por guasa.

Apareció de la nada un carro patrulla, con ademanes de autoridad diciendo que era el oficial. Me quedé pensando si los demás policías serían de mentira. Traté de convencerle de que mis braques no habían trabajado cuando los puché, pero como mi troca era nueva no me creyó.

Del ticket no me salvé, y menos mal que a la señora no le pasó nada porque no me hubieran dado chance de irme para casa. Fue más el chock que la reparada del carro, aunque no me dejaron ir de la escena hasta que removieron todo el desperfecto que había causado. Hubieran visto en qué estado quedó el arte de mi troca.

Yo, como soy tan buena gente, me dispuse a pagarle la compra a la señora, porque no quiero que anden pensando de mí que soy un grosero. Hasta me ofrecí al día siguiente para coger a su hija y llevarla a la escuela. Faltó poco para que la señora llamara a más policías porque me quería acusar de depredador sexual.

Se calmó después de explicar que yo no voy por ahí comiendo gente. La verdad es que se puso muy excitada. La madre, no la hija. Cuando recuperó el aliento, me dijo que la niña estudiaba en una elemental cerca de su casa, que se la quiere reposeer el banco. Menos mal que la escuela era elemental, porque si llega a ser más complicada aún la estuviera buscando. Estaba a once cuadras en una zona de gangas.

Dicen que en average ocurren mil accidentes al día y aquel lunes me tocó a mí. Ahora soy parte de las figuras que maneja la patrulla de caminos, esos que aparecen cuando no los necesitas y luego por más que yo los busco a ellos en algún sendero no los encuentro. Qué vagos, solo trabajan en las carreteras. Pues así, cualquiera.

De mi jefe no he vuelto a saber nada, y no es porque tenga miedo a que me corra. Todavía no se me pasa el susto y temo que siga con la idea de meterme a su amigo por donde no me quepa. Por más mensajes que me ha dejado en mi voismel diciendo que le llame pa´tras, no me atrevo. Así que me he puesto a buscar otro trabajo.

He leído en un brochur uno de traductor muy bueno. Ya he llenado la aplicación y estoy esperando a que me llamen. Al fin y al cabo, creo que esto del idioma no se me da tan mal. Si me cogen, espero que después de algunas traducciones haya salvado algo de dinero para comprarme otra troca. Pero esta vez iré a un diler que no sea tan moderno.

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Amigo lector:

Usted y yo compartimos algo, aunque no nos conozcamos: nuestra lengua, que ya es compartir demasiado. O mejor dicho, nuestro idioma, ese que hablamos 450 millones de personas en el mundo, cada quien a su manera, con sus modismos y con sus jergas.

Es increíble cómo hablando un mismo idioma hay situaciones en las que no nos entendemos. Qué haríamos sin el contexto, que a menudo nos saca de situaciones que creemos embarazosas o nos hace sentir como auténticos inútiles aunque pretendamos que hemos agarrado la onda.

Esta semana hemos celebrado el Día Internacional de la Lengua Materna. Al menos yo, estoy muy orgulloso de hablar español. Es un tesoro. Una riqueza que algunas personas que llegan a este país tiran a la basura porque les da vergüenza. Creen que hablando mejor solo en inglés serán más americanos, cuando americanos ya son si han venido de Latinoamérica.

Pero hablar bien el español en Estados Unidos es un reto. No solo  hay personas que quieren pisotear la lengua de Cervantes sin entender que quien no es bilingüe es el que se queda atrás en estos tiempos. Es un desafío hablar bien porque estamos contagiados por el inglés. No es malo. Lo malo es querer mezclar ambos en una misma frase e inventar palabras cuando ya tenemos las nuestras. Ni el más purista se salva de tener que echar mano de esto cuando no se le viene una palabra a la cabeza.

De seguro, todos han entendido la experiencia ficticia que narro arriba, aun cuando está plagada de patadas a nuestra lengua. Lo bueno es que nos entendemos. Lo preocupante es que lo hacemos por el camino equivocado.

El fin de semana tuve la oportunidad de moderar un debate sobre el uso del español en Estados Unidos. Aprendí muchísimo, sobre todo que hay diferentes maneras de llamar a las cosas según donde uno se encuentre. No hay un español único. Querer hacer una versión castellanizada del esperanto resultaría inútil. La riqueza de nuestro idioma está también en la diversidad de palabras y que cada quien trata de usarlas lo mejor que puede.

Quienes trabajamos en medios de comunicación sabemos que además de informar tenemos que educar. Para nosotros la lengua es como un bisturí para un médico. Si no lo usamos correctamente, podemos perder al paciente. En el hospital del español hay muchos que están enfermos y algunos en condición bastante grave.

De todos depende de que el idioma que les dejemos a nuestros hijos sea el mejor que podamos. Esa será nuestra herencia porque, dentro de cien años, no tengo duda de que el español se hablará con más fuerza en Estados Unidos, aunque nosotros ya no lo veamos.

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