
BUENOS AIRES — El vicepresidente electo de Argentina es un guitarrista de rock ‘n roll que viste sudadera con capucha y conduce una motocicleta Harley, quien publicita la marcha de la prosperidad del país en cada reunión financiera a la que asiste como ministro de Economía. Aquí la historia de AP:
La presidenta Cristina Fernández escogió a Amado Boudou como compañero de fórmula electoral no sólo debido a su encanto juvenil, un factor clave ahora que ella es una viuda de 58 años limitada a un segundo período en el cargo.
Boudou también fue un participante crucial en varias decisiones poco ortodoxas, como nacionalizar las pensiones y utilizar reservas de divisas extranjeras para pagar parte de la deuda, lo que le permitió a ella extender la riqueza de la nación a los pobres y la clase trabajadora.
Esto, a su vez, ayuda a explicar cómo es que Fernández fue reelegida el domingo con quizá el margen de victoria más amplio en la historia de Argentina y un 54% de los votos.
¿Cómo es que ella y Boudou hacen esto, en un mundo donde las economías líderes están disminuyendo y países más pequeños están engullendo medidas de austeridad impopulares a cambio de cordeles financieros de salvamento?
Desde que Fernández y su esposo ya fallecido y predecesor Néstor Kirchner se mudaron al palacio presidencial en 2003 han presidido sobre uno de los más largos períodos de crecimiento económico en la historia del país, creciendo dos veces más rápido en términos reales que el fuerte centro económico de Brasil y más rápido que cualquier otra nación en el mundo, salvo China e India, según el Centro para Investigación Económica y Política, con sede en Washington.
Los Kirchner también recortaron casi a la mitad la inequidad económica —la diferencia en ingreso entre el 95 y el 5 percentil— casi triplicando el gasto social en términos reales, dijo el economista Mark Weisbrot.
Reconstruyeron la capacidad industrial de Argentina después del colapso económico del 2001, crearon empleos, redujeron la pobreza y pusieron el ingreso disponible en muchos más bolsillos.
Lo hicieron tratando de enmascarar o no tomar en cuenta la alta inflación que alentó su gasto, prefiriendo mantener la economía en movimiento. Como resultado, las tiendas están abiertas, los negocios están prósperos y la gente está comprando automóviles y televisores nuevos como nunca.
Cuánto tiempo puede sostenerse este tipo de gasto es una pregunta abierta. La Nación, principal diario de Argentina, advirtió el lunes en una columna de opinión en la primera plana que los motores económicos del país se están secando. El socialista Hermes Binner, segundo lugar en las elecciones, dijo que no está claro si Argentina puede resistir una próxima crisis global.
Por otro lado, Argentina tiene aún reservas de divisas extranjeras casi récord de más de 48.000 millones de dólares, gracias en gran parte a movimientos arriesgados por parte de Fernández y de su ministro de Economía de 47 años de edad y cabello largo, un soltero confirmado con dos motocicletas, una creciente colección de guitarras eléctricas y una novia periodista de televisión que tiene casi la mitad de su edad.
Mientras Boudou persiguió el voto joven, los fondos liberados y generados por sus decisiones fueron utilizados para la “inclusión social”, incrementando las pensiones, el bienestar infantil y el salario mínimo en aproximadamente 25% el mes pasado para ir al la par del alza de precios.
Fernández incluso extendió el programa de apoyo familiar de 3.000 millones de dólares que creó por decreto presidencial de manera que las madres pobres obtengan dinero en efectivo al inicio de sus embarazos.
Todo esto ha tenido un impacto social enorme: entre otras cosas, los salones de clases están llenos de niños que de otra manera estarían trabajando o en las calles.
Ellos pudieron lograr esto, fundamentalmente, rechazando el tipo de recetas económicas ortodoxas que han hecho que manifestantes en todo el mundo estén tan indignados, entre ellos los del movimiento “Ocupemos Wall Street”.
Boudou ha insistido ante el Club de París, un grupo de naciones crediticias entre ellos Estados Unidos y a quienes Argentina aún le debe más de 6.500 millones de dólares, que el gobierno no aceptará condiciones a cambio de un nuevo plan de pagos aunque sean las mismas naciones acreedoras las que forzaron la aplicación de medidas de austeridad en Grecia y en otras atribuladas economías.
“Cuando una sociedad se expresa y decide en elecciones democráticas, esa decisión debe ser respetada y las personas que han logrado ese mandato deben ser apoyadas y tener la colaboración del resto de la sociedad”, destacó la mandataria en su discurso victorioso el domingo por la noche, señalando a aquéllos que llevarían a Argentina de regreso a su modelo de neoliberalismo conservador de la década del 90.
