¡Qué vergüenza no hablar español!

Agustín Durán.

Sentado en una agencia de autos en Los Ángeles la semana pasada, observé que un señor de unos 55 años, alto y de tez blanca llegó hablando en español y solicitando información sobre su auto. Del otro lado del mostrador se encontraba un joven de unos 22 años, latino y de piel morena que contestó. ¡Excuse me! ¿How can I help you?

Inmediatamente el cliente reviró: ¿Cómo, no hablas español? ¡mmm! Es una vergüenza que viviendo en Los Ángeles no hables tu idioma. Si pareces más mexicano que yo, enfatizó el cliente, buscando entre los asistentes una mirada cómplice que apoyara sus infortunados comentarios.

El joven se ruborizó y con un poco de pena trató de cumplir con el servicio al cliente y pidió al señor con sus manos, que se esperara un momento, no sin antes desahogar su frustración y decirle al cliente en inglés:

“We are in the United States and it does not matter if we live in LA or not. The language that we have to use to understand each other is one and is English”, indicó mientras se marchaba.

Momentos después, un trabajador bilingüe llegó al mostrador y el cliente siguió quejándose. “Oye cómo es posible que no nos puedan atender en español, si los trabajadores no quieren o saben hablar español no deberían estar en este puesto”.

El trabajador bilingüe simplemente se disculpó y trató de atender al cliente lo mejor posible.

Al terminar su asunto, el cliente se fue a sentar junto a mí, a esperar su auto. Le pregunté que si sabía hablar inglés, y se me quedó viendo como infiriendo un reclamo por su aptitud.

Me dijo que sí, pero que le gustaba más hablar español “Además, estamos en Los Ángeles reafirmó. Esto era México y, mira al joven, parece oaxaquita y no habla español, es una vergüenza que sean de México o de padres mexicanos y que no hablen español”, enfatizó otra vez.

Enseguida le pregunté si consideraba injusto o hasta discriminatorios sus comentarios. “Claro que no. Nosotros los mexicanos no discriminamos, ni somos racistas, lo único que estoy pidiendo es que me atiendan en español”, enfatizó. No me quiso dar su nombre, pero sí me dijo que era de México y ya llevaba 24 años viviendo en Estados Unidos.

Desafortunadamente, el señor no se dio cuenta que tan racistas fueron sus comentarios al referirse al joven como oaxaquita, debido a su color y aspecto. Es más, no consideró ni que lo estuviera ofendiendo. Además asumió que el cajero no quería hablar español y que simplemente por tener aspecto latino o mexicano, automáticamente la gente tiene que hablar dicho idioma.

Peor aún fue sugerir que el joven no debería estar ahí porque no habla español. Despedirlo o reubicarlo en su trabajo sería todavía más aberrante, puesto que el que debería hablar inglés en primer lugar es el cliente.

Si es cierto que el cliente siempre tiene la razón, especialmente si tiene el capital para pagar por el servicio, debemos entender que estamos en Estados Unidos y no importa qué tan grande la comunidad latina sea, el inglés es el idioma de este país, especialmente cuando hay gente a nuestro alrededor que no entiende el español.

Los argumentos de que esto era México antes, o que la comunidad latina es tan grande en Los Ángeles que ahora todos deben hablar español son erróneos. No podemos segregarnos nosotros mismos y aislarnos del resto de la sociedad a la que tratamos de integrarnos, debemos de aprender a respetar a las personas que no hablan español, no importa si son latinos o no.

Richard Rodríguez, un escritor estadounidense de ascendencia mexicana en su libro “Hunger of memory” sugiere que la lengua pública debe de ser una que nos unifique a todos y esa debe ser el inglés. Si uno es bilingüe o habla más idiomas es grandioso, pero es más grandioso si en público todas las comunidades pudiéramos entendernos y comunicarnos con un idioma.

Dudo mucho que el señor hablara inglés y si lo sabía no quiso gastar ni una palabra; sin embargo, su arrogancia, ignorancia y falta de tolerancia no lo dejaron ver el atropello que acababa de cometer.

La idea de que nosotros los mexicanos no somos racistas porque en México, aparentemente no hay racismo es errónea, inclusive nos llenamos la boca al decir que nosotros abolimos la esclavitud décadas antes que los mismos Estados Unidos, dato suficiente para protegernos de cualquier acusación.

Creo que dentro de todas las actitudes negativas mostradas por el inmigrante en esos diez minutos, la más grave fue la falta de tolerancia. El simplemente respetar al prójimo, su idioma y su persona son esenciales para vivir en armonía, principalmente cuando millones de nosotros estamos solicitando tolerancia para poder ser ciudadanos de este país.

Ya para irme, tuve la oportunidad de ver al joven que no hablaba español tomando su descanso en una banca a la salida de la concesionaria y le pregunte en inglés si había nacido en México o en Estados Unidos y si sus papás eran inmigrantes o no.

El muchacho me dijo que había nacido en Estados Unidos y sus padres eran mexicanos, pero había crecido en el Departamento de Servicios Infantiles y Familiares del Condado de Los Ángeles la mayor parte de su vida por negligencia y abuso por parte de su madre.

“A mi padre no lo conozco y mi madre tiene problemas con las drogas y constantemente está en rehabilitación. Yo sé que tengo que aprender español, pero nadie me lo enseñó cuando era pequeño. En el sistema del condado de Los Ángeles siempre me hablaron inglés y es el idioma que aprendí”.

***Agustín Durán ha sido periodista en Los Ángeles por los últimos 14 años, colaborando para La Opinión y otras publicaciones bilingües. Actualmente escribe para Latinocalifornia.com

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