¿Cuánto costará reconstruir a Cuba?

Robeto Álvarez Quiñones.

Por Roberto Álvarez Quiñones

La Primera Conferencia del Partido Comunista de Cuba, programada para enero de 2012,  se propone insuflar oxígeno a un régimen en crisis terminal  y vender la idea de que se iniciará una etapa de “renovación”.

¿Renovación ?  No la habrá  mientras detenten el poder los hermanos Castro, causantes del cataclismo cubano  precisamente por haberse negado siempre a realizar cambios reales.  La perestroika en Rusia fue posible porque surgió un Gorbachov, y en China las reformas no las hizo Mao Tse Tung, sino Deng Xiaoping.

A  más tiempo de castrismo –aunque lo maquillen–, más difícil y costosa será  la reconstrucción del país, que ya en ruinas suelta los pedazos. Ese debiera ser el tema de la conferencia partidista citada. ¿No tiene autoridad el PCC para destituir a Raúl y emprender reformas de verdad?

Es de tal magnitud la devastación material y social, y  tanto  lo que se ha dejado de hacer en  53 años, que ni  una junta de premios Nobel  de Economía podría precisar  cuántos miles de millones de dólares, esfuerzo y tiempo serán necesarios para reconstruir  la nación, y llevarla  en los próximos años al menos al mismo lugar en nivel de desarrollo socioeconómico que tenía en el contexto latinoamericano de 1958 según la CEPAL, es decir, a ubicarla entre los cinco países de la región con mayor ingreso per cápita.

La tarea colosal de hacer un inventario del desastre será  una prioridad de cualquier gobierno de transición, o definitivo, que se constituya en la isla.  El cambio  de comunismo a economía de mercado  será  inevitable y de lo que se trata es de  cómo  llevarlo  a cabo.

El  Estado postcastrista  tendrá que reconstruir toda la infraestructura del país. Habrá que reparar y construir  autopistas, ferrocarriles,  puertos, aeropuertos, sistemas de telecomunicaciones, edificios públicos, alcantarillados, acueductos y redes de abasto de agua, puentes, carreteras,  avenidas, calles, correos, hospitales, plantas de generación de electricidad, y de combustibles, alumbrado público, escuelas, universidades, redes de servicios sociales, recogida de basura, vertederos, incineradoras.

Cuba fue el primer país de América Latina que tuvo ferrocarril, inaugurado en 1837, 11 años antes de que España tuviese el suyo. En enero de 1959  había una notable red ferroviaria que cubría la isla.  Hoy los ferrocarriles dan pena y hay constantes descarrilamientos por el pésimo estado de las vías. Nuestra alargada isla es ideal  para que los trenes  enlacen  una punta del país con la otra, con un ahorro millonario.

En los años 70, cuando Cuba entró en el CAME y se dispararon  los subsidios soviéticos, se creó toda una estructura burocrática para construir una doble vía férrea nacional. Nunca se construyó.  Un malpensado podría sospechar que  aquel dinero del Kremlin se fue en apoyo a  las guerrillas en Nicaragua, El Salvador y Guatemala, y a las  guerrillas urbanas tipo Tupamaros o Montoneros, o para financiar  la intervención militar en Angola, Etiopía, y Namibia.

De la Autopista Nacional,  luego de 40 años de haberse comenzado sólo hay tramos terminados que suman 600 kilómetros,  en pésimas condiciones. Pero entre Pinar del Río y Guantánamo hay 1,074 kilómetros en línea recta. Al ritmo actual de 15 kilómetros anuales, la autopista estará completa en  2043.

Es vergonzoso que hoy la única vía que  une a  Pinar del Río con Santiago de Cuba  es  la misma Carretera Central inaugurada  hace 84 años por Gerardo Machado.

Los pedazos de la  Autopista Nacional concluidos en gran  medida están llenos de huecos y grietas. Vacas, caballos, chivos, carneros, y  perros,  la atraviesan con frecuencia y provocan accidentes.   En 1992, estando en Ciego de Avila  me hablaron del tramo en construcción que uniría a Taguasco  (provincia de Sancti Spíritus) con Ciego. Casi 20 años después ese tramo  de 70 kilómetros aún no existe.

