¿Qué pasa con los inmigrantes que a pesar de vivir por años en Estados Unidos nunca acaban por acostumbrarse a la

nueva sociedad donde viven, y siempre abrazan la esperanza en su mente de regresar un día a la tierra que los vio nacer?
No se dan cuenta que en su afán por regresar a su lugar de origen, en la mayoría de los casos, acaban por no absorber el nuevo mundo que tienen enfrente y dejan ir la oportunidad de conocer y aprender nuevas herramientas que en un futuro les serán necesarias, y al final, si es que regresan a su tierra, terminarán lamentando el tiempo perdido.
Podemos entender a los braceros, quienes viajaron a Estados Unidos para trabajar por temporadas y por años fueron y vinieron a los campos de California, Colorado o cualquier otro estado agricultor, pero siempre con la intención u obligación de regresar.
Una de las principales razones que tenían los braceros para volver a su tierra era la familia que los esperaba en su lugar de origen ya que generalmente viajaban solos. Por otro lado, las costumbres, el idioma y el ambiente hostil que encontraban en algunos estados de la Unión Americana invitaban a los inmigrantes a no pensar en un porvenir lejos de su lugar de origen.
El tiempo pasó y en muchas ocasiones regresaron por su familia en México o formaron otra en Estados Unidos, pero poco a poco los viajes rumbo al sur disminuyeron. Mientras tanto, la situación social y económica en México iba de mal en peor y cada sexenio que pasaba, el regreso se postergaba casi eternamente sin saberlo.
¿Pero qué hay de las nuevas oleadas de inmigrantes, aquellos que iniciaron con las devaluaciones en los 70, o que hicieron del viaje al norte una cultura ya que un familiar o amigo andaba trabajando al norte del Rio Bravo?
¿Qué hay de aquellos inmigrantes que a pesar de estar viviendo en Estados Unidos por más de una o dos décadas, ya con familia y muchas veces con casa propia, siguen pensando en que un día regresarán a la tierra que los vio nacer?
¿Por qué seguir con el objetivo de juntar dinero para un negocio que les permita vivir en su tierra natal? ¿Por qué el querer fincar una casa a la que probablemente nunca regresarán a vivir y en ocasiones ni de vacaciones? ¿Por qué afanarse a terminar por lo menos su vejez en su tierra o en el peor de los casos, aferrarse a ser llevado en un ataúd?
Podría entender a las personas que no han podido regularizar su situación legal en Estados Unidos y viven diariamente con el temor de ser deportados, ya sea en el lugar de trabajo, o hasta cuando van manejando, si es que se encuentran a un policía mal intencionado.
Pero las personas que ya son residentes y no se quieren hacer ciudadanos porque no quieren perder la nacionalidad del país donde nacieron o porque piensan que no les servirá de nada ya que su plan final es regresarse al pueblo o ciudad de donde salieron.
En este último ejemplo no lo entiendo. No cuando ya tienen 15, 20 o hasta 30 años viviendo en este país, con hijos mayores, inclusive hasta nietos. ¿Por qué seguir mirando hacia el sur cuando su familia, y su futuro están en el norte?
Será que pensamos egoístamente y lejos de ver la realidad seguimos siendo guiados por la nostalgia que nos inunda cada vez que pensamos en un pasado, que casi siempre, solemos decir que fue mejor, pero al que sólo regresamos en pensamiento.
Creo que si en lugar de llegar a Estados Unidos con la mente puesta en el regreso, y lo hiciéramos con la mirada viendo hacía el futuro, dispuestos a la adaptación de una nueva cultura, con la esperanza de aprender un nuevo idioma que lejos de alejarnos de nuestras costumbres y tradiciones, simplemente enriquezcan lo que ya es nuestro, entonces nuestro presente y porvenir sería mejor.
Por qué no llegar con la mente abierta y lejos de retrasar nuestro proceso de integración aferrándonos al pasado, abrimos los brazos e iniciamos nuestro proceso de crecimiento individual que a la larga, aquí o en México, siempre nos traerá más beneficios que vivir atados a un pasado que sólo nos paraliza y nos aísla del resto de los grupos que viven en Estados Unidos.