
Dulles, Virginia (EFE).- Los atentados de 2001 agudizaron el escrutinio en los 330 puertos de entrada a Estados Unidos pero, hoy mismo y contrarreloj, los agentes de Aduanas compiten con el ingenio de contrabandistas y la astucia de viajeros que, aguijoneados por la nostalgia, esconden hasta pericos en sus maletas.
Durante un recorrido por el Aeropuerto Internacional Dulles con medios extranjeros, los agentes de la Oficina de Aduanas y Protección de Fronteras (CBP) subrayan que no son “los malos de la película”.
“No estamos acá para quitarle a la gente lo que le pertenece, pero queremos hacer cumplir las leyes”, explicó el agente Stephen Sapp, al señalar que el gobierno busca aliviar las largas colas con más personal.
Para el año fiscal 2013, el presidente Barack Obama ha solicitado al Congreso 39,500 millones de dólares para el Departamento de Seguridad Nacional, de los cuales 10,400 millones serán para CBP.
Drogas y dinero ocultos en fondos falsos, alimentos y estatuillas de santos, medicinas, frutas y productos lácteos de México y Centroamérica, chorizo y jamón de España, plantas, carne de mono y animales silvestres de África y Asia son una ínfima parte de los bienes confiscados y destruidos a diario por la CBP.
El aeropuerto en Dulles, en las afueras de Washington, ocupa el noveno lugar de los diez más transitados de EE.UU. –el primero es JFK, en Nueva York— y en el año fiscal 2011, sus agentes procesaron a 3.2 millones de pasajeros internacionales.
Fue un año singular: confiscaron 22.7 kilos de cocaína y otros 23.6 de hachís, ambos valorados en 3.3 millones de dólares, y decomisaron 214,000 dólares en dinero al contado.
También arrestaron a 146 personas con órdenes de captura y confiscaron 30,019 productos agrícolas, prohibidos porque pueden ser vectores de pestes y enfermedades dañinas para la agricultura nacional.
Además interceptaron 656 insectos vivos –en otros años detectaron algunos jamás vistos en EE.UU.– que fueron analizados en laboratorios del Departamento de Agricultura.
Pero impusieron sanciones solamente en 234 casos, con multas promedio de 300 dólares, aunque estas pueden ascender a 2,000 dólares.
Según la agente Valerie Woo, la nostalgia “absolutamente” explica por qué los viajeros mienten y ocultan productos prohibidos en su equipaje, desde el chorizo español hasta “mangos sin semilla” o el “pollo campero” de El Salvador.
“El chorizo español se permite con ciertos certificados y permisos y para venta comercial. Cuando lo compras en una tienda en España y lo traes en tu maleta, no vas a tener esos certificados o permisos” exigidos por la ley, dijo Woo.
Con la globalización, muchos productos se venden en EE.UU. pero “la gente asegura que ‘no es lo mismo’ y que son más baratos en sus países. Lo entiendo perfectamente, pero tenemos que proteger nuestras fuentes alimentarias y nuestra agricultura”, enfatizó.
Por ello, los agentes de CBP reciben una extensa capacitación que incluye cursos sobre comportamiento humano, porque “si ves sobres de sopa en polvo y el viajero suda copiosamente, entonces hay algo raro allí”, señaló.
La nostalgia no es solo por los manjares de China, África y demás tierras lejanas. Abundan casos de viajeros que ocultan pericos en su equipaje, aunque el mercado negro de mascotas exóticas abarca especies en peligro de extinción.
En Dulles, algunas escenas parecen sacadas de películas como María, llena eres de gracia (2004), donde personas empleadas como “mulas” trasladan la droga en sus entrañas.
“Se arriesgan porque saben que no podemos frenarlo todo y algunas personas van a pasar. Hemos visto casos de personas que se habían tragado globos repletos de heroína, una droga predilecta en los últimos seis meses”, dijo Chris Downing, un supervisor de Aduanas.
“Cuando llevas tiempo en esto ves que, como reza el dicho, no hay nada nuevo bajo el sol. Siempre habrá algún listo que regrese a métodos básicos, como los fondos falsos, para esquivar la prohibición”, puntualizó.