En los puertos la situación es crítica. Las obras actuales del puerto del  Mariel  con financiamiento y tecnología de Brasil (unos $800 millones en total) , debieron realizarse hace décadas.  Cuba debe  aprovechar su condición insular para transporte de cabotaje e incluso de pasajeros, y turístico. Tendrá que construir terminales para contenedores y para recibir cruceros repletos de turistas.  Los aeropuertos son igualmente obsoletos y requerirán inversiones millonarias.

Algo crucial será la reconstrucción y rehabilitación de los acueductos. En el de La Habana, por los 2,194 kilómetros de las maltrechas  redes de abasto se pierde hasta el 70% del agua bombeada, según informó “Granma” en enero de 2011. En gran parte de la capital  el agua es llevada en camiones.  Proliferan los “vendedores de agua” particulares, que los vecinos se disputan.

Los hospitales e instalaciones médicas, salvo los que prestan servicio a extranjeros (pagan en divisas) y a la cúpula dirigente, están destartalados. Por falta de higiene, de suministros médicos, instrumentos, equipos, agua,  electricidad, y por los mosquitos, muchos pacientes se enferman o mueren víctimas de bacterias  contraídas incluso en los salones de operación. En enero de 2010 murieron 26 enfermos mentales en el  hospital psiquiátrico de La Habana (Mazorra), debido a la combinación de tres factores:  mala alimentación, bajas temperaturas y carencia de frazadas y abrigos.  Un cirujano amigo me dijo a mediados de los años 90 que en su hospital había  días en los que no se hacían intervenciones quirúrgicas  porque no había gasas ni con qué coser las heridas.

También se caen a pedazos las escuelas primarias, secundarias y preuniversitarias, y las instalaciones  deportivas, todas carentes del equipamiento adecuado. Salud y Educación, las otrora vitrinas de la propaganda castrista, hoy son  una vergüenza nacional.

El sector privado en acción

Obviamente buena parte de la reconstrucción estará a cargo del sector privado, que inicialmente será extranjero hasta que vayan cobrando fuerza los capitalistas del patio. La iniciativa privada deberá renovar o crear plantas industriales y de servicios. Desarrollar la producción agrícola y pecuaria, el comercio mayorista y minorista, almacenes, equipos de transporte de carga y de pasajeros, nuevos medios de comunicación , fábricas de cemento, acero, servicios tecnológicos, pintura, alimentos, petroquímica, calzado, muebles, salas de cine, gasolineras,  farmacias,  centros comerciales, restaurantes, hoteles, compañías de seguros, edificios para oficinas. Tales inversiones generarán cientos de miles de empleos.

Las viviendas no alcanzan y las que hay están en malas condiciones. Algunas compiten con las de Haití.  El Instituto Nacional de la Vivienda en  2005 reportó un déficit de 500,000 viviendas y que se necesitarían  $4,000 millones de dólares para solucionarlo. Falso. Construir una vivienda cuesta más de $8,000, el déficit  habitacional es mucho mayor, y no se mencionan los cientos de miles que hay que reparar.

Además, las viviendas requieren servicios eléctricos,  agua potable, calles,  alcantarillados, supermercados, escuelas, farmacias,  parques. Solucionar el problema de la  vivienda en Cuba, con su infraestructura completa,  no bajará  de $17,000 millones.

En las casi centenarias “bodegas” de barrio  pululan ratones y cucarachas. Las tiendas de ropa y calzado  son cascarones  vacíos. De las exuberantes tiendas de la calle Galiano, a las que iban  celebridades de Hollywood a vestirse,  no queda ni el recuerdo.

Las inversiones privadas ascenderán a  decenas de miles de millones de dólares, y  también las del Estado. ¿De dónde el gobierno  sacará el dinero? De préstamos internacionales, y de la venta de empresas e instalaciones estatales, ya que las recaudaciones de impuestos no serán suficientes ni siquiera cuando el sector privado se expanda.

El primer gobierno democrático de Cuba desde 1948, por tanto,  tendrá que pedir préstamos, emitir bonos y endeudarse. Mientras más se aferren al poder los Castro, mayor será ese endeudamiento. Será un legado de ambos dictadores al pueblo cubano, que no querrá ni pronunciar siquiera sus nombres.

 

 

 

 

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