
María Luisa Arredondo*
Si la respuesta de George W. Bush ante Katrina fue tardía e inapropiada, la de Trump frente a María la ha superado con creces pues no solo ha sido deficiente sino cruel e inhumana.
Desde que el huracán devastó la Isla del Encanto el pasado 20 de septiembre, el actual ocupante de la Casa Blanca no solo ha minimizado la catástrofe sino que ha manifestado abiertamente su menosprecio por los puertorriqueños, así como su reticencia a prestarles la ayuda que necesitan.

“Odio decirte Puerto Rico que has puesto nuestro presupuesto fuera de control”, dijo Trump sin el menor asomo de sensibilidad al visitar la isla, en lo que sonó como un reclamo totalmente fuera de lugar. El colmo fue que acto seguido se dedicó a arrojar toallas de papel a varios de los residentes que acudieron a saludarlo.
No conforme con ello, comparó la catástrofe de Katrina con la de María y dijo que mientras a causa del primer huracán fallecieron más de mil personas, en el segundo solamente habían muerto 16. La cifra, en realidad, asciende a 34.
Con estas declaraciones por demás inapropiadas, Trump ha querido justificar su falta de voluntad política para ayudar a Puerto Rico, especialmente tras las críticas que ha recibido por parte de las autoridades de la isla.
Como es su estilo, en lugar de escuchar las peticiones de ayuda, Trump se ha enfrascado en una batalla verbal con varios funcionarios, entre ellos con la alcaldesa de San Juan, Carmen Yulín Cruz. Ésta ha expresado de manera valiente su frustración ante la insensibilidad del presidente y la tardanza de la ayuda federal, por lo que Trump la ha calificado como “repugnante”.
Aunque poco a poco la isla empieza a recuperar su ritmo normal, millones de personas siguen sin electricidad ni agua y tienen un acceso muy limitado a combustible y a dinero en efectivo.
Existe, además, el riesgo de que aumente la cifra de muertos debido a las condiciones insalubres que prevalecen en amplios sectores de la isla.
A Trump, sin embargo, le tienen muy sin cuidado estos problemas. Lo único que le preocupa es ensalzar el trabajo que ha hecho su gobierno, el cual asegura que es un “éxito”. Y de paso, no pierde oportunidad para culpar a los puertorriqueños de lo que queda por hacer. “Quieren que les resuelvan todo, cuando debería ser un esfuerzo de la comunidad”, ha dicho en respuesta a las críticas.
Lo que tal vez no ha pensado el presidente es que su falta de sensibilidad podría costarle muy cara. Como resultado de la catástrofe, miles de puertorriqueños, que ahora no pueden votar porque viven en la isla, se mudarán a territorio estadounidense. Una vez aquí, podrán ejercer plenamente su derecho al voto y éste, con toda seguridad, no será a favor de Trump.
*María Luisa Arredondo es la fundadora y directora ejecutiva de Latinocalifornia.com