Fue Boudou quien le sugirió a los Kirchner antes de convertirse en ministro de Economía a que volvieran nacionalizar el fondo de pensiones que había sido privatizado en la década del 90, una década durante la cual el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional habían alentado a Argentina a asumir deudas imposibles que llevaron al país a su mayor desastre económico cuando incumplió sus pagos en el 2001.
“En ese momento el Estado estaba pagando el 60% para que las AFJP (fondos privados) cumplieran con el pago de las jubilaciones mínimas. Nunca me voy a olvidar ese momento”, afirmó.
Fernández siguió el consejo de Boudou y en 2008, aprobó una ley confiscando los 23.000 millones de dólares en los fondos de pensiones privados. Esto indignó a algunos inversionistas, provocó una serie de ataques en los medios informativos y la convirtió aún más en una paria entre los analistas financieros. Sin embargo, también creo un vasto fondo crediticio desde el cual se invirtió en los proyectos “hecho en Argentina” y suministró una alternativa a la deuda extranjera que no podían obtener sin aceptar un escrutinio independiente de las cifras de inflación oficial de Argentina. Eso a su vez, hubiera asegurado una fuerte presión para aplicar recortes presupuestarios, provocando un revés en las urnas.
“Es por esto que valoro tanto a Amado Boudou”, explica Fernández en su biografía autorizada, publicada en agosto. La presidenta afirmó que en dos años han duplicado los fondos que les había tomado acumular en 12 años. “Era un negocio impresionante. Muchas de las cosas que hicimos ya las habían pensado otros, pero no se animaron”, añadió.
Boudou fue clave para que Fernández destituyera al presidente del Banco Central, lo cual permitió que el gobierno usara esas reservas para pagar la deuda externa. Sus detractores pronosticaron que eso debilitaría la capacidad de Argentina de respaldar su moneda. Sin embargo, la reducción de la deuda liberó dinero para usos más productivos y para después acumular reservas. Argentina ahora ha acumulado mucho más de lo que había tenido para contrarrestar previas turbulencias mundiales.
Cuando el nuevo Congreso juramente el 10 de diciembre, Fernández, Boudou y quien sea nombrado como su ministro de Economía se beneficiarán de las estrechas mayorías en ambas cámaras por primera vez desde las elecciones parciales de 2009. Podrá volver a aprobar leyes, en vez de invocar poderes de emergencia para lograr hacer las cosas.
Esta es una ventaja que Fernández tiene sobre el presidente Barack Obama: Casi toda la oposición en el Congreso pertenece a partidos centristas o de izquierda. El único bloque que promueve ideas remotamente similares a las de los conservadores estadounidenses es el partido Pro, encabezado por el alcalde de Buenos Aires Mauricio Macri, pero está reducido a 11 escaños en la Cámara de Diputados y ninguno en el Senado.
Aún queda por verse si Macri puede ahora congregar lo que queda de la dividida oposición.
“Hay méritos propios importantes y errores ajenos. Claramente la fragmentación (de la oposición) ha sido un enorme error” destacó Macri el lunes, refiriéndose a una mitad o más de argentinos abiertos a una propuesta de cambio, pero ésta no fue articulada.
El programa de gobierno de Fernández incluye cambios a la regulación bancaria para un mayor control de liquidez monetaria y propuestas apoyadas por los sindicatos que requieren que las corporaciones compartan un 10% de sus ganancias con sus empleados, que de ser aprobadas podrían obligar a las empresas a mostrar su estado contable en un país donde la evasión tributaria sigue siendo rampante.
Esas medidas con toda seguridad provocarán nuevas quejas de que Fernández no cumple con asegurar la estabilidad de los inversionistas.
Su probable respuesta podría ser que, Argentina está abierta a cualquier inversionista que desee cumplir con las condiciones del gobierno.
“Yo no soy ingenua ni soy tonta”, destacó Fernández el domingo por la noche, al hablar sobre aquéllos que se oponen a su política populista. “Pero sé que son minorías, poderosas pero minorías. Depende, entonces, de las grandes mayorías, conformadas por nuestros trabajadores y por nuestras clases medias, no ser desviados del camino.”
Fernández dijo que esos grupos “siempre pensaban que no se podía luchar contra determinadas cosas preestablecidas en la Argentina, que había que pedirles permiso a algunos para ver qué se podía decir y entonces lograr cinco minutos más de pantalla o cuatro líneas más en un periódico. Y yo creo que lo importante es lograr un lugar en el corazón de nuestro pueblo; creo que lo importante es saber leer los ojos de los millones de argentinos”.
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